Durante diez años Mía Fedra se alejó del deporte. Guardó sus raquetas de tenis y cambió las zapatillas deportivas por los tacos. Decidió tomar distancia para por fin completar su transición, abandonar la estética andrógina y empezar a identificarse con el género femenino. Hoy es la primera tenista trans de la Argentina, representa al Club Darling y compite en Seniors +35. 

“Soy la número 3 del ránking y todos los años clasifico al Mundial de mi categoría. El tema es que no tengo la plata para viajar, y mi lugar lo termina ocupando otra. Mi meta es poder jugarlo algún día”, comenta sobre su presente en el tenis. En el pasado quedó el circuito masculino, que abandonó cuando empezó a trabajar como modelo y relacionista pública en boliches, y su vida dio un giro de 180 grados: “Es una etapa de la que no me arrepiento. Me ayudó a tomar distancia para ver las cosas con más claridad. La gente me dice que perdí diez años de mi vida, pero yo pasé buenos momentos, encontré un círculo de contención. Lo malo de todo eso fue que empecé a drogarme y eso me perjudicó mucho”, se lamenta. 

Después de renacer y volver a sus raíces, ahora sueña con lograr que las chicas trans hagan deporte y salgan del círculo de la noche. “Nosotras tenemos muchos problemas de salud y recién estamos despegando de eso. Cuando estás inmersa en la noche, mirás para adelante y no ves una luz al final del camino. En cambio, el deporte es todo lo opuesto a eso, te da la oportunidad de vivir de día, plantearte objetivos. Cuesta un poco más de esfuerzo, pero ves un futuro. Que te den un empujoncito, te impulsa a salir”, asegura.

--Empezaste a jugar al tenis en el Club Village, en Adrogué, cuando eras muy chica. ¿Cuál es tu primer recuerdo?

--La primera vez que fui, éramos un grupo de diez en la cancha y yo no tenía experiencia en deportes en grupo. Pero me pareció que era fácil. Hacíamos juegos, pero yo quería ganar, sentía lo mismo que siento hoy cuando tengo un partido. En esa época yo creía que me tenía que sacar un diez en todo para que no me discriminaran, así que lo primero que sentí, fue eso, competencia.

--A los 17 decidiste dejar de jugar. ¿Esta decisión tuvo que ver con lo que estabas atravesando con tu sexualidad?

--Sí, yo no quería hacer un trabajo físico y de fuerza tan arduo porque ya sabía lo que quería para mí. Tuve un desencanto con el tenis porque empecé a pensar que todo lo que había jugado había sido en vano. Sumado a eso, empecé a trabajar en la noche, me contrataron de Much Music y dejé de entrenar. En ese momento, yo ya había empezado a buscar a Mía. Me producía, salía vestida de chica.

--¿Y cuál fue el clic que hiciste para volver a las canchas?

--Yo cada vez me sentía peor. Estaba cansada, tenía narcolepsia, dormía todo el día, entonces decidí volver a las raíces. Me avisaron que había un profesorado de tenis en Zona Sur, en el Club Regatas de Avellaneda, y decidí mudarme para allá otra vez. Le dije a mi viejo que me iba a anotar y que iba a volver a jugar.

--¿Qué cambió en tu vida a partir de la Ley de Identidad de Género?

--Cuando salió la ley, se me acabaron las excusas para no entrenar. Me puse contenta y entendí que me tenía que poner las pilas porque era el momento. Gracias a la Ley de Identidad de Género pude volver a jugar al tenis.


--Contabas que tuviste que acostumbrarte a otro juego, al juego de las mujeres. ¿Te costó?

--Pensé que me las comía crudas cuando empecé a jugar, y me llevé una sorpresa: me eliminaron súper fácil en mi primer torneo. Yo había perdido un montón de tiempo de entrenamiento y ellas habían avanzado un montón, entonces me di la cabeza contra la pared, fue un trabajo de cero. Además, también tenía recaídas en la noche: me faltaba plata para pagar los entrenamientos, entonces buscaba alguna discoteca para trabajar y al otro día no servía para nada. Me costó un montón de años poder separar la noche y el día.

--Hace un tiempo conocimos la historia de Mara Gómez, la primera jugadora trans del fútbol argentino. ¿Qué te generó que finalmente pueda jugar en la Primera División femenina?

--Me súper emociona lo de Mara, por lo que significa en sí ese deporte. Marca un antes y un después, es como decirle a los tipos: bueno, se acabó. Sirvió para eso, para darles un baldazo de agua fría. Fue un clic al machismo.

--En tu caso, ¿cómo fue el trámite de aceptación en la Federación Argentina de Tenis?

--Simplemente fui a cambiar el nombre del certificado del profesorado para poder dar clases como Mía. Pregunté si podía competir y me dijeron que sí, no me miraron para ver si era travesti. Yo fui con seguridad, llegué toda producida, les di el DNI y pedí el cambio. No les di mucho tiempo para pensar en lo burocrático, me apuré. Como siempre estoy con tratamiento de endocrinología, sabía que si me llegaban a pedir un estudio hormonal, iba a poder presentar un papel. Pero ni siquiera me planteé eso como una posibilidad.

--¿Qué le dirías a esas personas que piensan que podés sacar ventaja al jugar con mujeres cis?

--Que estamos en igualdad de condiciones, porque el tenis no es un deporte de fuerza. El tenis es un juego de estrategia, se juega con la soltura del brazo, es todo una cuestión de técnica. Las que me ganan, lo hacen porque juegan mejor que yo; y las que no, pierden porque yo hace 30 años que juego al tenis. En la cancha se ven los pingos.

--¿Y a una chica trans que sueña con hacer deporte pero no se anima?

--Le diría que se puede, que es más sano y menos nocivo. Que nosotras hagamos deporte sirve como granito de arena para la causa, para lograr la inclusión, mostrar buenos ejemplos es mostrar que somos útiles para la sociedad.

* Ornella Sersale.