La herida y el cuchillo (notas para una película sobre García Wehbi)

Argentina, 2019

Dirección: Miguel Zeballos.

Fotografía: Lluís Mirás Vega, Tamara Ajzensztat, Miguel Zeballos.

Música: Marcelo Fabián Martínez.

Montaje: Valentina Flynn, Miguel Zeballos.

Intérprete: Emilio García Wehbi.

8  puntos
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Buenas noches Malvinas

Argentina, 2020

Dirección y guion: Ana Fraile, Lucas Scavino.

Fotografía: Fernando Lorenzale.

Montaje: Lucas Scavino.

Música: Sebastián Escofet, Rodrigo Sánchez.

Relato en off: Rafael Spregelburd.

Teatro espontáneo: Dolores Naón, Alan Blitzer, Alba Ermida Area, Pablo Kusnetzoff, Patricio Mango, María Luz Morcillo.

7 puntos

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¿De qué maneras decir sobre el teatro desde el cine? Los vínculos entre ambos están, la relación atrae, quizás a partir de sus diferencias inevitables. Además, si se trata de poner en escena (audiovisual) aquello que las tablas contienen, y si éste es el mundo de un autor específico, inabordable -como corresponde- en su completitud, habrá que apelar a recursos específicos del medio; esto es, del cine. Es así cómo Miguel Zeballos se adentra en el mundo de Emilio García Wehbi, a quien acompañó durante años en la producción y entresijos de cada una de sus puestas. Podría asegurarse que Zeballos se hizo invisible, que logró una familiaridad zumbona, la de la cámara que se sabe está allí hasta que los demás –menos él- la olvidan.

En este periplo, La herida y el cuchillo (notas para una película sobre García Wehbi) recopila momentos puntuales durante algunas de las obras del director teatral; entre ellas, 58 indicios sobre el cuerpo, Vértigo, Rey Lear, El grado cero del insomnio, Tiestes y Atreo. Son muchas más, pero también pareciera ser una sola, surgida desde el retrato de un movimiento continuo. Ahora bien, lo que asombra primero, y gracias a la magia imperecedera del cine, es la presencia de Gabo Ferro durante el montaje de Artaud: lengua madre. Como un fantasma venido de un más acá bien reciente.

¿Pero qué es, también, La herida y el cuchillo? Su título completo dice bien: son notas, apuntes. Seguramente insuficientes. Para hacerlos, Zeballos mira lo que la obra ofrece pero de forma inmanente, durante las horas y horas de ensayos y preparativos, que culminarán en una autocombustión de apenas un par de horas. En esas esperas, en los parlamentos reiterados, las inflexiones y gestualidades discutidas, en ese trance en el que se ve inmerso García Wehbi, es donde el film obtiene su riqueza. Más aún en su esfuerzo de sumir a todas y todos los demás en una misma alucinación. Por eso, la cámara de Zeballos se detiene y mira calma. El plano está quieto para observar al director dar indicaciones. Cuando se altera y se despide de la butaca, se sale del encuadre. Y está bien que así sea, porque es la cámara quien debe seguirle, pero sin embargo ella queda allí, a la espera de que vuelva. Y menos mal que vuelve, de lo contrario podría suponerse algo raro, más o menos peligroso.

En otras palabras, hay una energía tal en los preparativos, en la fuerza física y dicción de quienes intervienen en cada obra, que es menester que así sea. Por eso, un sentimiento punk revienta los elementos del decorado, metafórica y literalmente. Entre los lineamientos estéticos defendidos por García Wehbi, el cuerpo se expone como lo que es, bello y raro, vigoroso en sus formas parecidas y desnudez única. Capaz de hacer explotar lo que le rodea. Algo de esto recuerda al cine de Edgardo Castro, particularmente a La noche.

Así como la afrenta de García Wehbi, otro tanto sucede desde el film, no hay que olvidar que de lo que se trata, en última instancia, es de cine. Por allí se lee el nombre de Pudovkin, así como los de Bakunin y Proudhon. Bien haría el cine en rememorar y cuestionar cuáles son hoy sus lineamientos estéticos a la luz de ilustres como Vsévolod Pudovkin, devenido luego –tanto él como sus geniales colegas, Vertov y Eisenstein- sistematización ideológica de Netflix y otros. Así como García Wehbi con sus obras, el film de Zeballos se dinamita. Se construye y a la vez se deshace, en fuegos de artificio que rugen. Vale verlo al director teatral sumido en sí mismo, en hacer eso en lo que le va la vida. La cámara es capaz de apresarlo y dejarse herir por las muchas esquirlas que desprende.

En otro orden, Cine.ar ofrece también el documental Buenas noches Malvinas de Ana Fraile y Lucas Scavino. Es notable cómo la película se organiza desde una disposición de secuencias que organizan de manera gradual la propuesta, mientras dicen sobre su personaje principal. El eje de Buenas noches Malvinas está puesto en Fabián Bustos, excombatiente que reunió sus memorias en el libro Crónicas de un soldado. Sin embargo, el film privilegia primero la figura de su hermano, de visita en la isla. Mientras frecuenta lugares específicos, la voz en off (de Rafael Spregelburd) que desprende la lectura de aquellas páginas interactúa. Se sabrá más delante de cuál libro se trata, también de quién es el visitante de Malvinas.

Luego será el turno de la madre y del padre, de sus testimonios y recuerdos, encargados de enhebrar la historia de manera cronológica. Más uno de los momentos más particulares a los que la película se atreve: reunir a los dos hermanos de Fabián junto a un grupo de teatro que reelaborará sus diálogos y evocaciones. Este momento se reiterará sucesivamente, así como las demás secuencias, mientras la propuesta teatral dialoga con aquella obra maestra, también sobre Malvinas, que es Teatro de guerra de Lola Arias.

El título del film de Fraile y Scavino encontrará su razón de ser en una de las medidas desesperadas y amorosas que madre y padre llevaran adelante con otros familiares. Una emisión radial puesta en la esperanza de que las palabras de cariño llegaran de alguna forma a quienes estaban lejos. La puesta de acuerdo entre los familiares de los soldados para la acción común, para la praxis política, es otro de los ejemplos mayúsculos de una sociedad a la altura de las circunstancias, que sobrevive como puede al disparate asesino ofrecido por la última dictadura cívico-militar.

El corolario del film lo brinda de manera privilegiada la figura y palabra de Fabián Bustos. Y da forma final a una película precisa, que cuenta su historia de manera cercana, sensible, con la capacidad de decir mucho a partir de una historia de vida que es también la de todas y todos los que le rodean y quieren. En suma, la de una sociedad. Tantas veces atenta, tantas otras necia.