Esta madrugada, apenas pasadas las 4 de la mañana y después de doce horas de debate, la Cámara de Senadores aprobó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, por una diferencia de 38 votos a 29. La ley, cuyos lineamientos principales podés repasar acá, marca un hito imborrable para la historia del país, y un importante precedente en América Latina, en materia de derechos. 

A pesar de la frustración de 2018 -cuando otro proyecto, de similar sentido, no recibió la aprobación en el mismo recinto-, el reclamo por aborto legal, seguro y gratuito no se marchitó, producto del trabajo incesante de diferentes organizaciones que, desde hace mucho tiempo, reclaman terminar con la violencia física y simbólica que suponen las intervenciones clandestinas. 

El movimiento feminista de este tiempo encontró en la marea verde su más sólida y transversal expresión callejera. Los pañuelos de ese color fueron, son y serán, un estandarte capaz de condensar ese espíritu de lucha por mayor justicia social, y ampliación de derechos. 

Desde El NO, dos cronistas cuentan su percepción de esta jornada histórica para el país y, claro, para cada una de ellas.      

"¿Tenés un problema?"

Por Stephanie Zucarelli

Habíamos decidido con mi compañera que nuestro trabajo final de Investigación Periodística se iba a tratar de las redes clandestinas de aborto. Corría 2013 y por todos lados se encontraban cartelitos de “¿Tenés un problema?” con fotos de un feto y un número de teléfono. Lo suficientemente misterioso para ser un servicio ilegal, lo suficientemente directo para entender qué era lo que hacían. Así que nos mandamos, las dos solas, a recopilar testimonios y a averiguar qué era lo que hacían allí.

Inclusive el relato más liviano era estemecedor. Pibas que iban a lugares cerrados, que las ataban, que no les decían qué iba a pasar en su cuerpo. Mujeres que se despertaban al cabo de unas horas y les decían: “Te pasó porque abriste las piernas, ahora no te quejes”.

Mi compañera y yo nos habíamos propuesto ir al lugar del anuncio para terminar nuestra investigación. Llamamos, nos comunicamos, nos preguntaron de dónde éramos. Tenían sedes “en todos lados”, pero nunca pudimos ir. Teníamos miedo. Inclusive nuestro profesor nos dijo que no valía la pena exponernos de esa manera. Esa decisión fue un lujo porque, después de todo, nosotras no teníamos que abortar.

Pero decidir no ir no era opción de miles de mujeres. Te pedían que fueras sola, así que seguro fueron solas. Te pedían que no lleves el celular, así que estaban aisladas. ¿Qué les habrá pasado?

Foto: Cecilia Salas.

En 2018 me mandé para respirar la marcha del aborto y conseguir mi famoso pañuelo verde. Mientras recorría Once para dar con la avenida, hombres -porque me tocaron todos hombres- me gritaron de todo desde la puerta de sus locales. No tenía nada que me identificara, pero era pendeja. Sí, una de esas “pendejas asesinas”. De uno de esos gritos me salvó la agrupación “Las Casildas”. Me acerqué a ellas para preguntarles a dónde ir y sin darme cuenta, estaba con ellas. Hasta me sabía los cantos sin haberlos aprendido. No era muy difícil, porque pedíamos por lo mismo: un Estado laico y derechos para decidir sobre nuestros cuerpos.

Cuando la ley no pasó Senadores, recuerdo que se rompió algo en mí. Después de todo, era un Congreso diciendome que yo no era la soberana de mi cuerpo; era un salón lleno de personas que preferían el peligro de la clandestinidad a darle un derecho más a las de mi género. Después de eso, nunca esperé mucho. Menos todavía un año de pandemia y cuarentena. Los diputados y senadores del sector celeste lo dejaron claro: “Esto no es prioridad”.

Este año, cubrir el debate desde una redacción fue fuerte. Entre la tarde y la madrugada, escuché más de 12 horas de representantes que obligaban a maternar y ponían en cuestionamiento mis decisiones sobre mi cuerpo. Gente que hacía oídos sordos a los casos de pibas que una y otra vez eran violentadas por una burocracia que poco entendía del derecho a la elección.

Esta mañana, todo cambió. Mi celular no paraba de vibrar con mensajes de amigues emocionades. 

Había sido ley.

La realidad de la clandestinidad ahora parece que se nos tiene que curar, como si hubiese sido una pesadilla. Porque aunque hay que reglamentarla, ahora es ley. En el comienzo de una década, toda una generación de mujeres lo va a tener en claro.

Es un paso más en la conquista de la mujer soberana, que quiere poder decidir sin presiones sobre su cuerpo adulto.

Vivas, sanas, autónomas

Por Julia González

Había empezado a escribir ayer, mientras senadores y senadoras exponían. Apunté las frases aberrantes de quienes se negaban a que la Interrupción Voluntaria del Embarazo sea Ley, pero no quiero darles lugar. Las razones para que saliera la Ley, nuestra Ley, la que militamos, caminamos y deseamos, son más que buenas. Sólo espero que haya quedado claro que obligar a una mujer a llevar adelante un embarazo no deseado es una violación a los derechos humanos.

Hoy, el día después, a horas de que se haya aprobado la IVE, me baña una alegría feroz. Porque se trata de justicia social, de la ampliación de derechos. Se trata de evolucionar junto a los pueblos y a las épocas. De saber que nos queremos vivas, sanas, y autónomas de nuestros cuerpos. Y también nos queremos más cerca de quienes eligen la libertad de las mujeres y de los varones trans.

Foto: Cecilia Salas.

Esta ley no es una bandera de guerra, ni un capricho. Es el Estado cuidándonos. No es sólo hablar de embarazos no deseados, sino también de aclarar esas zonas grises de las que se aferran los médicos y las médicas antiderechos, persignándose y negándose a interrumpir un embarazo porque la salud de la persona gestante está en riesgo. También es abrazar a nuestras niñas, decirles que pueden soñar sus vidas como más les guste, sin miedo.

Hoy es un día de celebración porque decir que la maternidad será deseada es la posibilidad de elegir cómo queremos vivir nuestra vida. Cómo queremos construir nuestro proyecto de vida. Sabemos que es la mujer quien se encarga de los cuidados del hijx, y los planes personales prácticamente se anulan. Ni hablar si quien debe maternar es pobre.

Decir que esta ley la ganaron las pibas es redundar pues ya conocemos el alcance de la marea verde, llena de goce, alegría y equidad a la hora de reclamar derechos. Esta ley no sólo es para nosotras, sino que es nuestra, porque se gestó en las calles, de la mano de las marcha de Ni Una Menos, cada vez que gritamos que nos queremos vivas. Se preguntan cuál será el próximo movimiento de las feministas. Les digo que tomen nota, hay mucho por hacer. Hoy es un día nuevo, un país nuevo. Y de aquí en más será mejor.