Cruzados por un arduo deseo, las mujeres y los hombres que escriben la historia (siempre producto social pero con un margen de individualidad), se tornan ante los ojos de sus semejantes en seres a los que es difícil aprehender. Sus obras o proezas rozan algo de lo maravilloso o mágico. Nace así la leyenda. Pero a veces la articulación con el entramado social cede paso a una visión que va más allá de lo histórico, que atañe a lo real, eso que no admite explicación, eso que es imposible de nombrar y que por lo tanto se carga de un sentido religioso: el mito.

No podemos dejar de pensar en las manifestaciones de amor hacia esas figuras. Recordemos los funerales de Eva Perón, por ejemplo, que duraron dos semanas y en los que el pueblo desfiló conmovido bajo una lluvia pertinaz. Evita se acercaba, en esos días de fines del mes de julio y principios de agosto de 1952, al mito, a su identidad de santa o de mártir. En este 2020 atribulado por una pandemia sin precedentes, cuando el mundo se pregunta qué será de la salud y del futuro del planeta, irrumpe lo real de la muerte de un héroe del deporte: Diego Armando Maradona. Las multitudes del mundo lo saludan y se sienten apesadumbradas por su partida. Las palabras, los gestos, las imágenes y los símbolos adquieren su dimensión de memoria y rescate. Una historia personal que deviene en la historia de una sociedad.

La sociedad mira al protagonista del mito, lo ama y admira, y, a veces, lo cuestiona con crueldad. Amor y odio acosan su figura y su cuerpo. Precisamente, en ese lugar, el cuerpo, el personaje siente los dardos del amor y el odio. Un ejemplo es Eva Perón, amada y odiada en extremo. Su cuerpo sintió el embate de esas pasiones. Lo mismo, me atrevo a afirmarlo, sintió el cuerpo de Maradona, lugar donde la mirada de los otros se concentra, donde se escribe y se marcan los logros y las derrotas, los ataques y la pasión. Lugar de exigencia y brillo, el mito configura el arquetipo de un pueblo o de una época. Diego Maradona es hijo de la clase trabajadora, heredero de la dignidad de esa clase, asumió el llamado de una vocación y de un talento y fue fiel a ese designio.

Unos pocos núcleos semánticos constituyen la matriz mítica. La historia en cambio exige detalles y una mirada amplia. Protagonistas de la historia como San Martín, Yrigoyen , Perón y el mismo Néstor Kirchner son sujetos en los que rebasa el documento y la actuación política. Es difícil la construcción del mito a partir de sus acciones. En cambio, hay personajes más proclives al mito como Evita y Maradona. Poco se sabe en realidad de Maradona y su familia, a pesar del abundante material periodístico. Poco se sabe de sus ancestros gallegos evidentes en su apellido y de sus bisabuelos y tatarabuelos croatas por el lado materno. “Doña Tota” se llamaba Dalma Salvadora Franco. Poco se sabe de sus lecturas en el Colegio Comercial. Como casi nada se sabe acerca de Evita y sus lecturas de Amado Nervo y de Rubén Darío y de su admiración por las heroínas de las grandes novelas y films. Cuenta el mismo Perón que Evita vio incontables veces “María Antonieta” con Norma Shearer.

Mito y leyenda 

El mito se caracteriza por una sintética narrativa y por la alusión que es a menudo elusión, un velo sutil que recubre el sentimiento de finitud, de mortalidad y de creatura. En cambio , la leyenda se articula con la historia y a pesar de sus ribetes sobrenaturales, puede ser leída en el sentido de la historia misma y de la realidad. El Cid Campeador no es un mito, es un personaje histórico que deviene en leyenda y cantar épico. Lo mismo ocurre con el rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, o con Rolando y los Doce Pares de Francia… A partir de hechos reales pueden contarse relatos que reeditan otros relatos antiguos, como la leyenda de Esteco en el sur de la provincia de Salta que reactualiza la narración bíblica de Sodoma y Gomorra y la explosión del Vesubio en Pompeya y Herculano durante el Imperio Romano, cuando esas ciudades quedaron sepultadas bajo las cenizas del volcán. A partir de un hecho real, histórico, como lo ocurrido en Esteco, surgirá la leyenda.

