"La restricción de las salidas no me molestó demasiado, tengo la facilidad de volverme introspectiva y no precisar tanto del afuera”. La larga noche de la pandemia ha permitido ver esos otros lados personales que poco se percibían en épocas normales. El de Lidia Borda, cantora que se mueve como un pez en agua dentro del amplio mundo de las músicas populares de aquí y de allá, se revela así: introspectivo y hogareño. Pero le pasó de todo, claro. De reconfigurar actos de entrecasa (limpiar, desinfectar, cocinar) a sufrir la muerte de su hermano Alejandro, el domingo de Pascuas. De grabar ciertos videos con Daniel Godfrid, suerte de alter ego masculino suyo, y con Luis, su otro hermano (junto a quien está trabajando un disco a dúo), hasta retomar la grabación de otro disco, o pintar como una forma de volver a su niñez. “La percepción del paso de los días y de las actividades cambió de manera notable, y esto me dejó ver a la distancia lo otro, aquello que estaba suspendido, aunque de ninguna manera en letargo… Nunca dejé de estar conectada con mis cosas”, sostiene ella, a punto de desclasificar ante el público lo mejor de su “selección privada”.

Así se llama en efecto el espectáculo que se podrá ver gratis a partir del miércoles 21 de abril en el Campus Virtual de AMIA Cultura, en que la cantante ha compartido repertorio de tangos y “músicas del mundo” con Godfrid al piano, bajo la dirección de Benjamín Avila. “Se van a encontrar con versiones de canciones que ya hemos hecho pero también con alguna sorpresa. Este es un show que quiero especialmente porque está cargado de una gran emocionalidad. Tiene muchas cosas para mí valiosas, como el haberme reencontrado con el canto en público”, señala Borda, con el material ya grabado, filmado y listo para emitirse. No será un streaming en vivo, en rigor, pero igual ha pasado por la experiencia. “Creo que la modalidad es un hallazgo, pero utilizada y realizada de manera creativa y original, porque si no se vuelve monótona y agota. Por eso me gusta el que vamos a mostrar… creo que es diferente”.

-Problemas con la virtualidad… No sos la primera.

-(Risas) Bueno, sí, me costó aceptarla, es cierto, pero luego se fue transformando en una herramienta fundamental de trabajo y tuve que adaptarme. Comencé a dar clases por plataformas virtuales y creo que logré un buen resultado. Se trabaja diferente, aunque sigue siendo rendidor el resultado. En un momento me pregunté qué hacía toda esa gente que tomaba clases de canto cuando el canto se había transformado en una de las actividades prohibidas por el riesgo de contagio que supone, y realmente entendí que hay mucha gente que se siente bien tomando una clase, cantando, haciendo ejercicios de técnica, pensando en canciones... Hace unos días volvió a las clases una alumna. Es viróloga y durante este tiempo no había podido tomarlas porque estaba abocada 24 horas a su trabajo en el hospital Muñiz, intensa y agotadora labor pandémica. Y ahora me dice que se dio cuenta cuánto necesitaba volver. Me conmueve eso.

-“Lo que estaba suspendido”, decías antes.

-Claro. Ha surgido durante todo este tiempo un pensamiento existencialista que nos habita a muchos, que nos hace preguntarnos sobre la realidad de este mundo que ya merece un cambio profundo y rápido para poder sobrevivir. Veo muchos aspectos del egoísmo que me enfurecen, la miserabilidad de mucha gente que tiene poder y no es capaz de pensar de manera solidaria. A lo mejor es un pensamiento naíf el mío, pero veo un país muy lastimado, muy herido, que precisa un plan profundo de reformulación sobre la distribución de la riqueza, de la educación, de la mirada sobre lo que significa ser culturalmente soberanos. Creo mucho en eso, en el poder de la cultura y el poder de la educación. Y me parece un error que eso no se vea como un arma poderosa de empoderamiento y riqueza.

De regreso a la música –por la que Borda fue declarada ciudadana ilustre en CABA y personalidad destacada en provincia de Buenos Aires-, prima saber también en qué instancia está el esperado sucesor de Puñal de sombra, su último disco a la fecha. Dice estar escuchando en sus ratos de ocio y soledad a un solista mexicano de “cumbia y rap” llamado Angel Quesada. “El proyecto se llama Santa Fe Klan y tiene algo profundo que me atrapa”, manifiesta. “Hay mucha vida y mucha muerte ahí; hay rencor, resentimiento, pero también un gran orgullo de clase, alegría y fortaleza”. Las cotidianas escuchas de Lidia se entremezclan con el viejo y querido tango -Troilo sobre todo-, algo de rock and roll “y lo que vaya pintando”. “Estoy en la búsqueda constante de qué cantar. A menudo me pregunto por dónde va mi canto, qué es lo que necesito contar, y qué necesitan otros que yo cante o cuente a través de la música que elijo”.

-Entonces, ¿cómo será el sucesor del Puñal de sombra?

-Es un disco que me encanta, aquel. Tiene una potencia que me gusta mucho. Pero ahora tal vez hay algo que quiero sosegar. No de esa potencia, porque justamente eso es de lo que más me interesa explorar en estos momentos de mi voz, pero sí correrme un poco de cierta oscuridad que a veces me resulta algo pesada. Me gustaría encontrar un color diferente o por lo menos intercalar. Eso estamos haciendo con “Caramelos surtidos” y parte de lo que se verá ahora. Puntualmente, para el próximo disco lo que estoy buscando es un nuevo repertorio de tangos. Con Daniel tenemos la ilusión de un disco con orquesta y creo que lo haremos.