Hace más de 15 años, Daniela Pardo fue convocada por primera vez para formar parte de la Selección Femenina de Chile. En aquellos tiempos, los contratos profesionales no existían, las futbolistas no contaban con cobertura médica para afrontar sus lesiones y, además, jugaban con la ropa que sobraba del conjunto masculino. El panorama era bastante desolador, “mucha discriminación, muchas agresiones verbales y psicológicas sobre todo”, enumera la volante emblema de la Roja. Pero las mujeres que soñaban con vivir de este deporte dieron pelea, y entre ellas, la figura de Daniela brilló como una pieza clave del cambio. Con sacrificio, perseverancia e ideales disruptivos para la época, se convirtió en una referente de la generación dorada chilena y hoy –a sus 32 años– sigue luchando para llevar el fútbol femenino a lo más alto.

¿Cómo es ser jugadora de fútbol en Chile hoy?

–Es súper complicado. Hace 10 o 15 años se empezó a instalar el fútbol femenino en Chile y fue totalmente agresivo el recibimiento, como en muchos lugares. Esto fue cambiando a medida que nosotras abrimos la pelea, tratamos de entrar a la fuerza y no nos rendimos. Después de la Copa América 2018 (N. de la R.: fue la primera vez que se llevó a cabo en Chile), las cosas empezaron a cambiar. Siempre han tratado de opacar esta situación, de minimizar el fútbol femenino, de que sea invisible lo más posible, y gracias al trabajo y las ideas de las que llevan más tiempo, eso se ha ido revirtiendo.

¿Cómo es la situación del profesionalismo?

–Ahora hay algunos clubes que tienen jugadoras profesionales. En mi plantel creo que el 95% somos jugadoras con contrato profesional en la Federación, eso implica seguros, contratos y todo un tema legal que antes no teníamos. Los otros clubes también están tratando de hacer su parte pero es súper lento porque para ellos nosotras no generamos nada, somos un gasto. Entonces, mientras no generemos lo que generan los hombres, es muy difícil que vean al fútbol femenino como un producto, un producto más que económico, también social. Es importante que las mujeres puedan hacer lo que ellas quieran.

Mencionaste violencia verbal, ¿te tocó vivirla?

–Por supuesto, yo empecé de muy chica a jugar a la pelota y fue súper difícil porque hay mucha ignorancia en el tema: desde la mirada, las palabras, te etiquetan de que eres marimacho. También influye en tu familia: mi abuela y mi mamá nunca me dijeron que yo tenía que hacer lo que no quería hacer, siempre me dejaron ser libre, pero los comentarios van generando pensamientos en ellas. Es triste darte cuenta que no podés hacer lo mismo que hacen tus amigos hombres sólo porque eres mujer.


¿Qué creés que falta para que el fútbol sea más igualitario?

–Creo que es una cuestión de voluntad y no hablo de las jugadoras, porque nosotras hemos tenido unos 30 o 40 años de voluntad inquebrantable, sino de seguir a pesar de que todos te dicen que no y te ponen piedras encima. Fuimos súper resistentes, con una resiliencia increíble, pero necesitamos voluntad de los clubes, no sólo de las Federaciones. Necesitamos voluntad de los Gobiernos de cada país con políticas públicas que acerquen a la igualdad de género. Necesitamos una educación de igualdad, sin estereotipos, para que los niños sepan que tenemos igualdad de derechos y de sueños.

Una vez dijiste que querés que el fútbol chileno sea más competitivo. ¿Es por eso que no emigrás?

–Sí, creo que una de las grandes razones por las que decidí no irme de Chile es porque necesitamos gente acá, necesitamos gente que siga alzando la voz, necesitamos gente exitosa afuera, que ya la hay, pero también necesitamos gente de adentro. Esto no va a cambiar si en los directorios siguen puros hombres, es incomprensible que un hombre decida cuánto tiempo necesita una mujer para recuperarse, que decida si las jugadoras pueden tomarse unos días o no cuando tienen hijos. Ellos no pueden decir eso porque no saben lo que hemos pasado y si nos vamos todas las que tenemos cierta voz y responsabilidad social, esto es súper fácil para ellos. Mi tarea en Chile es incomodarlos lo más que pueda y tratar de estar hablando del tema. La idea es que el fútbol se profesionalice, por ese camino vamos, pero también que si las cosas salen mal, podamos incomodar y hablar para que se sepa.

¿Cómo ves a Argentina en ese proceso?

–No tengo contacto directo con ninguna jugadora en particular, pero sí estoy cerca de lo que está sucediendo. Me pareció terrible que jueguen la “SheBelieves Cup” sin nombres en la camiseta, es algo que nos pasó a nosotras mucho tiempo; hemos jugado con la ropa de los hombres o también hemos tenido que esperar que ellos jueguen y el tiempo que sobraba de cancha era el que podíamos ocupar nosotras. La Federación Argentina es gigante a nivel sudamericano y a nivel mundial, no les costaría nada darles el lugar que se merecen, no ocuparían ingresos. También influyen mucho los jugadores, es importante unirnos, rama masculina y rama femenina, para generar un cambio. Ellos tienen mucha responsabilidad en lo que deciden sobre nosotras. No les cuesta nada, por eso digo que es algo de voluntad.

¿Qué le dirías a las nenas que se van sumando a este deporte?

-Lo que siempre les digo: que sean lo que ellas quieran ser y que sueñen en grande. Así como una jugadora sueña con ser jugadora de fútbol, ganar un Mundial, ellas pueden soñar lo que quieran, pilotar un avión, llegar a la luna, ser doctora, sanar una enfermedad. Siempre nos tenemos que poner metas grandes porque somos totalmente capaces.