“Con 38 votos afirmativo, 29 negativo y una abstención. Resulta aprobado. Se convierte en ley y se gira al Poder Ejecutivo” . Con estas palabras la presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner, hacía estallar lágrimas, abrazos extraños, gritos de victoria que atravesaron las paredes gruesas del Senado para pasar, por fin, a la historia.

La pantalla partida mostraba al mismo tiempo el resultado de la votación, la plaza extendida colmada de verde y a las pocas banderas argentinas que se amontonaban frente a la cámara para disimular el vacío del lado celeste.

Ese tipo de acuerdos, como el de la transmisión en vivo de los escenarios con plano corto o las dos horas de cierres protagonizadas por discursos en contra podían ser leídos, con algo de astucia, como las últimas concesiones para los derrotados de la jornada.

Y también como parte de las negociaciones que hicieron de la sesión que aprobó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo -¡cómo escribir estas líneas sin humedecer con lágrimas el teclado!- una sesión ejemplar, a pesar de las dificultades que trajo la pandemia. Todo transcurrió sin sobresaltos, sin inconvenientes, tanto adentro como afuera. La única sorpresa fue la diferencia arrolladora que nadie anticipó. Había una pista: la tranquilidad de lxs senadorxs elegidxs para la vocería que se mostraban victoriosos mientras viajaban para sesionar, la mayoría desde el Congreso por primera vez en este año de sesiones remotas.

Hasta último momento corrían rumores de chaparrones que podrían haber aguado la fiesta. ¿Y si muere un senador en ejercicio y quieren levantar la sesión? ¿Y si algunxs de la oposición se dieran vuelta para forzar un fracaso del Ejecutivo? ¿Y si no se renueva la licencia vencida de Alperovich, senador denunciado por violación?

Otra vez la lupa estuvo puesta en lxs integrantes de la Cámara Alta. Casi dos millones de personas siguieron la transmisión por Youtube. otras tantas lo hicieron desde las pantallas dispuestas en la calle. Otra vez cientos de miles de personas aprendieron nombre, apellido, provincia y partido de lxs senadorxs en ejercicio. Y no para jugar al memotest sino para exigir lo prometido: ampliación de derechos.

Foto: Jose Nicolini.

La diferencia con el debate de 2018 fue notoria. Ya algo podía anticiparse por las exposiciones previas. Aunque no faltaron barbaridades como la inolvidable exposición del pastor que aseguró que “el cerebro está cableado para creer en Dios”, el tono en general fue más maduro. No en vano pasaron dos años.

Antes de conocer el resultado y a la luz de los discursos, ya podíamos festejar una victoria de ésas que no tienen vuelta atrás porque no dependen de la firma de nadie. En dos años nuestras consignas, nuestros argumentos, nuestras historias fueron recogidas del asfalto, de las asambleas, de las redes de acompañamiento incansables para llegar a la boca de senadorxs. Lxs escuchamos pronunciar palabras que aprendieron para la ocasión y citar una y otra vez los cánticos que tan bien condensan décadas de militancia y construcción de sentidos.

Fue la marea la que irrumpió para inundarlo todo y lxs obligó a unirse, a nadar. O en su defecto, a quedar para siempre en el fondo de la historia.

Nina Brugo, una de las pioneras de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Los ecos del recinto

El clima pandémico hizo del Senado un espacio más restringido de lo habitual. La prensa apenas pudo seguir la sesión por pantallas, sin vista al recinto ni a la calle. El contacto con lxs senadorxs fue escaso y con distancia.

Desde temprano por los pasillos y salones sólo se veían pañuelos, barbijos, vestidos y corbatas verdes. A diferencia de 2018, esta vez no hubo curas ni monjas paseando por los despachos, aunque no se privaron de visitar senadorxs en sus propias provincias.

