Hasta 2019, Breat Easton Ellis estuvo alejado del ojo público. Pasaron 34 años desde la celebridad instantánea que siguió a Menos Que Cero, una visión estilizada y nihilística de Los Angeles publicada en 1985, cuando su autor tenía apenas 21 años. El furor desatado por Psicópata americano, su tercera y más famosa novela, se ha desvanecido largamente en la historia literaria, aún incluso después del resurgimiento alrededor de la película de 2000 que protagonizó Christian Bale como su psicópata antihéroe corporativo, Patrick Bateman.

Ellis era propenso al extraño tweet malentendido, en particular durante 2012, un año clave en el que, entre otras cosas, aseguró que el actor estadounidense Matt Bomber era "demasiado gay" para interpretar al protagonista de 50 sombras de Grey, o que la directora Kathryn Bigelow estaba sobrevalorada porque "es una mujer que está muy fuerte" y, de manera aún más memorable, invitó a sus seguidores a "traer cocaína ahora" para una fiesta en la que estaba. Pero en 2019 se tranquilizó en las redes sociales. Sobrio después de toda una vida de excesos bien documentados, Ellis pareció dedicarse a un curso más tranquilo, escribiendo guiones cinematográficos y produciendo podcasts.

Entonces publicó Blanco, una colección de reflexiones sobre, entre otras cuestiones, los espacios seguros, Twitter, la histeria liberal con Trump, el movimiento #MeToo, la radical belleza de Richard Gere en Gigoló americano, Black Lives Matter, la película ganadora del Oscar Luz de luna y los frágiles millennials, a los que llamó "Generación Cobarde" y definió como incapaces de manejar las críticas. Los ensayos -y las entrevistas realizadas para promocionarlos- provocaron precisamente una batería de críticas. El diario The Guardian lo llamó "un libro insípido, sin sentido, escrito por un hombre tan furiosamente obsesionado con su derecho a decir cosas que se olvidó de decir algo". En el London Review of Books, James Wolcott apuntó el don de Ellis para "ofender a la mayor cantidad de gente con el mínimo monto de esfuerzo". Ellis estaba de nuevo en las noticias, retratado más como un gruñón de mediana edad que como un mal chico.

Ahora, a dos años de la publicación de Blanco, Ellis dice haber quedado desconcertado por la reacción. "Quedé shockeado", dice. "Era una discusión sobre estéticas, y desafortunadamente el significado quedó retorcido. Nunca lo vi como una proclamación o como un acto político. Lo entendía más como algo sobre la historia cultural. La reacción fue politizada. Fue terrible, porque yo realmente no lo sentía así, para nada. Mi novio es un millennial". A menudo se refiere a su "novio millennial", Todd, músico, en un modo que recuerda un poco al modo en el que el Capitán América utiliza su escudo para bloquear los ataques pero también como algo que puede lanzar a sus enemigos. "De todos modos, estábamos preparados", agrega. "Sabíamos que iba a enloquecer a los medios, y lo hizo. No fue nada comparado con Psicópata americano, cuando hubo protestas y gente tirando sangre en las librerías y diciéndome que mi carrera estaba terminada."

Los asuntos que describe Ellis no han desaparecido. Unos pocos días antes de la conversación, el escritor David Sedaris fue castigado en las redes sociales por leer un pasaje satírico en el que se imagina capaz de ejecutar un "despido ciudadano" con gente que da un mal serviocio. Los críticos acusaron a Sedaris de ser insensible con la situación de aquellos que perdieron sus trabajos.

"Es aterrador", dice Ellis. "Nadie está viendo las cosas como una metáfora, como algo diferente a lo que son. Mi novio millennial piensa que lo de Sedaris fue un punto de quiebre. Decía 'mi generación es tan jodidamente idiota, no puedo creerlo'. Hoy tuvimos una charla con un amigo de 25 años,  quejándose sobre los típicos cucos, el excesivo alcance de ciertos grupos".

Al decir "ciertos grupos", le pregunto si se refiere a Black Lives Matter: en White describe al movimiento como "una confusión millennial sin ningún sentido para formar una idea visual coherente o algún estilo para presentarse a sí misma". En 2020 su causa se convirtió en algo aún más urgente, con protestas desatadas en todo el mundo contra el racismo policial tras el asesinato de George Floyd en mayo que atrajeron a cientos de miles de manifestantes. "Si alguna vez fue "una confusión millennial", ciertamente no lo es ahora. ¿Qué piensa de las acciones de Black Lives Matter en 2020?

"¿Realmente creés que voy a contestar eso?", dice. "Realmente pensás que voy a tomar el tema de Black Lives Matter y decirte lo que realmente siento? No, no voy a hablar de eso. Estamos acá para hablar de Smiley Face Killers, y realmente no sé si meterme en el tema de Black Lives Matter vaya a ayudar a la causa".

Nada de eso es dicho con mal humor. Más que exasperado, Ellis es maliciosamente cauteloso sobre la línea de las preguntas. La cuestión es cuánto hay para decir sobre Smiley Face Killers, la película slasher que está promocionando. Está basada en una leyenda urbana que señala que un número de estudiantes secundarios de Estados Unidos que fueron hallados muertos a fines de los años noventa y comienzos de la década siguiente no se ahogaron accidentalmente, como señalan los registros oficiales, sino que fueron víctimas de un asesino serial. En el film dirigido por Tim Hunter, un apuesto astro del fútbol llamado Jake (Ronen Rubinstein) es perseguido por una figura con capucha y máscara (Crispin Glover, el "George McFly" de Volver al futuro aquí irreconocible), mientras su novia Keren (Mia Serafino) y su mejor amigo Adam (Garret Coffey) se preguntan qué anda mal. Ellis escribió el guión.

