Es tanto lo que mueve Saúl "Canelo" Alvarez, tan dominante es su posición en el gran negocio del boxeo mundial, que casi no le quedan limites por cruzar. Todo le resulta posible. Hasta volver a la vieja normalidad de las multitudes en medio de una pandemia que se resiste a la derrota. En la madrugada del domingo llevó 73.126 espectadores al imponente AT&T Stadium de Arlington (Texas), algo así como un estadio Monumental techado pero mucho más moderno y tecnológico, para su pelea ante el campeón inglés Billy Joe Saunders por la unificación de los títulos supermediano del Consejo, la Asociación y la Organización Mundial  El pelirrojo mexicano no defraudó: ganó por nocaut técnico al final del 8º asalto, retuvo sus cinturones del CMB y la AMB y se alzó con el de la OMB que estaba en poder de Saunders, a quien sus segundos retiraron al comprobar que había sufrido la fractura del piso de órbita de su ojo derecho.

El anterior record de concurrencia a una reunión de boxeo en un estadio cubierto estaba en poder de una leyenda: la noche del 15 de septiembre de 1978, Muhammad Alí reunió 63.352 personas en el Superdomo de Nueva Orleans, quienes lo vieron derrotar por puntos en 15 asaltos a León Spinks y consagrarse por tercera vez campeón mundial de los pesados. En aquel show memorable, dos argentinos fueron teloneros de Alí: Víctor Emilio Galíndez, quien perdió por nocaut técnico en 13 vueltas ante Mike Rossman su corona de los mediopesados de la AMB, y Juan Domingo Malvares, quien fue noqueado en dos vueltas por Danny López en disputa del campeonato de los plumas del Consejo.

Y aunque todavía parecen lejanos e imbatibles los 132.274 espectadores que metió Julio César Chávez en el estadio Azteca de México D.F, la noche del 20 de febrero de 1993 en la que derrotó por nocaut técnico al estadounidense Greg Haugen y retuvo la corona de los superlivianos del Consejo, tal vez en algún momento Canelo y su empresa promotora Matchroom acepten el desafío de volver a combatir en la capital de su país, donde no se presenta desde 2011, y traten de batirlo. No le será sencillo hacerlo: en aquel momento (y ahora tambien) Chávez era el ìdolo más grande del boxeo mexicano. Canelo, en cambio, más allá de su esplendor y de su potencia, sigue siendo mirado con recelo por el aficionado y la prensa especializada azteca. Que no termina de aceptar su estilo seco y sin desbordes. Pero tremendamente eficaz a la hora de los resultados deportivos y sobre todo económicos.

Cada pelea de Alvarez trasciende el boxeo: es una celebración que la industria le hace a su principal generador de riqueza y en paralelo, un homenaje a la poderosa cultura mexicana. Tímido, poco afecto a las declaraciones rimbobantes, reconcentrado en su trabajo como pugilista de elite, Canelo parece superado y hasta abochornado por todo el espectáculo excesivo que se monta a su alrededor. En la madrugada del domingo, debió participar de un popurrí de tradicionales canciones aztecas interpretadas por el famoso cantante Pepe Aguilar, rodeado de mariachis y bailarinas, y luego, hacer una larga caminata hasta el ring montado en el centro del estadio, en medio de juegos de luces laser y efectos de sonido. Pareció demasiado para un simple boxeador, pero hace rato que Canelo ha dejado de serlo. Nadie produce tanto dinero, ni atrae tantos sponsors ni vende tantas pantallas de pay per view como él. Y el sistema capitalista lo distingue por eso.

En la Argentina, los combates del campeón pelirrojo y multimillonario han salido de los canales deportivos del cable y han empezado a verse desde el año pasado a través de la aplicación DAZN, disponible para telefonos celulares, computadoras de escritorio, televisores smarts y tablets al costo de dos dólares mensuales. O sea que para poder verlo, hay que pagar más de lo que ya se paga por el cable o el satélite. Convertido en un boxeador para muy pocos, Canelo (75,925 kg) se desembarazó de Saunders (76,107) a partir de su arrolladora fortaleza. El zurdo inglés lo complicó a base de la velocidad de sus piernas para abrir el ring y de un derecha en apertura picante pero sin mucho peso. Pero no pudo soportar el sólido trabajo que el mexicano hizo por línea interna con tremendos golpes ascendentes a la cabeza. Uno de esos derechazos estalló debajo del ojo derecho de Saunders provocó la fractura. Otros dos zurdazos agravaron el cuadro y forzaron el abandono del inglés antes del comienzo de la novena vuelta.

"No fue tan difícil como lo esperaba. Me fui acomodando muy rápido y nunca le sentí la pegada. Sabía que le habia quebrado el pómulo y no iba a salir" expresó Alvarez tras su nueva victoria, la 56º de su carrera y la 38º por fuera de combate. A su lado, su promotor Eddie Hearn, el inglés dueño de Matchroom y DAZN, sonreía emocionado. La máquina de hacer billetes del boxeo mundial es suya y seguirá fabricando millones por mucho tiempo (Canelo va camino de los 31 años). El próximo show será en septiembre, tal vez ante el estadounidense Caleb Plant, el campeón supermediano de la Federación Internacional y por los cuatro títulos de la categoría. Será otra celebración del negocio y una nueva demostración del poder del dinero en el deporte y será a lo grande. Después de llevar 73 mil espectadores a un estadio cerrado en medio de la pandemia, a Canelo casi no le queda rival por vencer.