En febrero de 2020 y en el marco de las celebraciones por los 400 años de la Virgen del Valle, la comisión designada para pensar en el festejo propuso la construcción de la imagen de un Cristo Resucitado en el cerro El Calvario, ubicado en la localidad de Fuerte Quemado, del departamento Santa María. 

En el lugar, desde 2007 y hasta 2019, cuando debieron interrumpir las tareas por la pandemia, trabajaba un equipo de arqueólogas,  quienes al conocer el proyecto religioso, solicitaron que se evalúe, debido a las características del lugar, o que se construya en otro sitio. Por su parte, la Dirección de Antropología de la provincia de Catamarca comenzó el estudio de impacto en marzo de este año, y aún no aprobó la construcción.

Catamarca12, habló con Valeria Palamarczuk y Alejandra Reynoso, arqueólogas que forman parte del Proyecto Arqueológico Yocavil, perteneciente a la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y también con el director de Antropología de la Provincia, Ezequiel Fonseca, con el objetivo de conocer la situación del proyecto de emplazamiento de un Cristo de 17 metros con una base de 8 metros, que fue aprobado y será financiado por el municipio de Santa María.

Las arqueólogas señalaron que El Calvario de Fuerte Quemado es un poblado tardío (siglos XI-XV d.C) del valle de Yocavil, que al ser confundido con otro sitio cercano (La Ventanita, ubicada a 3 kilómetros del lugar), había quedado relegado de las investigaciones regionales. Es por esto que se habría comenzado a estudiar recién en 2007. Con los años descubrieron que en el lugar cohabitaban estructuras de 2 culturas; la Diaguita Calchaquí y la incaica, convirtiéndolo en uno de los pocos lugares a lo largo de la ruta del Inca, en que se destacaba esta característica.

A partir de un relevamiento del asentamiento, que lograron realizar “casi centímetro a centímetro”,  se analizaron los distintos sectores con evidencias de ocupación incaica como consecuencia de excavaciones realizadas en tres estructuras circulares de piedra, existentes en el lugar, conocidas como “torreones”.

En el lugar, se destacó la destrucción de una tumba local bajo alero para la construcción de uno de los torreones incaicos y la redepositación de parte del contenido del entierro bajo su piso. “Consideramos que estos datos serán relevantes para discutir las distintas interpretaciones sobre la relación del Estado incaico con las poblaciones locales. La destrucción de una estructura significativa para la memoria histórica local por parte de representantes del Estado incaico, acontecimiento poco documentado arqueológicamente, pone de manifiesto el carácter violento de la conquista imperial, más allá de las estrategias de negociación con las élites locales”, señalaron las mujeres.

Este yacimiento habría sido un sitio de adoración de ambas culturas a las que en 1960 se le sumó la católica, creando un calvario en el cerro, con una capilla que utilizó la plataforma creada por los diaguitas y que mide 29x26 m. En 1906, ya se había instalado una cruz, como sucedió en decena de lugares como consecuencia de las creencias populares de que los indígenas muertos “venían a espantar”.

Luego de explicar las particularidades e importancia del sitio, contaron que a finales de febrero del año pasado cuando supieron del proyecto de intervención del yacimiento, intentaron comunicarse con los organismos pertinentes para conocer las características a través de cartas formales.

“A partir de ese momento, ya estábamos redactando notas que fueron presentadas a la intendencia y la Dirección de Antropología. Solicitamos información del proyecto, ofreciendo nuestro trabajo en el sitio y nos pusimos a disposición para resolver la problemática”, contaron.

“Proponíamos una alternativa, ya que era una promesa al pueblo, con posibilidades de afluencia turística. Decíamos que no era el lugar apropiado sobre todo habiendo otros cerros, en donde se determinó que no había evidencia arqueológica”, explicaron.

“No hubo respuestas por parte de la intendencia. Luego comenzó el covid-19. Esta obra quedó aletargada. Hará un mes y medio, a fines de marzo, empezamos a recibir pedidos de ayuda de vecinos para interceder, porque se podía llegar a concretar. Volvimos entonces con pedidos de comunicación y pedimos que se abra un diálogo. Pero nos expresan que la decisión está tomada que el pueblo así lo quería”, explicaron.

