Podría arriesgarse que los dos grandes hechos de la semana pasada serían un parteaguas en la política argentina de corto y mediano plazo.
El discurso del Presidente ante la Asamblea Legislativa y el histórico alegato de CFK tuvieron una articulación conceptual impecable, lo cual queda al margen de si se está o no de acuerdo, total o parcialmente, con ambas intervenciones.
El calificativo sobre la declaración de Cristina Fernández también va más allá de aprobar o repeler su contenido: nadie de semejante relevancia política, entre nosotros, produjo alguna vez una pieza defensivo-acusatoria de ese tamaño, en lo que técnicamente se denomina “improvisación seca” porque ni siquiera se valió de un ayuda memoria, durante casi una hora, sin levantar la vista de la cámara, con una gestualidad y estatura narrativa que está a varios sistemas solares de cualquiera de nuestros dirigentes de cualquier ámbito.
El dato objetivo del ensamble entre lo dicho por uno y otra es lo que electrizó los pelos de la oposición porque le despejó el camino, por completo, para sintetizar que el Presidente se cristinizó.
La pregunta que cae por su propio peso es si acaso aspiraban a un suicidio del Frente gobernante, con el jefe de Estado yendo en dirección inversamente explícita a la de quien lo entronizó.
La respuesta es sí, porque un Alberto que pudiera rebelarse ante “la jefa de la banda” era --y ya no es-- la apuesta central de los factores de poder.
Si se recorre la palabra presidencial del lunes pasado, habrán de encontrarse definiciones que sintonizan con lo que votó la mitad del país, en muy buena medida, aunque en otra faltó potencia para trazar de qué manera se recuperará el poder adquisitivo de los sectores populares y franjas medias.
Como el vértigo informativo y de los opineitors es enloquecedor y susceptible de provocar olvido colectivo casi instantáneo, sirve repasar los marcajes presidenciales. Textual o literalmente. Es injusto que sus muchas definiciones, repasadas a continuación en orden discursivo cronológico, queden relativizadas por el impacto de la retórica e imputaciones de Cristina. O porque a la oposición sólo se le ocurre que se escuchó a un pelele.
Éramos un país que había quedado de rodillas y debimos evitar el incendio sabiendo que otros habían terminado con el agua.
Las tácticas de la oposición fueron un asco.
Cifras del trabajo en Salud, colaboración de todos (trabajadores, empresarios, universidades, etcétera) y pedido de aplauso, de pie, para todos ellos.
Eso fue contra los que intentaron desmoralizar al ciudadano medio.
Recorrido por las medidas que se tomaron.
Reconocimiento del aumento de la pobreza y de fallas con los proveedores de vacunas.
Alusión a los privilegios de que gozaron funcionarios y amigotes, y a las críticas maliciosas por parte de quienes hablaron de Infectadura y veneno para todos.
Los medios de comunicación y las redes sociales produjeron o estimularon el verdadero veneno.
Que esa gente haga mea culpa por el país que derrumbaron y eso incluye la renegociación de la deuda tóxica que nos dejaron.
La generación y anuencia macrista, respecto de tal catástrofe, tiene cifras demoledoras.
Durísima referencia a la irresponsabilidad del FMI y, en lo interno, a la deuda contraída de espaldas al pueblo.
En adelante, endeudarse no será gratis. Y será mejor que el Fondo apoye la investigación de su barbaridad pericial, al brindarle al gobierno de Macri una asistencia históricamente desconocida.
El acuerdo al que lleguemos con el FMI deberá tomar nota de ese tópico: revisar elementos de cómo fue que concedieron un crédito regulatoriamente inconcebible.
El único apuro que tenemos (para acordar con el Fondo) es mejorar la calidad de vida de los argentinos y nunca más que endeudarse no pase por el Congreso.
La obra pública es el motor de la reactivación (lo citó en primer término al cabo del diagnóstico).
Mención (no convincente) al control estatal sobre la licitación por la Hidrovía.
Federalización de los polos productivos: la tierra en la que nace cada argentino debe ser la solución de sus necesidades básicas (anuncia diez medidas que pasan mayormente de largo, aunque es uno de los tramos estructurales del discurso).
Es imposible crecer sin apoyar crediticiamente a las pymes.
La inflación es multicausal, y estamos dispuestos al diálogo, pero no al Estado bobo.
Hay cifras macro de reparación económica y la industria ya recuperó todo lo perdido en pandemia.
Diputados: apuren la sanción de incrementar el mínimo no imponible en Ganancias, porque de eso depende que 1.200.000 trabajadores no paguen ese impuesto.