Eva Perón 

La oligarquía trató de cargar las tintas sobre la actividad artística de Evita en el teatro, el cine y la radio, para descalificarla y acusarla de superficialidad y oportunismo. Más todavía, trataron que los rasgos contestatarios del personaje aparecieran como signo de vulgaridad. Lo cierto, es que, según sus biógrafos, luego de una infancia de pobreza, la joven Eva Duarte, llegada a Buenos Aires en 1935, desde Junín, se relacionó con el mundo del espectáculo y esa actividad, lejos de empobrecerla, la proveyó de una formación importante. Alternó con Enrique Santos Discépolo y su hermano Armando (quien la dirigió en una obra de Pirandello), Homero Manzi, Eva y José Franco, Pierina Dealessi, Lucas Demare, Marcos Zucker, Pedro Bloomberg, Pedro Quartucci, Fanny Navarro, Olga Zubarry, Berta y Paulina Singerman, Luis Sandrini, Nelly Omar y otros y otras, en el ámbito de Pampa Films, Radio El Mundo y Radio Belgrano, participando de la vida artística de aquella Buenos Aires de los años 30 y 40 que la vio actuar en teatro, en radio y finalmente en cine, y le abrió las puertas de un mundo riquísimo, particularmente sensible y culto, pero también difícil, que le otorgó la experiencia y formación que muchas señoras de la alta burguesía habrían envidiado. La actuación modela, exige disciplina y talento, sensibilidad y sobre todo flexibilidad e inteligencia para interpretar. Lejos de lo que pensaba la oligarquía, el teatro y la actuación enriquecieron el bagaje cultural de Evita y templaron su carácter.

Pero antes del arribo al teatro y al cine, Eva Duarte había sido una excelente alumna en declamación y lectura en la Escuela Nacional de General Viamonte, como cuenta su maestra Palmira Repetti. Era una niña con una memoria prodigiosa que declamaba con gracia y convicción los poemas de Amado Nervo, Rubén Darío, Belisario Roldán y José Martí.

En esos poemas pueden leerse ciertos giros que luego aparecerán en sus discursos (bosquejados a veces por el escritor Muñoz Azpiri pero a los que ella impregnaba con un estilo inconfundible), un léxico y una adjetivación ricos y sobre todo un contenido a menudo estoico, cuando no mesiánico y profundamente humano.

Eva Perón solía reunirse con los poetas en Avenida de Mayo, en el Hogar de la Empleada donde comenzó funcionar la Peña Eva Perón. En esas tertulias departían poetas, gente de teatro, músicos, actrices, cantantes, intelectuales como Castiñeira de Dios, Fermín Chávez, Francisco Muñoz Azpiri, Nelly Omar, Juan Oscar Ponferrada, Julia Pritluzky Farny, Horacio Rega Molina, Vacarezza, Enrique Discépolo, Martínez Payva, Fernández Unsain, Elías Catelnuovo, Luis Speroni, María Granata, Antonio Nella Castro, Aurora Venturini… Se cuenta que en esas reuniones Evita sugirió la idea de difundir textos clásicos en el teatro, tal como se hacía en el cine. De modo que Fermín Chávez, Juan Oscar Ponferrada y Discepolín se pusieron manos a la obra para adaptar La fierecilla domada de Shakespeare al público general e inaugurar la temporada del Cervantes. Estos pedidos no fueron aislados en Evita. También es sabido que solicitó a Leopoldo Marechal la composición de una obra para la inauguración del teatro San Martín. Marechal escribió Antígona Vélez, la tragedia griega volcada a las pampas argentinas.

