La crisis sanitaria luce eterna pero lleva poco más de un año. En febrero de 2020 los países de Occidente comenzaron a implementar las primeras medidas para contener los contagios del coronavirus y enfrentarse al escenario de fuerte incertidumbre de la pandemia. Europa fue una de las pioneras. Desde ese momento las sociedades fueron ganando conocimiento sobre el virus e incluso muchas de las vacunas que comenzaron a ensayarse superaron las pruebas para iniciar un proceso lento pero gradual de aplicación en distintas regiones del planeta.

Las economías desarrolladas tienen la delantera en la aplicación de las inyecciones mostrando una vez más las ventajas del poder económico pero también las fallas para distribuir equitativamente de los países occidentales. Estados Unidos avanza en un programa de vacunación a un ritmo de 1 millón y medio de personas diarias y cerca de 30 millones de personas recibieron al menos una de las dos dosis necesarias para conseguir inmunidad.

La percepción de los economistas e inversores internacionales sobre el futuro del coronavirus cambio radicalmente en las últimas semanas. La efectividad de la vacuna para contener nuevas olas de contagios hace pensar que antes de mitad de año la pandemia pasará a ser parte de la historia en las potencias desarrolladas. Lo mismo que la gripe española.

La situación en los países de menores recursos es algo distinta: necesitarán uno o dos semestres más que los países ricos para alcanzar con vacunas a toda la población y poner bajo control la crisis sanitaria. Pero finalmente lograrían inmunizar a sus habitantes.

Los especialistas sanitarios todavía hablan con precaución marcando una diferencia con los economistas. Prefieren no afirmar por completo que la vacuna permitirá lograr el final del coronavirus: se desconoce si las mutaciones pueden reducir sensiblemente el grado de efectividad de las inyecciones. Sin embargo, la lectura general es que en pocos meses la pandemia dejará de ser la principal preocupación del planeta.

Esta ola de optimismo sobre la posibilidad de controlar la crisis sanitaria hace creer que está cada vez más cerca el momento de sentarse a pensar con detenimiento cómo será el mundo pos pandemia. El semanario inglés The Economist avanzó en esta dirección a través de un trabajo en el que 50 expertos de áreas estratégicas (educación, mercado laboral, medioambiente, entre otros) buscan adelantarse a las claves de la nueva normalidad.

Uno de los puntos más impactantes del informe está vinculado con el mundo del trabajo. El escenario que plantea para los próximos diez años es el cierre masivo de oficinas y de los grandes edificios corporativos. Se menciona que si bien la naturaleza humana requiere socializar no será en el trabajo porque la modalidad remota llegó para quedarse.

El modelo de trabajo mixto (algunos días en la oficina y otros en la casa) se asegura que es irreal. Nadie quiere volver a la vorágine de los medios de transporte colapsados y el tráfico abarrotado. Las grandes reuniones se harán en forma virtual con plataformas cada vez más sofisticadas y todo viaje por trabajo, congreso o reunión se limitará a lo indispensable.

Hasta este punto todo parecen ventajas. Pero las predicciones del semanario inglés en verdad son alarmantes porque la verdadera pregunta es quién va a tener trabajo para poder disfrutar de los beneficios de hacerlo en forma remota. Se asegura que la fuerza laboral tendrá una reducción dramática en los próximos diez años.

El 2021 parece ser el año de la adopción general de la inteligencia artificial para realizar tareas de menor complejidad. Las más sofisticadas comenzarán a manejarse con estas tecnologías a partir de 2024. El resultado será, según los analistas, un período de despidos globales sin precedentes que no se explicará necesariamente por la crisis económica.

La vacuna puede ser la solución a la crisis sanitaria pero el mundo tiene desafíos igual de importantes por delante si no consigue encontrar una forma más equitativa de organizarse, producir y repartir. Los progresistas italianos acostumbran a usar la parresia. Levantan una bandera con una consigna que marca maravillosamente las necesidades de la humanidad: lavorare meno, lavorare tutti, produrre il necessario, redistribuire tutto.