La fórmula futbolística de River es conocida, desde que Marcelo Gallardo se encuentra al mando del plantel. El traslado de la pelota a partir de triangulaciones entre sus jugadores, con pases rápidos y precisos, para generar el desequilibrio y el adelantamiento en el campo, suele ser el sello característico del equipo.

La curiosidad de este ciclo se centra en lo difícil que se le hace a River imponer su estilo en los torneos locales, de los cuales no ha podido obtener ninguno. Las definiciones directas con un adversario son su fuerte, pero en los certámenes extensos no. El que tuvo más a su alcance fue la Superliga del año pasado, que terminó ganando Boca en la última fecha.

El nivel que River exhibió ante Racing estuvo muy lejos del que ofreció el 4 de marzo pasado en Santiago del Estero, cuando lo goleó sin inconvenientes en la final de la Supercopa Argentina. Si bien intentó y buscó permanentemente tener la iniciativa del juego, no pudo plasmar superioridad sobre el conjunto de Avellaneda.


Los jugadores más creativos de River, entre los que se encuentra el trío que integran De La Cruz, Palavecino y Julián Alvarez, no se conectaron con continuidad, y el circuito ofensivo se vio resentido. El dominio fue mayor cuando se quedó con un hombre de más, desde los 13 minutos del segundo tiempo por la expulsión de Juan Cáceres, y si bien convirtió a Arias en figura, no pudo romper su resistencia.

Racing es un caso particular. El equipo es capaz de cumplir una actuación convincente, y al partido siguiente otra desconcertante. El veterano Ignacio Piatti jugó por primera vez desde el inicio en el torneo, y más allá de que tuvo algunas intervenciones interesantes, dejó en claro que está lejos de su mejor nivel.

El que tuvo una buena participación fue Leonel Miranda, encabezando los ataques con criterio, y bien acompañado por Tomás Chancalay. El diseño del equipo de Pizzi no termina de definirse, y por momentos se lanza con mucha gente hacia el campo rival, mientras que en otros pasajes decide esperar en su terreno el error del rival.

El presente exitoso de Enzo Copetti es la mayor expectativa que tiene el equipo, a quien busca en cada intento después de cruzar la mitad de la cancha, sobre todo con desbordes por los costados y lanzándole la pelota al centro del área. El resto no aporta la profundidad necesaria para poder exigir al arquero rival. Armani, precisamente, tuvo un encuentro tranquilo, en donde apenas tuvo que esforzarse en la primera parte.

Los cambios que intentaron los dos entrenadores no le dieron el resultado esperado, y de esa manera el espectáculo se fue desluciendo a medida que se acercaba el final. La molestia de Gallardo al borde de la cancha era una imagen que transmitía la producción que había tenido su equipo. Del otro lado, se reclamaba el desenlace con insistencia, teniendo en cuenta que sumar un punto con un hombre menos durante más de media hora, no era observado con desagrado.

La mitad del campeonato llegó con los dos equipos sumergidos en la irregularidad, y tratando de insertarse en el grupo de los cuatro primeros que quedarán clasificados a los cuartos de final. River y Racing tienen varios puntos que replantearse para que el horizonte sea más claro, en cuestiones futbolísticas que no terminan de consolidarse en el campo de juego, y que no los logra ubicar como dos equipos ejemplares.