Se recategorizará a los monotributistas, que afrontaron (afrontan) dramáticamente las consecuencias de la covid.
Anuncios sobre producción industrial de cannabis. Y estímulo a Vaca muerta.
Basta del martirio tarifario macrista. Regularizar el congelamiento dispuesto en los servicios públicos. Las tarifas serán diferenciales según capacidad de pago y se proyecta la emergencia pública en el sector.
Sostenibilidad climática: el futuro será verde o no será.
La Educación es prioridad, contra los antecedentes macristas. Lo demuestra el cierre de la paritaria nacional docente, en lo coyuntural, y el impulso a mejorar la competencia digital del sector (entre otras iniciativas).
El Enacom tiene autorizado proceder contra los vivillos que administran el servicio de cable e Internet en general. No voy a permitir el negocio de unos pocos.
La soberanía marítima es esencial (pasó de largo para los escuchas presenciales).
En Seguridad, entre otras cosas, la política es no perseguir a perejiles y no tolerar shows mediáticos como utilización personal (teléfono para Sergio Berni, que también pasó de largo para los asistentes).
La lucha contra la violencia de género es una política de Estado.
Otro tanto, política de Estado, deben ser la defensa del Mercosur y la soberanía en Malvinas (referencia a la persecución de la pesca ilegal, que también pasó como si nada porque, al apurarse, el Presidente no se expresaba con el énfasis necesario).
El tramo más duro fue acerca del Poder Judicial.
* Encima de los femicidios que ignoran o de los concursos comerciales que duran años, aleatoriamente dicho, los jueces están presos de condenas mediáticas que influyen y/o engendran sus decisiones.
* Congreso: a ver si aceleran para resolver el limbo en que está el Ministerio Público.
* La Corte Suprema no puede seguir reposando en su arbitrariedad. Basta del "280" con que se remite a no explicar nada de los recursos extraordinarios que rechaza. Basta de que no haya un Tribunal Federal, acordado con los gobernadores, para sortear ese libertinaje de los supremos. E impulso al juicio por jurados (tema polémico, desde ya).
Defender los derechos de los pueblos originarios, que se llevó de compromiso el aplauso 34.
El personal militar ya fue satisfecho en sus reclamos salariales y la industria para la Defensa es estratégica.
Y para redondear, reiteración de que se dialogará todo lo necesario, pero siempre contra los intereses de "minorías ultrarecalcitrantes" que fabrican el desánimo.
A las 72 horas de esos enunciados presidenciales, Cristina produjo el testimonio que los recortó en base a la herencia macrista de sentido perversamente dirigido a sus negociados, más la influencia abyecta de medios y Poder Judicial resumida en una frase de demolición: yo estoy sentada acá y el otro está viendo partidos en Qatar.
De ese recorte, a su vez, el entramado opositor comprimió que la única cuestión es Cristina y los suyos zafando judicialmente. Y que el drama o la tragedia, debidos a los cambiemitas que usufructuaron en beneficio individual la devaluación de 2016, son tan materia opinable como la causa del dólar futuro contra los kirchneristas, que promovió la oposición.
A partir de allí se precipitaron las denuncias de unos contra otros, hasta el punto de extremizarse lo que se ve, mira, oye, escucha y lee entre los habituales fanatismos y actuaciones pastorales de medios oficialistas y opositores.
Como indica el sociólogo Ricardo Rouvier (ver su artículo en lateclaenerevista.com), el Gobierno comunicó que depende de sí mismo más que de los proyectados consensos que figuraban en sus inicios, de manera que ahora será la inevitable realidad lo que lo confirme o desmienta.
Podrá ser cierto que la batalla contra el Poder Judicial, las causas que involucran a funcionarios pasados y presentes y el match frente a los medios de comunicación concentrados les importan un pito a las grandes mayorías. Que sólo interesa que se vacune como se debe; que el bolsillo popular engorde un poco; que la inflación no haga estragos, y que “la gente” se ve muy lejos de esas disputas personales intra-judiciales y de comidilla mediática.
Pero las cosas deberían ser vistas en bloque, en cuanto a cuál es la fuerza que mejor tira para un lado o para otro (y de qué modo se la acumula). No es que con “la Justicia” y “los medios” voy para acá, y para allá con el manejo de la economía.
Lo que se condensa de todo eso es aquello que sí resulta claro: Alberto y Cristina conforman unión o unidad, como se quiera, y el Gobierno terminó de abrir todos sus frentes, con todos sus riesgos.