Si la poesía es importante en la configuración del mensaje de Eva Perón, lo son también el radioteatro y el cine, donde representó roles de hondo dramatismo como en los films La cabalgata del circo (1944) junto a Libertad Lamarque y Hugo del Carril y en La pródiga (1945), dirigida por Mario Sóffici. Entre 1944 y 1945, protagonizó en Radio Belgrano una serie de biografías de mujeres ilustres, escritas por Insúa y Muñoz Azpiri. El listado impacta, desde Madame Lynch hasta Catalina la Grande, pasando por Lola Montes, Carlota de México, Isabel de Inglaterra, Sara Bernahardt, Josefina de Francia, Alejandra de Rusia, Madame Chiang Kai- shek, Eleonora Duse, Rosario López Celaya, Margarita Weild de Paz, Isadora Duncan, Eugenia de Montijo, Lady Hamilton y Ana de Austria.

Si nos detenemos en estos personajes que interpretó Evita, podemos pensar que sus condiciones de actriz la llevaron a encarnar temperamentos únicos y a menudo trágicos. Estas célebres mujeres de la historia, muestran en gran medida la correlación entre poder, existencia y arte, lugar no recomendable para una mujer en épocas pasadas.

Diego 

En el caso de Maradona, ciertos sectores de las clases acomodadas, desde el prejuicio y la ideología, aseguran no solamente que era poco instruido, sino que no era inteligente. Sin embargo, sus dichos, su ironía y sus elecciones políticas demuestran que era inteligente y lúcido. Los orígenes del deportista se sitúan en la clase trabajadora; con sus valores y dignidad. No provenía por lo tanto de estratos de lumpenaje y marginalidad, esos lugares engendrados por el capitalismo actual, donde rigen la anomia, la segregación, el caos y la violencia. Su padre fue un honrado trabajador al igual que su madre, una dignísima señora dispuesta al sacrificio por el hogar y la crianza de sus hijos; familia enmarcada dentro de los valores de la clase obrera. Maradona viene de la clase trabajadora y nunca renegó de su origen. Siempre fue consecuente con su clase y supo defenderla. Como todos los niños argentinos accedió a la escuela pública e intentó en su adolescencia los estudios medios en un Colegio Comercial. Sería interesante conocer la opinión y el recuerdo de sus profesores y compañeros de aula, indagar sus lecturas, sus amistades, sus calificaciones. La construcción del antihéroe soslaya u oblitera muchos aspectos pues esa construcción es eminentemente interesada, regida por la mala fe.

Una observación del personaje muestra un interesante manejo del idioma, la ironía y el humor. El manejo de la ironía recuerda célebres expresiones de la literatura gauchesca, la retórica del tango y el gracejo del teatro lopesco y pre-lopesco español, ejemplos de un gran poder de observación y sutileza. Por otra parte, las comunicaciones en las redes sociales que solía escribir Maradona, son de una notable claridad sintáctica y están exentas de vulgarismos o solecismos y otros descuidos idiomáticos, como ocurre con los racistas y desafortunados twitters de los jugadores de Los Pumas, por ejemplo, plagados de faltas de ortografía, imprecisiones semánticas, carencias de signos de puntuación que nos llevan a pensar hasta qué punto puede considerarse que esos emisores fueron alfabetizados.

También es notable en Diego una innata capacidad de expresión oral, sus arengas, alocuciones que, aunque breves, poseen no solamente carga afectiva sino un gran poder de convicción. En su discurso existen verdaderos hallazgos como la célebre afirmación: “La mano de Dios” o sus palabras de despedida para Chávez, sentidas, contundentes y sobre todo de un hondo significado antiimperialista y popular. El mismo Fidel Castro que advirtió estas cualidades en Maradona, cualidades de líder, lo instó a dedicarse a la política. En los funerales del presidente venezolano dijo conmovido y, mientras contemplaba la luna con Víctor Hugo Morales, que allí (en la luna, símbolo de belleza y trascendencia) estaba Hugo Chávez. Poética figura en los labios del ídolo.

El mecanismo de negación construye al anti-héroe, mecanismo que debe ser desmontado para comprender la dimensión real de un personaje de gran incidencia social. La historia deberá entonces ocuparse de estos protagonistas para elaborar una mirada explicativa y valorativa, una mirada rechazada por los irracionales y lamentables preconceptos de la burguesía argentina.

(*) Escritora. Premio Casa de las Américas de Cuba-Novela- 1993. Premio “Novelas Ejemplares” 2020 Universidad Castilla La Mancha y Editorial Verbum, España.