Oriundo de Pergamino, Carlos Figueroa es uno de los tantos graduados que debieron defender su tesis a través de la virtualidad. A sus 31 años, el licenciado en Genética por la Universidad Nacional del Noroeste de Buenos Aires (UNNOBA) se doctoró en Ciencias Veterinarias en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). “No me imaginaba que sería así. A medida que uno va llegando al final del doctorado empieza a imaginar cómo va a ser su defensa y su presentación frente al jurado. La realidad no tuvo absolutamente nada que ver con lo que proyectaba”, contó, entre risas.
Su investigación se enfocó en la producción porcina en el noroeste de Buenos Aires. Categorizó los perfiles productivos en pequeños, medianos y grandes estratos, según la cantidad de animales de los que dispusieran, para su posterior análisis y comparación en, por un lado, cuestiones prácticas como el acceso a veterinarias o a técnicas de inseminación artificial, y por otro, las meramente genéticas, especialidad de Figueroa.
“La hipótesis era que los pequeños productores tienen mayor variabilidad genética porque tienen otro tipo de razas que no tienen los grandes productores, que cuentan con híbridos comerciales formados por pocas razas, tres o cuatro, siempre las mismas. Los resultados fueron bastante positivos. Al no tener tanto acceso a la genética de elite, encontramos un poquito más de variabilidad en los pequeños productores, pero por sobre todo, menor nivel de endogamia”, explicó el investigador y además docente en la UNNOBA.
A través de la investigación, lograron dar con un tipo de cerdo que presenta un genotipo -una característica morfológica distintiva- que son mamellas, unos apéndices que cuelgan del cuello y que no aparecen en ningún tipo de cerdo moderno. Se trata de una raza que sólo se encuentra en unos pocos países de América y está al borde de la extinción. “Productivamente, en cuanto a la calidad de carne, no se comparan a un cerdo de elite, que está mejorado por muchos años para tener una buena carne, pero sí puede servir para introducir en estos híbridos un mejoramiento en la resistencia a enfermedades”, detalló Figueroa, sobre su tesis presentada a finales de 2019.
Una última arista de la tesis es la detección de la presencia del gen halotano (RYR1) en la mayoría de los criaderos donde se trabajó. Es un gen erradicado en grandes países productores, como Estados Unidos o China, pero que aparece en los tres estratos abordados por Carlos. “Tiene un doble efecto: deteriora la calidad de la carne y produce paros cardíacos al animal cuando sufre una situación de estrés, como podría ser el acto sexual”, puntualizó el doctor en Ciencias Veterinarias, quien sumó pedido para abordar esta problemática: “En la tesis propongo que el Senasa incorpore este tipo de estudios en los criaderos porcinos porque puede ser bastante positivo para el pequeño productor, ya que si se le muere un cerdo es muchísimo para él”.