En el actual sistema de producción de alimentos, la inflación hace a los alimentos cada vez más inaccesibles para una parte de la población, y al mismo tiempo, un cambio de rumbo podría mejorar la calidad de vida. Esa convicción lleva a Antonio Lattuca, pionero de la agroecología de Rosario, impulsor del programa de Huertas Urbanas en Rosario en plena crisis de 2001, a clamar por políticas públicas. “Necesitamos una dosis de bronca justa para decir basta y realmente empezar a cambiar el modelo. No se puede cambiar de un día para otro. Además, si no hay políticas activas, el productor solo no puede hacerlo. Tiene que haber un cambio en la Universidad, se necesitan políticas transversales, se creó una Dirección Nacional de Agroecología, pero su accionar tendría que abarcar todo el sistema”, considera este ingeniero agrónomo que pelea de forma infatigable para que la ciudad haga honor a su condición de pionera en la agroecología. “Si la agricultura agroecológica está bien hecha, los productos son de mayor calidad. Eso está demostrado en el mundo, los mercados que tienen más dinero y eligen mejor se vuelcan a esta producción”, expresa y pone como ejemplo que “los vinos más caros del mundo son los agroecológicos biodinámicos y muchos de los productos ecológicos, todos, si están bien hechos, tienen mayor calidad, tienen mejor aroma, mejor sabor, se conservan más tiempo y sobre todo nutren más”.

La prédica de Lattuca es para que cada vez sean más los productores de Rosario y la provincia que se sumen a esta forma de producir. “Si bien no hay un número importante de agricultores agroecológicos, ya que todavía predomina el sector industrial, todos los que hacen este tipo de agricultura están satisfechos, encuentran sentido a su vida”, describe Lattuca. Para reforzar esa idea, asegura que “la otra agricultura es mecánica, totalmente dependiente, cada vez necesitás más insumos, más dinero y estás contaminando. Todos saben que contaminan, porque hoy vos vas a una quinta de la agricultura convencional y el quintero tiene su pedacito donde no aplica ningún agroquímico. No lo hace de malo, sino porque no conoce de otra manera cultivar a gran escala”.

La existencia de la Unión de Trabajadores de la Tierra y el Movimiento de Trabajadores Excluidos Rama Rural muestra a un nuevo actor social que replantea la producción de alimentos. Esa propuesta está “en el aire, hay mucha gente que quiere, pero no sabe cómo, y lo que no hay es una decisión política firme”. Lattuca es consciente de que no se puede negar que el cultivo dominante, la soja, es la que paga las divisas tan necesarias para el país. “Entonces, tenemos que empezar a hacer un cambio para que entren divisas de otro tipo de producción”, propone y llama a “generar un horizonte como país”. Cree que por allí pasa también una solución macroeconómica, ya que cada vez más países valoran la agroecología. 

“La pandemia nos muestra al desnudo la concentración de todo el sistema alimentario. Son pocas empresas las que manejan todo"

Según su mirada experta, el país tiene “el know how para hacer el cambio de inmediato” en la horticultura. Pero también cree que se puede ampliar al ganado y a la agricultura de gran escala. Como ejemplos trae el emprendimiento Mate, de Adelia María (Córdoba), como así también la granja Naturaleza Viva, de Remo Vénica, cercana a Reconquista. “Hay experiencias que se podrían hacer más grandes, pero necesitamos una política de apoyo para la gente que no está convencida, hace falta un período de reconversión, darles dinero para que hagan cultivo de cobertura en el primer año, para mejorar el suelo, y así después podemos ver de qué manera le damos valor agregado a la producción”, plantea Lattuca.

Ante la necesidad de formación, que la pandemia dejó al descubierto, este ingeniero agrónomo resalta la alta demanda que tienen las propuestas que realizan desde el Colegio de Agrónomos, que integra. “Necesitamos que la Universidad, el INTA y el CONICET estén al servicio de esto. Actualmente, solo un 10 por ciento se dedica a este tipo de producción que cuida al planeta y un 90 por ciento a la industrial. Eso hay que cambiarlo, porque si no, estamos sonados”, considera.

No es una especulación: la forma de producción de alimentos hegemónica es cuestionada en todo el mundo. “La pandemia nos muestra al desnudo la concentración de todo el sistema alimentario. Son pocas empresas las que manejan todo y entonces es imposible poner precios justos para el agricultor y el consumidor. Es necesario empezar a hacer un proceso de descentralización, de una producción más local”, afirma sobre la urgencia de este cambio y recuerda que ese tipo de reconversión “ahorraría energía, que hoy es una de las cosas que calienta el planeta. Y abarata costos, porque hoy el traslado es caro, los fletes son muy caros. Al mismo tiempo daría mano de obra local, ya que hay mucha gente que desocupada en los pueblos”, sostiene. Para mostrar que no es una propuesta sin antecedentes, Lattuca remite a la experiencia de producir y procesar trigo ecológico con la cooperativa FECOFE. “Eso se podría hacer en todos los pueblos. Lo mismo con el tema de leche, ahora que el INTA sacó unas ensachetadoras para producir leche en sachet a pequeña escala”, sostiene.

"Necesitamos políticas más activas de apoyo y no solo del municipio, sino de la provincia y la Nación, para ayudar a los agricultores"

Lattuca pone el énfasis en la inequidad del actual sistema de producción de alimentos. “Antes de la dictadura en todos los pueblos había cremerías, lugares donde se hacía queso y leche, pequeños mataderos y molinos. Después se vino toda la idea de que necesitábamos no sé qué cosas especiales para hacer todo eso y se vino la concentración. Lo más irracional es la leche, que viaja desde donde se capta, va a La Serenísima a Buenos Aires y vuelve. Al productor le quedan dos mangos, la calidad no es buena y se podría hacer eso en cada lugar. Fueron desapareciendo los tambos”, describe.

Por eso, reclama que Rosario mantenga su tradición. “Necesitamos políticas más activas de apoyo y no solo del municipio, sino de la provincia y la Nación, para ayudar a los agricultores. Hay mucha tierra ociosa y además en la zona donde están las quintas, en el cinturón verde, no hay nada más. Las huertas están como separadas del mundo. Se necesita crear alrededor viviendas, escuelas, que vinculen el trabajo de la tierra con la actividad urbana”, considera Lattuca. Por allí también "debería haber también pequeñas agroindustrias que hagan los preparados que necesitamos, las semillas. Hay muy pocos encurtidos ecológicos de buena calidad, dulces de calidad, hacer todo un proceso de transformación y además transformar el lugar en un lugar turístico, atractivo para la gente". 

Su propuesta para el sector trae un neologismo: campesinizar la ciudad. “Que entre mucho aire de campo, porque la ciudad está cada vez más fría, mas mecánica, más cruel. Para relacionarnos con la naturaleza y también para urbanizar el campo, para que tenga todos los servicios, desde internet, hasta salud y escuelas agrarias. Tendría que haber un plan de ordenamiento integral para darle vida a esos lugares”.