Facundo Rivera Alegre tenía 19 años cuando desapareció en la ciudad de Córdoba, el domingo 19 de febrero de 2012. Había ido a un baile donde se tocaba cuarteto y nunca regresó a su casa. En 2015, la Justicia -en un proceso que la familia denunció plagado de irregularidades y amenazas- declaró culpables de homicidio doblemente agravado a dos jóvenes del barrio Maldonado. La investigación se detuvo. Años después la historia es llevada al teatro en La ilusión del rubio, del cordobés Santiago San Paulo, con dirección de Gastón Marioni y actuación de Martín Slipak.

Por ahora se la puede ver online en el canal de YouTube del Teatro Nacional Cervantes. Del 11 al 14 de febrero se la podrá apreciar de manera presencial, como parte del ciclo "El Cervantes en la Biblioteca". Las funciones serán gratuitas en la explanada de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502), con reserva previa. Este es uno de los 21 textos seleccionados en el marco del certamen Nuestro Teatro.

Para su puesta en escena, intérprete y director coinciden en que fue esencial tener un encuentro virtual con el dramaturgo y la mamá de Facundo, Viviana Alegre. Fue, de hecho, el puntapié inicial del montaje. "Queríamos ser respetuosos de la imagen y la vida de Facundo. Resultó conmovedor escuchar la voz de una madre que no ha parado un minuto de preguntar dónde está su hijo", cuenta Marioni a Página/12. Hace poco viajó a Córdoba -donde este caso es emblemático-. La pudo ver en persona y recorrer el barrio Juniors, de donde era la víctima. "Conocí la casa de Facundo, la plaza a la que iba, el monolito que le hicieron."

El germen del texto, detalla San Paulo -el autor-, es un poema que escribió para leer en la movilización del séptimo aniversario de la desaparición del chico. Contenía "la voz ficcional" de Facundo, igual que La ilusión del rubio, en la que es el único personaje. La obra fue escrita especialmente para el concurso oficial. "Fue sanador en tiempos de pandemia estar abocado a un proyecto durante 20, 25 días, en los que salía en bicicleta a recorrer los barrios. Muchas cosas que están en la obra son comentarios de Viviana, familiares y amigos de Facundo y de otras víctimas de gatillo fácil. En Córdoba hay un índice muy alto, también de desapariciones", relata San Paulo, actor, director, docente y miembro de Zeppelin Teatro, grupo abocado a la historia y la política. "No llegué a conocer a Facu. Tengo una amistad con Viviana y lo conocí a través de ella, que conserva su ropa, su cuarto, sus muebles. Que lo sigue esperando", añade.

"Este es mi cuerpo, se sabe dónde está. Voy a intentar interpretar a Facundo a mi manera", anuncia Slipak para después aclarar que no tiene acento cordobés. Se pone una gorra y una chomba de Kevingston; tiene un arito en la oreja izquierda y el pelo decolorado desprolijamente. El Rubio del Pasaje, le decían. Facundo, como un ánima en el cuerpo de Slipak, se define como "medio alto, medio rubio, medio morocho, medio humano". "La Justicia dice que dos pibes del barrio Maldonado me limpiaron, pero yo estoy acá. No me enterraron, no me entregaron a mi familia. La verdad se la adueñan unos y otros. Los medios dijeron que trabajaba de mula en el recital", narra al comienzo.

La ilusión del rubio no es del todo una obra de teatro documental. Entre "la biopic y el relato testimonial" -en palabras del director-, enlaza realidad y ficción, hay teatro dentro del teatro, y no demasiado interés por plantear exhaustividad en los datos o recargar con ellos. El sustento del espectáculo no es tanto la información como la terrible idea de que Facundo es un desaparecido en democracia, y la versión que está en primer plano es la que su mamá viene defendiendo hace mucho tiempo: que la Policía provincial, que solía detener seguido a su hijo por "tonterías", es responsable.

La obra subraya también la complicidad del gobierno provincial en el hecho -la familia pidió audiencia varias veces al exgobernador De la Sota y jamás fue recibida- sin dejar de poner la mira en el espeso ámbito del cuarteto. En la vereda opuesta, la línea de la Justicia es que la desaparición de Facundo responde a un ajuste de cuentas vinculado al mundo del narcotráfico.

"Son muchos los desaparecidos en democracia", advierte Facundo. Y él no es el único desaparecido de la obra: nombra a su tío, Marco, uno de los 30 mil. En el espectáculo Facundo es un fantasma que visita personas, se mete en sus sueños y las molesta con su verdad. Porque, asegura, no se va a callar, como su mamá. Por ejemplo, en un momento va a ver a Damián Córdoba, el músico que tocaba en la bailanta el día en que desapareció. "El Guacho", tal su apodo, declaró en el juicio y negó haberlo conocido. La obra afirma que se conocían ("que me tengan presente los que se lavaron las manos"). El texto también recuerda que la propia familia del joven pidió la absolución de los hermanos Rearte, los presuntos culpables, porque quiere a "los verdaderos".

A pesar de lo doloroso del tópico y su carácter de denuncia, La ilusión... presenta otro tipo de rasgos personales de Facundo que le restan solemnidad. Tenía una hija, Rocío. Era fanático de Boca y de Palermo, a tal punto que tenía un perro así llamado. Solía hacer trabajos de albañilería. Escribía letras de canciones en un cuaderno. Soñaba con ser cantante. "Quisimos poner en escena un cuerpo lleno de vida y futuro", explica Marioni. "Era divertido, bocón, llamaba la atención", evoca San Paulo. Slipak logra construir, en medio de toda la seriedad del asunto, a un chico como cualquier otro, con la energía típica y desbordante de esa etapa de la vida, incluso muy alegre. A veces habla desde un costado del escenario con un micrófono. A su lado hay un montículo de tierra. El resto del monólogo es dicho desde una plataforma de madera en la que hay sillas de diferentes modelos.

"Se está viendo mucho la obra, fundamentalmente en Córdoba. Me llegan mensajes conmovedores, me agradecen mucho. Hacer algo así se vuelve tanto actuación como causa. Trasciende el hecho de hacer una obra. Es involucrarse con un acontecimiento y un pedido de Justicia", expresa Slipak, a quien también se lo puede ver en Jauría, que aborda otro hecho real: el caso español de violación conocido como "La manada". 

Para el director fue importante no caer en el hiperrealismo: "Jugamos con el hecho de que Martín no es cordobés. No intenta imitar ni parodiar, algo que sucede muchas veces cuando se pone en escena la voz de los compatriotas del interior". También hace hincapié en las resonancias que deja el espectáculo más allá del caso puntual. "Denuncia que aún en democracia tenemos desaparecidos, como (Facundo) Astudillo y (Santiago) Maldonado. En la voz de Facundo se denuncia la falta de todos esos cuerpos."