La presentación del Presupuesto Municipal de Salta es uno de los trámites legislativos más trascedentes.

Es el escenario en el que se explican políticamente las cifras, la oportunidad en que se sostienen ante los representantes de los ciudadanos, los criterios que fundamentan una determinada asignación de partidas, la ocasión en que se indaga con cierto nivel de detalle el plan de obras públicas, la ejecución de programas.

Pero ningún ciudadano, y por ende ningún periodista, pudo seguir en vivo esa exposición que está siempre llena de matices, que le da un contenido y un sesgo definido a la abrumadora cantidad de cifras que contienen las planillas y que requieren de una explicación e interpretación.

A diferencia de las sesiones y plenarios que se transmiten vía internet, a través de diferentes plataformas, esta vez no hubo transmisión y tampoco se permitió la presencia de periodistas en la bandeja del recinto, lugar habitual para ese trabajo.

Solo se admitió la presencia de periodistas fuera del edificio legislativo donde se puede consultar a concejales o funcionarios, que deben ser requeridos desde el recinto y que “salen” para contar lo que está pasando, para ofrecer un pantallazo ligero, pero no la totalidad, ni el contexto.

Eventualmente, algunos periodistas se ubicaron en el hall de donde también les sugirieron que se retiren.

La presidencia del Concejo Deliberante no dio explicación formal oficial alguna, acerca de los motivos por los cuales, un acto de gran relevancia institucional, quizás el más importante del año, fue absolutamente negado a los medios de comunicación y también al público.

La oficina del Prensa del Concejo Deliberante se limitó a informar que “ no está prevista la transmisión, se transmiten solo los plenarios y las sesiones”.

Algunos concejales de modo individual manifestaron su desacuerdo con la reunión casi secreta, pero fue evidente que ninguno pudo lograr que se revise una decisión absurda, torpe, burda, insólita y absolutamente reñida con los más elementales principios de transparencia que rige en la vida de casi todas las instituciones.

Claramente no se trató de una sesión, ni de una reunión de comisión, pero sí de un tema fundamental, de evidente e indiscutible carácter público, que bajo cualquier forma merece cobertura periodística, más allá de los partes oficiales de prensa.

“Creo que realmente hicimos historia” dijo el presidente del Concejo Deliberante, Darío Madile, cuando en abril de este año, se hizo la primera sesión virtual, a la que le siguieron otras y un par de plenarios.

Cerca de concluir el actual periodo ordinario, el presidente y los concejales se prodigaron autoelogios y enfatizaron el esfuerzo del personal que trabajo en las sesiones virtuales y todos se aplaudieron a sí mismos, porque cumplieron el legado institucional de sesionar a pesar de la dificultad.

Este miércoles, el presidente del Concejo Deliberante, canceló sin argumento alguno la otra parte del legado institucional, intrínseco a un órgano de la democracia que debe ser abierto , plural, de fácil acceso, con lo cual terminó negando la historia que cree haber escrito.

Simplemente, lamentable; pero no es extraño porque es el mismo presidente el que viene de un papelón público, al homenajear con entrega de placa y resolución, a un individuo seriamente comprometido con la represión en la época de la dictadura militar. Tuvo que dejar sin efecto la resolución y revocar el homenaje.

Ahora puso en secreto un tema público. El Concejo Deliberante ya no hace historia, sino un pobre y triste papel.