A la distancia, en un año en el que ni siquiera pudo venir a su patria chica de adopción, donde fundó su familia y ejerció la militancia política y social, el militante peronista y dirigente piquetero Juan Domingo "Cacho" Javier, presentó su obra, en la que cuenta sus inicios en Villa España, Berazategui, provincia de Buenos Aires, la detención y torturas que padeció, los homicidios y desapariciones de compañeros, su exilio interno, la lucha social en el norte salteño y la continuidad de la acción política, que sigue. 

"El planteo del libro es contar lo que yo padecí como militante. En segundo lugar, lo hice como un aporte a generaciones futuras para que también se sepa qué pasó en los 70", explicó. Javier también quiso mostrar la postración del norte salteño, donde "los reclamos siguen siendo los mismos y la problemática que tiene económica y social sigue siendo la misma" de aquellos años en que llegó huyendo del terrorismo y trasladó su militancia a ese territorio.

Relato militante se editó hace dos meses y fue presentado como despedida de año en el Consejo del Partido Justicialista de Berazategui. Desde su despacho, el intendente Juan José Mussi, informó que se había promulgado la ordenanza 5911, por la que el Concejo Deliberante declaró a esta obra de “interés educativo, cultural e histórico”. Javier esperaba poder presentarla en Tartagal, pero hasta ahora la pandemia no se lo permitió. De todos modos, el libro puede adquirirse escribiendo al autor. 

Javier llegó a Tartagal a los 23 años, el 5 de mayo del 77, luego de ser detenido y torturado. Para entonces el terrorismo estatal ya había causado la muerte de compañeros en la JP de Villa España. El primero fue Rodolfo Pereyra, a quien "mataron delante de toda la familia”. Instalado en el norte salteño supo de la desaparición de su mejor amigo, Julio César Acuña, y desapareció también el maratonista Miguel Sánchez, en cuya memoria se hace la "Carrera de Miguel". La lista de desaparecidos sigue, Víctor Ávila, Carlitos López

Nacido en el seno de una familia obrera que sufrió la persecución al peronismo, con Unidad Básica en casa, Javier recuerda esos años en su obra, "desde mis inicios, mi nacimiento, mi familia, lo que padecimos, lo que se padeció en la década del 60, parte de la 70, secuestros, torturas, mi exilio interno a Tartagal”. 

En esta ciudad el exilado vivió primero de incógnito. "La composición de Tartagal es muy difícil. Está el Regimiento de Monte 28, está Gendarmería, la Policía de la provincia, la Policía Federal, o sea que es una comunidad que el que no tiene un amigo tiene un hermano, y el que no tiene un hermano tiene un pariente, pero la mayoría están emparentados con las fuerzas de seguridad".

En 1983, cuando se habilitó la actividad política, Javier volvió a la militancia, sin embargo, su nombre trascendió a nivel nacional en mayo de 2000, cuando fue el vocero del segundo estallido social en el norte salteño, ahogado por las políticas de ajuste y privatizaciones. Todas estas vivencias se cuentan en el libro. 

El centralismo de Salta y los Valles 

Javier habla de Tartagal con agradecimiento. “Ahí fue donde pude después del 86 empezar nuevamente a ejercer mi militancia activa, ya dejando de esconderse uno. Empecé a participar dentro de la problemática que tenía Tartagal, que tenía Mosconi, Aguaray, el departamento San Martín y la zona, una zona muy castigada, muy descuidada, muy olvidada, no solamente por el poder central salteño, sino también por sus dirigentes. Hasta el día de hoy tiene un vacío terrible dirigencial y de corrupción, por eso está tan postrado y tan mal", aseguró. Fiel a su historia crítica, sostuvo que los cargos electivos, "son más una empresa para satisfacer muchas veces las necesidades económicas personales que atender el problema de la zona".

