Para dar cuenta de la relación que tiene la ficción con la verdad, muchas veces un relato cinematográfico cobra la forma de un documental. Maite Alberdi es una directora chilena que conoce ese género y logró con esta película crear una “rara avis”.

El detective privado Rómulo Aitken realiza una selección de personal para contratar a un espía que debe infiltrase en el hogar de ancianos “San Francisco”, situado en la localidad El Monte, para observar si una abuelita no es maltratada.

No es tarea sencilla, el elegido debe usar la tecnología apropiada, cosa que esa generación en general desconoce. No sólo tendrá que manejarse bien con el teléfono celular para documentar y realizar los informes, sino con anteojos y lapiceras con cámaras ocultas.

Sergio Chamy, de 83 años, será el elegido en este “casting” y es contratado por tres meses. Pese a la renuencia de sus familiares, le servirá para soportar la soledad a la que se enfrenta al haber quedado viudo hace poco tiempo.

El “agente topo” será uno más de los ancianos que residen en el hogar, conocerá poco a poco a los integrantes, la mayoría mujeres, de esa institución. Se las arreglará para llevar adelante una misión para la cual no fue entrenado, compartirá aquellos días principalmente con mujeres que podremos conocer de cerca, como si visitáramos el geriátrico.

Una le recitará poemas, otra se enamorará y deshojará margaritas por él como en los viejos tiempos; como contracara, hay otra para la cual la memoria, como dice Borges, es una forma del olvido, pero en su punto extremo; alguien que pese a la edad que tiene, cree que habla su madre y todo el tiempo pretende que le abran la puerta para escaparse quién sabe adónde.

Uno puede sospechar que en algunos geriátricos los viejos no reciben el trato que se merecen. Pero poco a poco, con el agente Topo, vamos descubriendo que el principal problema con el que tienen que lidiar aquellos viejitos, es el mismo por el cual Sergio buscó realizar semejante trabajo: la soledad.