“Es por esto que tratamos de llegar a la población. Era importante que el pueblo conociera sobre las afectaciones de esa obra. Pero entendemos que ese mensaje no fue bien trasmitido a la comunidad. Nos preocupa mucho; la información llega bastante alterada hacia la comunidad que debe expresarse para tomar esas decisiones”, aseguraron las arqueólogas y luego resaltaron que ellas nunca se opusieron al objetivo de instalar un Cristo resucitado, ni al deseo del pueblo, sino que entienden que pueden convivir ambas cosas, sin necesidad de alterar aún más el yacimiento, dijeron.

Avance de los estudios

En tanto, desde la Dirección Provincial de Antropología, Ezequiel Fonseca dio a conocer un descargo en relación con el planteamiento del proyecto académico: "Nos vemos en la obligación de aclarar la información que está haciendo circular el Proyecto Arqueológico Yocavil, perteneciente a la Universidad de Buenos Aires (UBA), respecto al sitio El Calvario de Fuerte Quemado. Comprendemos su preocupación como científicas, en relación a la propuesta del proyecto de instalación de una escultura de un Cristo Redentor en una de las lomas que comprende dicho sitio. Pero vemos con profunda inquietud que en el mensaje expuesto se plantea un sentido hegemónico, en la cual la propia disciplina arqueológica encuentra fundamento desde el lugar de privilegio de la disciplina, al amparo de la reproducción de sus fundamentos o supuestos epistemológicos".

En este sentido Fonseca advierte: "En mi opinión, como Director de Antropología, el patrimonio arqueológico, el patrimonio cultural no es distinto a la comunidad o a la tierra y consideramos que no se puede salvar una cosa destruyendo la otra. Las comunidades tienen sus propios tiempos y procesos, por ello apelamos poner la arqueología en conversación con las voces de todos los sectores y donde el patrimonio cultural debe reconocer las fracturas y el conflicto tanto en su proceso de definición, en las políticas de conservación y en la relación de sus habitantes". 

Y agrega: "El patrimonio cultural no se debe presentar como un conjunto de bienes estables y neutros, con sentido y valores fijados de una vez y para siempre, sino como un proceso social".

En el texto, Fonseca explica el estado del estudio de impacto y las mediciones que han hecho: "Al momento nos encontramos realizando los cálculos de capacidad de carga, procesando las imágenes tomadas por el dron que permitirá analizar el estado de conservación de muros, y permitirá la monitorización del sitio. También estamos determinando el diagnóstico y análisis de los datos del estado del bien".

El funcionario explicó que en marzo de este año comenzaron a realizar los estudios de impacto que exige la Ley. Y que contestó una extensa carta a Nación sobre la situación. "Una vez que terminemos de hacer los estudios sabremos, pero aún no están concluidos”, aseguró.

Fonseca afirmó que se reunió con los pobladores de Fuerte Quemado y que ellos son los que piden la obra luego de una reunión que tuvo la comisión por los 400 años de la Virgen del Valle.

Para el funcionario, la voz de los pobladores sería la más importante, teniendo en cuenta que “El patrimonio es de todos y que la impronta religiosa es muy fuerte”. Agregó que el trabajo identitario con estas culturas “debería haberse hecho antes”, y relató sobre otros sitios en donde los municipios trabajan en ese sentido, como es el yacimiento de La Tunita, en el departamento Ancasti, por ejemplo.

Como parte del esudio, señaló que se realizó una consulta pública a la población a través de la radio de la localidad, de la que aún se esperan los resultados. "También se está a la espera de la opinión del Cacique Cruz y su comunidad", dijo. 

Por último, Fonseca explicó que "la finalización de nuestros estudios no implica la aceptación o aprobación del proyecto. Dado que las conversaciones continúan hacia ambos lados. Pero que, vamos a tomar con mayor relevancia la voz local, por si fuese rechazado o aceptado el proyecto, ya que considero que para la arqueología no hay mejor medicina que la interlocución local”.