Del lado celeste llegaba un sonido muy amplificado para la cantidad de gente que había. Mientras la fiesta feminista hacía retumbar tambores, gritos y aplausos, quienes buscaban que se rechazara la ley optaron por un equipo de sonido que lograba atravesar mejor las densas paredes del Senado. Mucho ruido y pocas nueces.

A las 16.10 se dio inicio a la sesión que prometía durar hasta el amanecer. Ya se sabía que la Vicepresidenta sólo abriría y cerraría la sesión y estaban desechas las ilusiones de quienes, sin importar la simpatía para con su figura, soñábamos con un desempate épico.

La senadora por Chubut, Nancy González, fue la primera después de los discursos de los miembros informantes, e hizo explotar las redes sociales. "Lo voy a votar para que nunca más volvamos al perejil, a las perchas, a los garajes clandestinos" dijo, después de preguntarse sobre qué hombros pesarán las muertes de las mujeres después de haber tenido la oportunidad de garantizarles un aborto legal, seguro y gratuito. "A diez día de ese rechazo, por un aborto mal practicado una mujer muere y seis niños quedan huérfanos. Antes era tarde; hoy es más tarde, porque las vidas de esas mujeres no las recuperamos más."

Otra de las que conmovió fue Ana Almirón, también del Frente de Todxs y de la provincia de Corrientes. Su discurso recordó la importancia de las nuevas generaciones en la política. Jurassic Park decíamos en 2018 para referirnos a los viejos conservadores, productos de otra era e incapaces de aggiornarse.

Esta sesión deberá ser puntapié para debates urgentes sobre la democratización de la Cámara Alta ¿Cómo puede ser que siga en ejercicio una persona como Menem, que hace años no demuestra ningún signo de vitalidad? Incluso habiendo entrado en coma inducido, nadie reemplazó al senador y ex Presidente. No estaba de licencia. Sólo ausente.

0 el cuasi vitalicio Carlos Reutemann que votó desde el silencio, quizás ayudado por el hecho de que la sesión fuese remota. El ex gobernador lleva atornillado en su banca nada más ni nada menos que 21 años, toda la vida de Ofelia Fernández.

En los últimos años la edad promedio de la Cámara bajó de manera considerable. Y el corte etario explica más la diferencia de votos que la división por género.

“Antes de votar esta ley me suicido” ,cuentan que dijo en un giro argumentativo insólito para un católico confeso y “defensor de las dos vidas”, el senador por Chaco, Antonio Rodas, a sus compañerxs de bloque. Pilatti Vergara, también chaqueña y del Frente de Todxs le contestó desde el recinto: "Las mujeres deciden, la sociedad respeta, la sociedad acompaña, las iglesias no intervienen”, decía un pañuelo verde que colgaba de su pantalla. “Debemos elegir cuándo, cómo y con quién maternar", dijo e introdujo con la última frase una dimensión algo más novedosa.

Otra que logró un lugar de enunciación interesante fue la senadora de Cambiemos, Gladys González, que usó la primera persona para cuestionar, desde su propia fe, a la Iglesia como institución retrógrada. “El Dios en el que creo no es un Dios que castiga, es un Dios que ama” dijo, y expuso también a la Iglesia Católica como la principal obstaculizadora de la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral.

Del otro lado, su compañera de credo y alianza política, Silvia Elías de Pérez, intentaba con el nuevo manotazo de ahogado de los celestes: apelar a la ciencia. “La ciencia ha demostrado que la vida empieza en el momento de la concepción”. Más temprano, en conferencia de prensa, adelantó que harían presentaciones judiciales para pedir la inconstitucionalidad: “Si el proyecto es Ley, será un juez de la Nación el que termine resolviendo”. Lawfare al palo, podría haberle respondido la presidenta del Senado, que en cambio optó por el perfil bajo en una sesión que de todas maneras no dejó de tenerla como protagonista.

