La Jerarquía de la Iglesia Católica funge de vanguardia de los “celestes” ante el inminente debate del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Senado. Quedó atrás la luna de miel con Alberto Fernández.

El Presidente podría alegar que avisó con antelación. Desde la campaña, desde la asunción, en El Vaticano y en estas pampas feraces. Al Papa Francisco, a obispos, a dignatarios de otras iglesias como los evangélicos. Pero las plegarias de Alberto no serán atendidas.

La pandemia incubó ilusiones en el clero. AF no impulsaría el proyecto en este año, el próximo es electoral. La furia estalló cuando el mandatario honró su promesa a la ciudadanía.

El cardenal Oscar Ojea citó al secretario de Culto, Guillermo Oliveri, a la sede de la Conferencia Episcopal Argentina, que preside. Se tratan desde hace años, en el oficialismo consideran que Ojea es hombre de diálogo. 

En esta ocasión, solos los dos protagonistas, Ojea entregó un sobre cerrado dirigido al Presidente. Una salutación, dijo, cuyo contenido solo sería divulgado si lo hiciera antes el Presidente. Voces oficiosas añaden que el saludo viene con reprimenda, cuestionamientos por falta de reciprocidad. Oliveri entregó el sobre al secretario privado de la Presidencia. Nada se divulgó, por ahora. Sshh.

Los obispos se muestran más locuaces por teléfono. Presionan a senadoras y senadores que dudan o tienen certezas. Mantienen línea directa con una cifra apreciable de gobernadores, sensibles a las influencias clericales. Por nombrar un puñado: el tucumano Juan Manzur, el salteño Gustavo Sáenz, el santiagueño Gerardo Zamora. El chaqueño Jorge Capitanich es requerido asimismo por evangelistas, que apoyaron a la amplia y heterogénea alianza que posibilitó el regreso a la gobernación.

Ligados a la Jerarquía, grupos fanatizados violan reglas de convivencia democrática. Patotean a legisladores, los aprietan en la calle, amenazan, divulgan por redes dónde se domicilian o sus números de celular. Las salvajadas se propagan a familiares, incluyendo menores. Presiones de nula calidad democrática. Ni una voz de reproche surge de los púlpitos, ni un llamado a la templanza. Quebrar voluntades es el objetivo, non sancto y evidente.