Sobre los reclamos que llevan años, señaló la falta de agua. "Y al no tener agua también jode en el desarrollo de la zona", recordó que hablaban "mucho del desarrollo de la zona a través de los productos regionales", pero nunca tuvieron "asistencia por parte del gobierno provincial, ni de (Juan Manuel) Urtubey, ni de (Juan Carlos) Romero y mucho menos de (Roberto) Ulloa”. Tras recordar la experiencia del corte de ruta de 15 días en General Mosconi en mayo de 2000, destacó que denunció "el abandono de la zona" y "tuve mis consecuencias, me aislaron, me difamaron, bah, como actúa siempre el poder”. "El poder tiene todo el tiempo del mundo, tiene la justicia. Me iniciaron causas por cortar la ruta”.

En el mismo sentido memoró que a pesar de que a partir del 83 militó en el PJ acompañando a los candidatos designados por el congreso partidario, "nunca dejamos de ser los zurdos, montoneros, subversivos, así estemos dentro del Partido Justicialista". 

"Las expectativas que tenía la gente con respecto a sus problemas, los problemas que tenía la zona, nunca se evacuaron porque los dirigentes que aparecieron a partir de 1983 hasta ahora nunca miraron realmente las necesidades que tenía la gente. Siempre fueron mano de obra barata para el centralismo salteño para trabajar para que se desarrollen ellos y los Valles porque el norte no figura ni en la guía de turismo". Dijo que por eso, agradece "profundamente a la comunidad de Tartagal" porque le permitió sobrevivir de un genocidio, pero no está "tan agradecido con la dirigencia política de Tartagal". 

Peronismo de Evita 

En opinión de Javier, "nadie quiere abrir" la página de la historia de los 70. "Nosotros que somos los sobrevivientes de un genocidio, de alguna manera o lo expresamos a través de un medio de prensa o a través de un libro o lo expresamos de boca en boca todos los días para medianamente contrarrestar ese embate que hay de la sociedad argentina respecto a nosotros, sacarnos ese tilde de subversivo, esa palabra que le dio origen a estos militares como para que cometan un genocidio". 

Y explicó el peronismo del que se siente parte. "El peronismo que yo llevo adentro es el que hemos mamado en el 70 que es el peronismo evitista, el peronismo de Evita, ese es el que nosotros alzábamos. Y las generaciones de hoy, que nos sucedieron a nosotros, no tienen mucha información sobre ese tema, porque los medios hegemónicos se encargaron hasta el día de hoy de destruir toda la historia. Me parece que pasa por ese lado el libro, un poco que sea ese tipo de aporte. Y por el otro lado, que sirva también para el norte, para Salta, que comprenda de una vez por todas que sus dirigentes no son los dirigentes que ellos sueñan y piensan que les van a cambiar la vida". 

Testigo clave

En 2010 Cacho Javier fue uno de los testigos clave en el juicio a los coroneles retirados Carlos Alberto Arias y Luis Angel Gaspar Zírpolo, por el secuestro y la desaparición del escribano Aldo Melitón Bustos, cometido en febrero de 1978.

“Veo como se lo llevan a Bustos. Y veo quiénes se lo llevan”, recordó. Javier declaró en el proceso oral a pedido del abogado David Leiva, que fue querellante. “Era un deber moral más que nada testimoniar en esa causa por tantos compañeros desaparecidos y muertos, yo pienso que lo menos que podía hacer yo que había visto el secuestro es poder dar el testimonio”.

Javier reforzó el testimonio del hijo del escribano, Raúl Federico Bustos, quien señaló a Arias como uno de los secuestradores. Cacho Javier recordó que un día al salir de la confitería bailable Maracatú, pasó frente al estudio de Bustos, vio el momento en que era llevado y reconoció entre los captores a "Alberto Arias, que en ese momento era teniente primero”.

Para entonces Cacho Javier ya conocía a los habitantes de la ciudad norteña. A poco de llegar, buscando pasar desaparcibido, había comenzado a trabajar en Maracatú, un lugar muy concurrido, "los sábados iban todos los tenientes, subtenientes y oficiales del Ejército" a bailar. En esa confitería conoció también a Bustos.