Los camiones llegaban de noche, martes o jueves. Eran camiones del Ejército, celulares de la policía, camiones particulares de transporte de alimento, algunos térmicos y con acoplado, también llegaban micros del Ejército. Entraban a toda velocidad al aeródromo de Campo de Mayo. Llegaban a la cabecera de la pista donde un avión los esperaba y, a los pocos minutos, salía un vuelo.

Así lo contaron quienes fueron conscriptos en 1977, en la novena audiencia del juicio por la causa Vuelos de la Muerte Campo de Mayo, que sigue el TOF 2 de San Martín. “Los soldados que ya se iban nos contaban que los camiones traían personas y que las tiraban al mar”, recuerda uno de los tres testigos. “En esta audiencia testimoniaron tres ex soldados, ex conscriptos”, explica a Página/12 Pablo Llonto, el abogado que inició esta causa hace diez años, sobre los testimonios de Gerardo Crifasi, Mario Céspedes y José Luis Denis. 

La importancia de esas declaraciones radica en lo que vieron o escucharon, ya que los soldados no realizaban vuelos. Eso estaba en manos de la oficialidad. Pero vieron y escucharon, o vivieron, situaciones que demuestran que hubo “vuelos”, como parte del plan de exterminio de la dictadura desde 1976.

Los testimonios son fragmentados. Uno de ellos declaró “haber visto que entraba un camión con acoplado que simulaba ser de transporte de sustancias alimenticias --señala Llonto--, y nos cuenta que, según le dijeron otros soldados, ahí llevaban 'fiambres' para tirarlos al mar”, describe. “Más tarde me enteré que a ese, le decían el camión fiambrero”, relata con crudeza el testigo, según puede verse en la versión audiovisual de las audiencias que ofrece el portal La Retaguardia.

Otro testigo cuenta que le pedían el pronóstico meteorológico de Punta Indio: "Uno de los lugares de la costa donde aparecieron algunos de los restos por los que estamos tramitando este juicio", puntualiza el abogado. Habla del proceso que junto a más de 800 litigios, integra la megacausa Campo de Mayo. Aquí se imputa a cinco mandos del Batallón de Aviación 601 del Ejército por la desaparición de Rosa Novillo Córvalán, Juan Carlos Rosace, Adrián Accrescimbeni y Ramón Arancibia.

En la última audiencia "se ampliaron testimonios que se dieron hace 8, 9 años, en la instrucción, y ahora se ratifican en juicio oral”, precisa Llonto. Algunos respondieron a un llamado público y solidario que el Gobierno hizo en 2011. Otros fueron citados por los listados que el juzgado pidió al Ejército con los conscriptos de ese batallón de aviación en 1976/77.  Ahora integran las audiencias virtuales que siguen los abogados, junto al fiscal Marcelo García Berro y los jueces Venditti, Farah y Rodríguez Eggers.

“Fue fuerte la audiencia del lunes 21--reflexiona Llonto--, bien demostrativa de lo que pasaba en Campo de Mayo”. Y fue la primera luego de la visita ocular al aeródromo de esa base militar, que inspeccionó pistas, hangares y cuatro aviones abandonados. El lunes 28 se escuchará a otros cuatro testigos. Otros declaran el 4, y otros el 11 de enero. Y habrá un receso hasta febrero. 

Las audiencias comprueban lo visto en el terreno y potencian su peso. La presencia de los aviones Fiat durante la inspección ocular confirmó también el uso que se les daba. “Los tres que vimos, son los únicos que compró el Ejercito, y los conscriptos que han hablado del tema vuelos --indica Llonto-- siempre señalaron los aviones Fiat. Así que al menos estos se usaron en el 77”. En la inspección se observó también un cuadro pintado de los aviones con un texto “en agradecimiento al oficial Malacalza --recueda Llonto-- que piloteó uno de los aviones desde Italia a la Argentina”. Delsis Malacalza fue el único imputado presente en esa inspección.

Llonto describe el proceso de esta reconstrucción judicial que “se arma como un rompecabezas" por los testimonios. "Los testigos dicen lo que tienen que decir, mucho o poco, porque cada uno ve un pedacito, no existe el testigo perfecto que vio todo lo que ocurrió día y noche en Campo de Mayo”. Pero los fragmentos de cada uno, pueden recomponer la metodología del genocidio perpetrado entonces.

Que los ex soldados den testimonio, habla de un gesto de salud mental de la sociedad. Cuentan lo que saben, aunque quizá tengan miedo, intuye Llonto. Y señala: “Es importante que entiendan que ninguno de ellos va a ser imputado, son testigos porque estaban haciendo el Servicio Militar Obligatorio, y eran forzados a estar ahí. La figura de ellos es distinta a la de un oficial o un suboficial que sí estaban allí voluntariamente. Muchos soldados --concluye-- fueron víctimas también, fueron torturados, secuestrados y desaparecidos.”