Para el creador de Queer as Folk, aquella serie seminal sobre la experiencia gay en la Manchester de fines de los 90, todavía había deudas pendientes. Este 2020 se cumplen 40 años desde el descubrimiento de los primeros casos de SIDA en el Reino Unido y Russell T. Davies sintió que había llegado el momento de contar esa historia. “Siempre tuve miedo de no poder hacerle justicia. ¿Cómo estar a la altura de ficciones indispensables como The Normal Heart o Angels in America? Así que me tomó un tiempo pensar las cosas que todavía no se habían dicho”, contaba el pasado domingo en una entrevista con The Sunday Times Magazine. En It’s a Sin, serie estreno en Channel 4 -todavía sin fecha en Argentina-, Davies se decidió a retratar las vidas de aquellos que no estaban destinados a grandes cosas sino a disfrutar con sus amigos, a explorar el sexo y la juventud, aquellos que también atravesaron ese tiempo de muerte y discriminación, de silencio y vergüenza sin glorias ni honores. “Al contar historias sobre la aparición del SIDA, existe esa tentación de caer en el argumento de la generación perdida, de aquellos que podrían haber cambiado el rumbo de la sociedad. Pero yo quería contar la historia de quienes no tenían la ambición de cambiar el mundo sino de disfrutarlo”. 

It’s a Sin llega en el momento justo, en el centro de una pandemia que reactualiza la paranoia y los miedos que se vivieron en los 80 con la aparición del VIH. La diferencia radica en que entonces las víctimas pertenecían en su mayoría a un colectivo que la sociedad ya estigmatizaba y para el que ahora encontraba el argumento ideal. Davies descubre en esa resonancia la forma perfecta de su relato y decide recorrer las historias de sus personajes sin ceder en esa algarabía que los embriaga pese a las sombras que parecen desplegarse a su alrededor. La serie está centrada en tres jóvenes que llegan a Londres en 1981 provenientes de entornos cerrados y opresivos. El primero es Ritchie (Olly Alexander), que de alguna manera oficia de narrador, nacido en una familia de la Isla de Wight, criado entre la homofobia y el entusiasmo por las políticas del thatcherismo. El segundo es Roscoe (Omari Douglas), quien proviene de una familia de inmigrantes nigerianos, conservadores y religiosos. Y el tercero es Colin (Callum Scott Howells), el más tímido y virginal, oriundo de Gales y todavía absorto por las sorpresas que le tiene preparada la gran ciudad.

Como en la distópica Years and Years, Davies sienta las bases de su relato en los contornos históricos, que aquí resultan de la exultante Londres de comienzos de los 80, efervescente en los coletazos del glam rock, el arte de las drag queens, las proliferación de saunas, los dúos en los pubs, las camperas arrugadas, las fiestas interminables. Ese mundo temible pero cercano que resultaba del futuro proyectado en Years and Years, reconocible en esa justa deformación de la normalidad, aquí se concreta en esas alertas que minan la libertad ganada por la juventud recién llegada desde la provincia, dispuesta a celebrar su comunidad en un “palacio rosa” en el que pagan poco alquiler y nadie los mira de reojo. Vendedor de ropa masculina, conductor de colectivo, maestro de ceremonias, aspirante a actor, cada uno modela su identidad en esa tensión entre la represión familiar y el desenfreno que propicia la ciudad anónima. “A menudo estos jóvenes eran retratados como villanos, monstruos o criminales, porque había algo de irresponsabilidad en el deseo de acostarse con todo el mundo. Yo quería mostrar que eran justamente eso, jóvenes, que tenían deseos, miedos, y que de alguna manera no querían ver lo que pasaba”.

La exploración de la negación, tanto de la misma comunidad gay como de la sociedad que decide ocultar la enfermedad en sus diferentes estratos, es uno de los aspectos interesantes de la serie, sobre todo en el contexto actual. Cuando una pareja de amigos de Colin, dos hombres que conviven hace 30 años –uno de ellos interpretado por el genial Neil Patrick Harris-, se enferman, uno de ellos es literalmente secuestrado por su familia de regreso a Portugal y el otro queda confinado al abandono en una sala de hospital. Cuando Jill (Lydia West) quiere saber más sobre esa enfermedad que afecta a sus amigos, el médico que la atiende le pregunta: “¿Por qué yo debería saber de eso?”. ¿Qué era ‘eso’ en ese entonces, cuando la palabra SIDA no existía? ¿Un cáncer que afectaba a los gays? ¿Una variante de la tuberculosis? ¿Una nueva forma de la psitacosis transmitida por las aves? “Era como si todo lo que la gente siempre había dicho sobre nosotros ahora encontrara la forma de un virus. Nosotros nos convertimos en la enfermedad. En algo feo, sucio y peligroso”.

Tanto en la pionera Queer as Folk como en la reciente A very English Scandal, Davis desmontó muchas de las habituales representaciones de la vida sexual, las fantasías y los imaginarios presentes en la comunidad gay. Sacudir los prejuicios no era suficiente. El espíritu de Queer as Folk consistía en celebrar los códigos compartidos, en dotar a sus personajes de humor y humanidad, en recrear su goce sin justificaciones. De la misma manera, las zonas oscuras que asomaban en el Jeremy Thorpe de Hugh Grant lo corrían del estereotipo del político liberal en el clóset y lo hacían tan ridículo y patético como siniestro. En It’s a Sin, Davies devela no solo la emergencia de la estigmatización que acompañó a la propagación del virus sino también la negación en las familias, el desconcierto en los amigos, la ausencia de políticas de sanidad desde el gobierno conservador, las acusaciones encontradas, el silencio interminable. “Quizás parezca ridículamente positivo pero siento que el mundo ya está lleno de odio como para sumar un poco más. Hay mucha gente enojada y yo quería mostrar lo contrario, que incluso ante el miedo y el abismo podía hacer una serie con alegría y humor”. 

El abismo apareció hace algunos años en la vida de Russell T. Davies. En 2018 perdió a su pareja de 20 años debido a un tumor cerebral. A sus 57 años la escritura sigue siendo su pasión permanente y la televisión su amor incondicional. “Escribir es un proceso de permanentes desilusiones” es una de sus célebres declaraciones. De su pluma también nació la reinvención de Doctor Who hace algunos años, y ahora la perfecta clausura para la trilogía que podrían formar Queer as Folk y la miniserie Cucumber en 2015 sobre la narrativa gay contemporánea. Su tono sigue tan histriónico y colorido como siempre, sus personajes todavía bañados de la inconsciencia de la pubertad, de los sueños posibles y las amistades entrañables; sus diálogos punzantes e ingeniosos, nacidos de la euforia de aquel momento y de la conciencia del presente. Es la pieza que faltaba en el rompecabezas de su propia historia, el cierre perfecto de esa memoria obligada.