El 23 de febrero conmemoramos los 85 años de la publicación del libro La Teoría General del empleo, el ingreso y el dinero de John Maynard Keynes que, como lo señaló Robert Skydelsky, “es una obra de una fascinación imperecedera. Es simple y sutil, oscura y profunda”

En el último capítulo, que es un manifiesto político y social, además de incursionar en la prospectiva económica Keynes había vislumbrado la eutanasia de los rentistas. Este es un tema de una asombrosa actualidad,  ya que la persistencia de tasas de interés negativas en Europa, Japón o los Estados Unidos en estos últimos años invitan a analizarlo en la perspectiva de la vigencia contemporánea de Keynes.

La eutanasia de los rentistas, física o económica, ha sido una realidad histórica y no un hecho excepcional

La Revolución Francesa expropió a la nobleza y al clero de sus riquezas, que constituían la mayor parte del patrimonio nacional, no sólo en Francia sino en casi toda Europa del Oeste, a partir de 1789. El Estado las vendió a la burguesía naciente y en ascenso, que instruida por el evento, trató de santificar la “propiedad privada” en las constituciones políticas fundamento del Estado. 

La segunda muerte de los rentistas fue la licuación de la deuda pública durante la Primera Guerra Mundial, que ellos mismos por incuria y avaricia habían desencadenado pero esta vez fue la inflación que se encargó. 

Más tarde las políticas fiscales progresivas en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial es otra ilustración, más reciente. 

El rescate de los rentistas propulsado por Margaret Thatcher y Ronald Reagan volvió a dar una nueva perspectiva a los mercaderes del dinero. Y la dictadura en Argentina trato de hacer lo mismo con el eslogan “Achicar el Estado es agrandar la Nación”. Pero los resultados allá y aquí fueron escasos y terribles: el enriquecimiento del 1 por ciento que gana más no se tradujo en un incremento de la tasa de crecimiento del Producto. Por el contrario, la pobreza aumentó, el desempleo se hizo endémico, los problemas sociales se agravaron y magnificaron por una inercia institucional detestable.

Tasa de interés

Keynes recuerda que la ideología económica neoliberal sostiene que el incremento de la tasa de interés que cobran los rentistas se justifica por la necesidad de darles un aliciente suficiente para que incrementen el ahorro que posibilite una mayor inversión. La celebre teoría del derrame

Pero la paradoja que se observa es que la inversión es mayor cuando la tasa de interés disminuye y que las medidas de reactivación económica se apoyan en una baja de las tasas de interés. Vale decir que según la teoría ortodoxa la baja de la tasa de interés desincentiva el ahorro pero acicatea la inversión que se nutre del mismo. Una contradicción más. 

La historia económica del siglo pasado muestra que las tasas de interés real (nominal menos la inflación) fueron sistemáticamente negativas entre 1945 y 1982, período en el cual el crecimiento del Producto fue la más elevada. Durante “La Belle Époque”, reinado de los rentistas, el crecimiento fue muy bajo mientras que había tasas de interés positivas. Lo mismo puede observarse en la década del '90 cuando, luego de ajuste brutal de los salarios y tasas de interés reales elevadas y positivas, hubo un desmoronamiento del crecimiento del Producto en Occidente.

Negativas

Hoy las tasas nominales son negativas en Europa y Japón y apenas positivas en Estados Unidos y se vuelve a hablar de la eutanasia de los rentistas. Lo que Keynes enunció hace 85 años. 

Es cierto que a prima facie las tasas de interés negativas son un desafío al entendimiento o, en todo caso, a lo que intuitivamente parece una evidencia. Si el poseedor renuncia a beneficiarse de los posibles placeres que el dinero podría procurarle gastándolo debería obtener una compensación de su ascetismo. Que deba disminuir el capital para comprar bonos del Tesoro, vale decir que pague para poder financiar al Estado, que para los neoliberales es el opresor fiscalista, parece, como decía María Elena Walsh "el reino del revés", una incongruencia que quizás no sea tal. 

Keynes fue un intelectual de una sensibilidad extrema que fundó sus análisis en plena conciencia del drama moral que percibía en el proceso económico, según el cual la humanidad debe actuar en un marco de incertidumbre que complica la toma de decisiones racionales para obtener lo que necesita para la reproducción, no sólo de la economía sino de su propia vida.

Expone en el parágrafo 2 del capítulo 24 del libro mencionado al comienzo una proyección de un futuro más venturoso: “Si el ingreso proporcionado por un bien a lo largo de su vida útil cubriera solo su costo”... “este estado de cosas sería perfectamente compatible con un cierto grado de individualismo. Pero implicaría no obstante la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la desaparición progresiva del poder opresivo adicional que tiene el capitalista de explotar el valor que la rareza confiere al capital”.

Para agregar: “Por eso pensamos que una amplia socializaron de la inversión será la única manera de alcanzar el pleno empleo, lo cual no significa que sea necesario excluir un compromiso que permita la cooperación entre el sector público y el sector privado.”

* Doctor en Ciencias Económicas de la Université de Paris, Autor de La economía oligárquica de Macri , Ediciones CICCUS, Buenos Aires 2019.

[email protected]