Crispin Glover como el asesino de Smiley Face Killers.

"Definitivamente, hubo un deseo de invertir la usual historia de horror de una mujer en problemas, perseguida por un tipo", dice. "Quería hacer de Jake el objeto de deseo y tener a la mirada masculina, o la mirada masculina gay, fijada en él". Dadas algunas de las otras proclamaciones recientes de Ellis sobre los jóvenes liberales hipersensitivos, ¿puede la película ser vista como una alegoría? "Mi novio millennial apuntó a eso, también. Pero escribí el guión hace diez años, y realmente no estaba pensando en los millennials", dice.

En estos momentos, la película tiene un score de 3,7 sobre 10 en la Internet Movie DataBase. Quizá lo más interesante del film -como con guiones anteriores, de manera más notable The Canyons, un thriller erótico protagonizado por Lindsay Lohan y la estrella porno James Deen- es que un conocido amante del cine y estilizado escritor de prosa puede ser feliz con un diálogo que trae reminiscencias del novelón adolescente. Aun considerando las complicaciones del desarrollo de una película, que puede modificar los mejores guiones, ¿es justo decir que los guiones de Ellis -él no adaptó Psicópata americano- hasta ahora han fallado en alcanzar las cumbres de sus mejores novelas?

"Sé adónde estás yendo, y no es una mirada atípica", dice. "Pero tengo una estética de alzas y bajas. Me gustan las películas slasher y las comedias sexuales. Es lo que me atrae, más que los dramas familiares o las intrigas políticas. No estoy para escribir, qué sé yo, Carrozas de fuego, películas que ensalzan el espíritu humano. No sé si yo veo esa desconexión que señalás entre mi amor por el cine y lo que me interesa escribir".

Además de la película, el escritor se ha estado enfocando en su podcast. Dice que la pandemia no hizo mucha diferencia en su vida profesional, y no salir a la calle le ha dado más tiempo para trabajar. Tiene más de 4000 suscriptores pagos en Patreon, que reciben una mixtura de entrevistas y monólogos, algunos de los cuales terminaron formando parte de Blanco. El verano pasado estuvo utilizando el podcast para serializar un nuevo libro, un trabajo semi-autobiográfico sobre sus tiempos en la escuela secundaria, que espera tener terminado en los primeros meses de este año. Las entrevistas pueden ser entretenidas, y él previamente se ha lamentado por la resistencia de las celebridades modernas para decir aunque sea algo moderadamente provocativo.

"Es muy raro que encuentres a alguien que se muestre abierto, que no esté siempre tratando de protegerse a sí mismo", señala. "Habiendo crecido en una cultura completamente diferente (la clase media alta de Los Angeles en los años setenta), nunca experimenté eso. Estuve viendo unas entrevistas de los '70 de Dick Cavett (el célebre conductor estadounidense de talk shows). La gente era tan libre. Hablaban de la gente que no le gustaba, de la gente que amaban. La transparencia es impactante. Es triste cuando ensalzamos esta noción de nosotros en la que estamos asustados de..." Se desvía nuevamente. "Asumo que vas a publicar esto con una gran foto de Smiley Face Killers". Las preguntas sobre Donald Trump obtienen una similar módica respuesta. Ellis fue uno de los primeros escritores en ver la potencia de Trump, y lo convirtió en un héroe para Patrick Bateman, un icono de los excesos del capitalismo. Pero él mismo no votó en las últimas dos elecciones, y solo dice que su novio millennial, como muchos liberales, quedó shockeado por la cantidad de votos que recibió Trump en la última votación. 

Le señalo que su reticencia a hablar del asunto es algo sorprendente. ¿No disfruta discutir todo ese asunto. "Sí", dice. "Disfruto hablarlo con mis amigos y mi novio. Y lo hago en mi podcast, en el que hay contexto, y podés zambullirte profundamente en algo. Pero en público... Dios, no. No vale la pena. Hay un punto en el que podés tomar posición y pelear contra la locura. Supongo que depende de si podés pelear con el calor que produce."

De todos modos, lidiar con el calor es algo que siempre le calzó bien. Uno de los mejores pasajes de Blanco -un libro mucho más interesante que lo que sus peores críticos señalaron- se hace cargo de la propia reputación de Ellis. El sugiere que para tener una larga carrera como escritor necesitás ser tan odiado como amado. "Para un artista, querer ser amado es un problema gigante", señala. "Vos estás ahí para expresarte. Tengo colegas que eran más amados que yo en los ochenta, y que ahora realmente ya no están en el radar. Creo que el nivel de hostilidad hacia mí, y la cantidad de veces que fui cancelado, me ha hecho ganar afecto en parte del público. No tengo problemas con todo eso. Mi novio piensa que debería salir y compartir más, pero a mí no me molesta. ¡Tengo 56 años! ¿Qué es lo que quiero hacer, ser relevante en las redes sociales? Realmente, llega un momento en el que sos el hombre viejo en el porche."

Diga lo que diga, Bret Easton Ellis no parece listo para quedarse sentado en la mecedora. No mientras los millennials anden rondando su propiedad.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

(Imagen: EFE)