Cuando abrí mis ojos a los que imaginé lagañosos, por ende perezosos, creí haber pisado la Luna o Marte y haber viajado en una nave de aquellas que al mirarlas por televisión me daban intensa claustrofobia. Locamente me alegré pensando que había logrado viajar al espacio venciendo el pánico al encierro. Y me sentía razonablemente bien, dado el trajín de millones de kilómetros.

Me intrigaba no recordar los pormenores de la partida, cuando me subí a esa nave, cuando me calce el pesado traje. Solo recuerdo mi respiración agitada, seguramente producto de la inminente partida, y los ojos llorosos de mi mujer y mis hijos poco confiados en mi retorno.

Y nada más.

De pronto este tubo amarrado a mi boca y mi nariz; no noto los movimientos de mi tórax, será la fuerza antigravitatoria de este territorio.

Sólo tengo una vaga representación de mi cuerpo, y lo que mi vista nublada permite avizorar. Bultos blancos que se mueven lentamente a veces y más rápido otras.

Y luces...algunas titilan, otras se mantienen fijas, las hay rojas e intensamente blancas, constelaciones de estrellas y astros, algunos asteroides fugaces. Y vidrios o cristales que se me antojan fríos.

Leves zumbidos de motores que me mantienen despierto, que no sé cuándo se encendieron o si estaban desde siempre, colaborando con esta atemporalidad de a momentos placentera y en otros tan inquietante que me impulsa a inquirir a las sombras blancas que se mueven, pero temo que mi voz no salga y no se escuche por sobre el zumbidos de los motores.

Instintivamente creo que debo no gastar energías, desconozco cuánto durarán mis reservas. He olvidado la programación de este viaje, ni siquiera recuerdo con quién lo programé.

Solo recuerdo vagamente la despedida y los ojos llorosos...como ahora siento a los míos y mi pecho se agita y las sombras blancas se aproximan, y las luces titilan más intensas, y mi boca y mi nariz se liberan y mis ojos se aclaran y puedo ver los ojos de mi mujer y mis hijos que llamativamente lloran pero ríen a su vez y se acercan desplazando a las sombras blancas; y vuelve el color y me ayudan a incorporarme y a pisar el suelo.

 

Todo parece indicar que ya estoy en tierra firme.