Las psiquiatras del Poder Judicial, Rocío Lazarte y María Albarracín Bohuid, dijeron que Sergio Vargas y Nicolás Cajal Gauffín no presentan patologías psiquiátricas y que tampoco son peligrosos para sí o para terceros. Asimismo, concluyeron que ninguno tiene adicciones. 

En el marco del juicio que se sigue contra Vargas, acusado de haber participado de manera secundaria en el crimen de Jimena Salas, y contra Cajal Gauffín, por encubrimiento, ayer la psiquiatra Rocío Lazarte expuso las conclusiones a las que arribaron junto a su colega luego de haber trabajado con entrevistas semiestructuradas en las que indagaron aspectos ambientales, personales, clínicos y toxicológicos a la vez que realizaron exámenes psico semiológicos de los acusados. 

Respecto a Vargas, "arribamos a la conclusión de que no presenta patología psiquiátrica. Al momento en que lo evalué no presentaba elementos psicopatológicos que lo tornen peligroso para sí o para terceros. No presentaba adicciones. Comprendía la trascendencia de sus actos y dirigía sus acciones", manifestó Lazarte.

Por otro lado, la médica puntualizó que el pasado 6 de mayo recibió un pedido de informe mental sobre Cajal Gauffín, la pareja de la víctima ahora imputado. "Se concluyó que no presentaba patologías psiquiátrica (...) No se evidenciaban elementos psicopatológicos que lo tornen peligroso para sí o para terceros, no presentaba signos o sintomatología compatible con una tóxico dependencia, comprendía la trascendencia de sus actos y elegía sus acciones libremente y tiene inteligencia media", afirmó la psiquiatra. 

Por otra parte, ayer declararon tres albañiles que habían trabajado con Vargas. Uno de ellos, Matías Villca, dijo que un viernes o sábado, Vargas llegó a una obra en la que trabajaba en la localidad de Vaqueros, entre las 10 u 11 de la mañana y que permaneció junto a él hasta las 13 o 14. Contó que compartieron un vino y una gaseosa con Vargas y luego lo acercó con su moto hasta el puente de Vaqueros, donde lo tuvo que dejar porque había un control policial y no tenía casco de acompañante.

Este testimonio es importante para la defensa de Vargas porque lo ubica fuera de la zona donde se cometió el homicidio, el mediodía del 27 de enero de 2027. Salas fue atacada en su casa del barrio San Nicolás de Vaqueros. Los autores materiales del crimen no fueron identificados todavía.

El fiscal Ramiro Ramos Ossorio solicitó al Tribunal la detención de este testigo "por el delito flagrante de falso testimonio", lo que fue denegado por los jueces. El fiscal esgrimió que son numerosos los testigos que aseguran haber bisti a Vargas en el barrio San Nicolás vendiendo sandalias y destacó la imagen de la cámara de un móvil policial que lo captó alrededor de las 13 del 27 de enero de 2017 en ese barrio.

Luego los fiscales (actúan tres en este debate) pusieron énfasis con repreguntas sobre las calificaciones que hicieron los albañiles en declaraciones previas respecto a que Vargas es "vago" y que faltaba al trabajo, cuestiones que de todos modos no constituyen pruebas de que haya tenido una participación en el crimen de Salas.

Raúl Miranda contó que conocía a Vargas de haber compartido algunos trabajos en obras de construcción, sostuvo que lo apodaban "testigo" en alusión a los testigos de Jehová. Dijo que Vargas trabajaba 3, 4, o 5 días a la semana como ayudante de albañil. Indicó asimismo solía llevar una mochila y que se quedaba medio día en la obra. También manifestó que sabía que el acusado iba a la feria del barrio Solidaridad pero desconocía a qué. 

El fiscal Ramos Ossorio le preguntó a Miranda si su hijo era amigo de Vargas y si ese vínculo le parecía que estaba bien. "Yo no lo conocía a fondo, sí me parecía bien el vínculo", respondió. El fiscal le recordó que en una declaración anterior se había referido a Vargas como "vago" y como "manzana podrida". El albañil dijo que no recordaba haber dicho eso, e indicó que Vargas faltaba algunos días al trabajo. También el funcionario le preguntó si conocía al albañil Villca y si estaba trabajando en una obra en Vaqueros en enero de 2017, el obrero contestó que sí, que estaba al frente de dónde él tenía una changa en ese entonces.

Con posterioridad declaró el hijo de Raúl Miranda, César Miranda. El hombre también es albañil y dijo que era amigo de Vargas, a quien veía poco en 2016 y 2017. Cuando el fiscal le señaló contradicciones en lo que estaba diciendo, respecto a que ahora describía a Vargas como buen amigo y trabajador y antes como vago, el testigo contestó que era "para no hacerlo quedar mal" y especificó que "no era el gran trabajador". Este hombre indicó que Vargas en algún momento le dijo que estaba trabajando en el corralón "El Amigo". Además, ante las preguntas de Fiscalía, precisó que Vargas cambiaba con frecuencia de líneas telefónicas y de aparatos. 

Por otro lado, declararon dos exempleados y una trabajadora de la firma comercial donde se desempeña como gerente regional el imputado Cajal Gauffín.

El exrresponsable comercial de una sucursal del shopping, Jorge Retambay, contó que cuando se cometió el crimen de Salas, un superior le pidió que fuera a la casa de Cajal Gauffín. El testigo, que encontró allí a otrxs empleadxs de la firma, recordó que vio a Cajal Gauffín "llorando" y le expresó que habían asesinado a su esposa. También recordó que le vio manchas de sangre en la camisa y en el puño y que él viudo le dijo que había tenido que sacar a las hijas pequeñas de la casa. 

Ante la consulta de la fiscalía, Retambay indicó que en la sucursal donde trabajaba todos los días se guardaba el dinero que recaudaban en sobres que eran depositados en una caja fuerte que luego retiraba PROSEGUR al menos tres veces por semana. Dijo que "sí o sí" se debía depositar esa plata. Y calificó Cajal Gauffín como una persona "muy responsable, seria, no andaba con vueltas, respetuosa, concisa". 

Asimismo, el ex empleado Pablo Marcelo Alcoba contó que también fue a la casa de Cajal Gauffín el día el crimen por pedido de uno de sus superiores. No lo vio con manchas de sangre, pero "cuando llegué se agarraba la cabeza y decía 'me cagaron la vida' o algo así", relató. 

Relató que venía pidiendo desvincularse de la empresa con un arreglo económico, lo pudo hacer en abril mediante un acuerdo con Cajal Gauffín, quienle ofreció $350.000 a cambio de que renunciara. También señaló que sabía que había una "caja chica" en la sucursal y entendió que era para tener cambio cuando abría. Para el hombre, Cajal Gauffín fue "un buen jefe". 

Además, declaró la empleada Paola Sandoval, quien también fue a casa de Cajal Gauffín cuando Retambay le informó que algo había sucedido. Dijo que cuando llegó, vio a Cajal Gauffín de lejos. No recordó haber visto manchas de sangre.  

A la mujer se le preguntó si el viudo tenía relaciones extramatrimoniales, y dijo que solo escuchó "rumores de pasillo". Por insistencia de la fiscala Ana Salinas Odorissio, varios nombres de mujeres que la testigo recordaba que había escuchado fueron expuestos en la audiencia. También se nombró a la mujer que ya declaró en audiencias pasadas con quien Cajal Gauffín tuvo una relación extramatrimonial.

La empleada además dijo que con Cajal Gauffín se establecían las desvinculaciones laborales y que éstas dependían de los rendimientos del personal. También ratificó que se hacían "acuerdos" de los que se encargaba él como jefe regional.