"Esto confirma que el código postal tiene más incidencia en la ocurrencia de enfermedades que el código genético", resume Jonatan Konfino, secretario de Salud de Quilmes, los datos que arroja el resultado de la experiencia de cierre sanitario de Villa Azul, de la que se cumple un año. Como casi todo en pandemia, el caso puso en evidencia lo inaceptable de la pobreza estructural con la que convivimos. Aquí el "Quedate en casa" se mostró casi como un privilegio de clase, una indicación sanitaria impracticable. Y una vez contabilizados y analizados los casos, surgió que el 80 % de los contagios se dieron "en el lado de Quilmes", el más pobre y no urbanizado.

"El 20 de mayo se notificó el primer caso de covid en el barrio, y para el 22 de mayo ya eran 7 los casos confirmados. Ante ese panorama, lo primero que hicimos fue un operativo de búsqueda activa de casos, casa por casa", repasa Konfino. En ese primer operativo, del 23 de mayo, se detectaron 35 personas con sospecha de covid, de las cuales casi el 70 por ciento resultaron confirmadas". A las personas contagiadas se las aisló afuera del barrio (en la sede de la Universidad de la Universidad de Quilmes, entre otros centros del Conurbano sur), para que dejen de contagiar, y se siguió testeando. "Los casos sospechosos eran muchos, y el porcentaje de positividad también. Así que repetimos el operativo los dos días siguientes", relata el funcionario. Como los casos y la positividad siguieron subiendo, se identificó entonces lo que epidemiológicamente se define como "brote".

Era el inicio de la pandemia, había poca experiencia en el manejo sanitario, pocos datos sobre la enfermedad, y había que actuar rápido. Las características del barrio abrían un escenario de alto número de contactos estrechos positivos. La cercanía con la vecina y enorme Villa Itatí, que cuadriplica en población a Villa Azul, volvía más urgente la necesidad de contener el brote. "El aislamiento domiciliario se hacía imposible. La estrategia de aislamiento comunitario fue la respuesta que encontramos, algo que nos se había hecho nunca en la Argentina", relata Konfino.

Quienes estuvieron trabajando en el barrio en esos días recuerdan que los mismos vecinos que cortaron la autopista pidiendo hisopados, estaban después ayudando en el operativo, acompañando casa por casa, fueron clave para indentificar dónde estaban los casos sospechosos. Una de ellas es Berenice Latorre, coordinadora de Gestión y Participación Ciudadana, que desde el cierre sigue trabajando en Villa Azul. También Martín González, que está a cargo del programa Organizar Comunidad de la Provincia, con el que varios vecinos se sumaron al trabajo en el barrio. 

Ellos están seguros de que no hubo más casos en este y otros barrios populares por haber promovido la estrategia de organización territorial. Así fue como armaron la división del barrio en 5 zonas, identificando cada casa con un número que ya funciona como dirección. "Algo que nos impresionó es que para todo el barrio había cuatro domicilios, en los trámites todos ponían el mismo. O ponían un domicilio del lado de Avellaneda, para poder acceder a la tablet o a la bicicleta en cuotas", lamenta Latorre. 

La secretaria de Obras Públicas de Quilmes, Cecilia Soler, muestra el planteo de la urbanización que se propone y que comenzará próximamente, en paralelo a las obras de agua y cloacas. En una primera etapa se relocalizará a los vecinos de "la toma" que está dentro de la villa para comenzar a construir sus casas allí. El plan abarca la construcción de edificios que funcionarán como "puntos de inclusión", porque la pandemia está mostrando la necesarios que son los espacios comunitarios. Y la puesta en valor del vecino Acceso Sudeste, corriendo el trazado de una de las manos, para aprovechar parte de esos terrenos y hacer más segura la zona.

En Villa Azul viven unas 5.000 personas, 3.200 de ellas en la zona no urbanizada de Quilmes. Es un barrio que surgió de una cava, en los terrenos que se excavaron para el trazado de la autopista, en 1979. De un lado nació Villa Azul, entre Quilmes y Avellaneda; del otro, Villa Itatí, toda ubicada en Quilmes, que tampoco está urbanizada y tiene unos 20.000 habitantes. También en una de las zonas más pobres del Conurbano bonaerese. Allí viven quienes hoy sueñan con salir de pobres: abrir una canilla y que salga agua corriente.