Es inconcebible que los endeudadores seriales intenten justificar el descalabro que hicieron con la deuda externa. Cuando en su discurso del 24 de marzo pasado Cristina Fernández de Kirchner puso en el centro de la discusión política a la deuda, como la pesada herencia económica que dejó la dictadura militar y que luego replicó con enorme irresponsabilidad y en mayor magnitud el gobierno de Cambiemos, la denominada “mesa económica” de Juntos por el Cambio salió a responder en un intento de explicar lo inexplicable

Las justificaciones estuvieron a la altura de su fracaso en la gestión: dicen que fue por el déficit fiscal pero no tomaron deuda en pesos sino en dólares y con residentes del exterior.

Durante el macrismo en el gobierno nacional, la deuda externa pública trepó a un ritmo anual de 23.936 millones de dólares, alcanzando un incremento neto de casi 100 mil millones en los cuatro años de mandato que incluyó la vuelta al Fondo Monetario Internacional

Esa deuda no sirvió para infraestructura ni para atraer los “brotes verdes”. De hecho, esa explicación hace agua cuando se observa que la economía se achicó 4 por ciento entre 2015 y 2019, al mismo tiempo que las cuentas fiscales empeoraban, tras la reducción de impuestos a los sectores de altos ingresos y el incremento de los intereses de la deuda. 

Este combo explosivo de destrucción de la economía con endeudamiento bestial, que casi duplicó el peso de la deuda llevándolo del 52 al 91 por ciento del PIB, no cierra por ningún lado si no se tiene en cuenta que lo que se buscaba impulsar es la valorización financiera.

Contrastes

Los contrastes son obscenos. Mientras los gobiernos liberales endeudan para enriquecer a unos pocos, durante el kirchnerismo el promedio de deuda externa pública contraída fue de apenas 796 millones de dólares por año. 

Aun si se toman sólo los años en que hubo déficit fiscal (2011-2015), la deuda externa pública trepó 2594 millones de dólares por año, o sea casi diez veces menos que en el macrismo. Todo esto en un escenario de crecimiento y generación de empleo. Incluso en los primeros tres trimestres de gobierno del Frente de Todos, la deuda externa pública bajó en 4460 millones de dólares. Nada más ni nada menos que en el mismísimo año de la pandemia.

CABA

La vieja receta de endeudar no es privativa de la gestión de Cambiemos y del Pro en la esfera nacional, ya que no es otra cosa que lo que vienen haciendo hace 14 años en la Ciudad de Buenos Aires. Los datos son elocuentes. 

Cuando asumieron en 2007, el stock de deuda pública era de 864 millones de dólares. Diez años más tarde, la deuda ascendía a 5417 millones de dólares, más que la sextuplicaron. Como correlato, el peso de los intereses en el gasto total pasó de representar el 1,0 por ciento al inicio de su mandato, al 8,5 por ciento proyectado en el presupuesto para el 2021. 

Se trata de 48 mil millones de pesos destinados al pago de intereses de una deuda que no tiene correlato con las necesidades fiscales, ya que en la mayoría de los años de endeudamiento hubo superávits o leves déficit en las cuentas públicas de la ciudad.

Los habitantes de la ciudad más rica de la Argentina estamos seis veces más endeudados desde que gobiernan Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Sin embargo, ese endeudamiento estuvo lejos de significar mejoras en la prestación de servicios que tiendan a mejorar la calidad de vida de porteños y porteñas. 

Presupuesto regresivo

El gasto de capital, que es el que se destina a obras de infraestructura, escuelas y hospitales, viene sufriendo una caída estrepitosa. A la vista está la promesa incumplida por Macri de 10 km de subterráneo por año. Es más, hace dos años que no hay ninguna obra en actividad y ni siquiera proyectada. 

La falta de espacios verdes que la pandemia puso de manifiesto se contrapone con la política de generación de negocios inmobiliarios impulsada por Larreta. Más cemento, negocios para pocos y menos espacios verdes. Y, finalmente, el déficit habitacional que consolida una ciudad cada vez más exclusiva, que termina expulsando a los porteños y porteñas.

Más llamativa aún es la escasa sensibilidad social. Ni la deuda, ni el superávit fiscal, ni las cuantiosas partidas demás que recibieron de fondos coparticipables durante la gestión de Cambiemos en la Nación, se destinaron a gasto social. 

Este año lectivos comenzó con un faltante de 25 mil vacantes y el presupuesto 2021 caerá entre 0,5 y 8,0 por ciento dependiendo de cómo cierre la inflación. Tampoco se salvó el gasto en salud en el medio de una pandemia: caerá entre 9,5 y 17,0 por ciento. Los mismos derroteros tendrán las partidas destinadas a la protección y la acción social. En 2018, el censo de organizaciones sociales especializadas relevó 7251 personas en situación de calle, cifra que sin duda se incrementó en el marco de la pandemia y que el Gobierno de la Ciudad no hace más que desoír.

La tarea por delante es construir una Ciudad más justa e inclusiva, con acceso a educación y a salud para todos, y sin pibes en situación de calle. Hace falta que quien gobierne la Ciudad tenga la fuerte convicción de que el camino es través de la producción y la generación de empleo, y no del endeudamiento serial destinado a la timba y la especulación financiera. Dejemos atrás las deudas impagables y construyamos futuro.

*  Senador Nacional. Presidente PJ Ciudad de Buenos Aires.