En una final "brasileña" que muchos argentinos miraron de reojo, Palmeiras derrotó agónicamente 1-0 al Santos y se consagró campeón de la edición 62 de la Copa Libertadores, en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro. El único tanto lo marcó el ingresado Breno Lopes a los 99 minutos de una final deslucida y con pocas situaciones de gol.

Pese a la pandemia de coronavirus, el encuentro se jugó con presencia (escasa) de público en las plateas y tuvo arbitraje del argentino Patricio Loustau. Antes de la final, una feroz pelea entre hinchas de Palmeiras y Corinthians en las inmediaciones del estadio provocó la muerte de una persona, en tanto otra resultó herida de bala.

Luego de haber eliminado a River y Boca en semifinales, respectivamente, Palmeiras y Santos disputaron una aburrida primera etapa, con muchas precauciones defensivas y nulas llegadas a los arcos.

El Verdao jugaba a lo que más le gusta (o le sale), que es esperar agazapado con mucha gente a partir de mitad de cancha y, una vez recuperada la pelota, salir de contraataque. Así las cosas, el único que inquietaba un poco era el mediocampista Rony.

Por su parte, Santos también presentó un esquema cauteloso que no ayudaban al talentoso Marinho ni al movedizo venezolano Jefferson Soteldo, ambos prácticamente aislados y con pocas apariciones.

Fue todo tan chato y tedioso que hasta el VAR estuvo de adorno: no intervino en los primeros 45 minutos, y no lo haría en la segunda parte.

Ya en el inicio del complemento, la jugada de mayor peligro la protagonizó Palmeiras con Menino por derecha, cuyo centro no pudo ser conectado de cabeza por Rony. 

En la réplica para Santos, Marinho lanzó desde la izquierda un centro en cortada y el defensor Verissimo, en plena posición ofensiva, se desprendió de su marca y solo ante Weverton cabeceó mal y desviado.

El encuentro seguía muy friccionado y sin emociones. Hasta que promediando el complemento, Soteldo afiló un poco más su gambeta, Santos insinuó un poco más y llegó con riesgo dos veces en una misma jugada. La primera, un remate de Marinho desde fuera del área, fue conjurada por Weverton, y en el rebote Jonatan a la carrera la mandó por encima del travesaño.

El partido se extendía acaso innecesariamente, porque era evidente que ambos buscaban la gloria en la definición por penales. Y entonces ocurrió el milagro del gol. El picante Rony lanzó un centro exacto, el ingresado Breno Lopes le ganó las espaldas a su marca y de cabeza sometió a John, para decretar a Palmeiras como nuevo monarca de América, segunda oportunidad en que el Verdao levanta una ansiada Copa Libertadores, en una final aburridísima que River y Boca debieron ver por televisión.