La hora del hechizo

Alrededor de las 21, ya con ventaja asegurada, la luna llena anaranjada podía verse sólo desde los balcones privilegiados del Palacio. Atrás quedaba ese nudo de nervios y el conteo frenético de votos porque lxs indecisxs optaron, todxs, por el sí. ¡Vaya trabajo de cabildeo y estrategia para garantizar una victoria holgada!

El pronóstico de lluvia se evaporó junto con los peores augurios y la noche se mantuvo así, eclipsada por un cielo especial para las brujas.

Los palcos del recinto se fueron llenando durante la jornada hasta terminar colapsados para el momento de la votación. Desfilaron ministrxs, secretarixs, diputadxs, primeras, segundas y terceras líneas. Nadie se quiso perder el evento.

Foto: Prensa Senado

Esta cronista se debatía entre salir a la calle o aferrarse a alguna pantalla de las cercanas al recinto ante la imposibilidad de acceder a los balcones. Así recibí el resultado, entre desconocidas con las que improvisamos una ronda de abrazo con intento de distancia.

Minutos después, por un pasillo oscuro, di con la base de la explanada del Congreso, completamente vacía. Al costado de uno de los andamios que todavía cubren la fachada había una escalera de emergencia. Trepé con vértigo hasta la altura de la cúpula. Recién ahí, en la oscuridad total, en una soledad extraña, con vistas a las miles y miles que abajo cantaban entre humo verde y tambores, pude llorar.

Bajé temblando, como quien no sabe bien a qué tierra regresa. O sí, y palpita la revelación de un mundo nuevo.

Crucé a un fotógrafo que fumaba sentado en un escalón. “Si salís por acá y trepás esa escalera tenés una panorámica increíble”, alcancé a decirle, porque me daba pena que todo eso quedara apenas en mi retina y en la baja calidad de mi celular. Agradeció y encaró la tarea pero enseguida entendí que él era apenas un observador lejano de esta fiesta, de esta adrenalina colectiva que pasan las horas y no se va.

Ya de vuelta en el palacio, lxs senadorxs daban las últimas entrevistas a lxs más insistentes. Sin micrófono y lejos de la prensa, Cristina lanzó su última preocupación al encargado de seguridad que la acompañaba hacia la salida. “Decime ¿ya se llevaron al bebito ése?” Se refería al feto de papel maché gigante que estuvo toda la sesión frente al Congreso. Sí, se fue Cristina. Y hoy ese video es viral. El muñeco arriba de un trailer con un tema de José Luis Perales de fondo.

Porque a nosotras, a nosotres, nos queda el humor, nos queda la alegría, la risa, el baile. En definitiva, de este lado queda la vida (y no cualquier vida, las vidas que merecen ser vividas, gozadas, disfrutadas).

Quizá por eso podamos pensar que la victoria es inapelable. Es inapelable no porque hayamos sido más, siempre más. Es inapelable no porque hayamos ganado las calles que a veces podrían perderse. Es inapelable porque la grieta es entre alegría y dolor. Entre reparación y venganza. Entre alivio y angustia.

Vértigo

Hoy más que nunca los límites parecen borrosos y borrables. Hace un tiempo había quienes especulaban con que el feminismo la tendría difícil después de conquistar el aborto. Como si pudiera extinguirse la potencia de una lucha de más de 30 años. Pero eso de condenarnos a la finitud se lo dejamos a quienes miran de afuera, a quienes nos desearon la muerte y los infiernos.

Estos años sembramos una politicidad novedosa, tan radical como masiva que no pide permiso. Sabemos que habrá que defender la implementación de la ley, incluso más que lo que hoy monitoreamos la ILE. Del otro lado tienen un motivo amargo para organizarse y mucha sed de venganza.

Repetimos que ya hicimos de éste un país más justo. Y con esa premisa seguiremos construyendo otro continente. Otro mundo. A imagen y semejanza de nuestras vidas feministas.

Entre el cielo y la marea, el vértigo compañeras.