La rosa amarilla                      6 puntos

Yellow Rose; Estados Unidos/Filipinas, 2019

Dirección y guion: Diane Paragas.

Duración: 94 minutos.

Intérpretes: Eva Noblezada, Princess Punzalan, Liam Booth, Sandy Avila, Dale Watson.

Estreno en HBO Go.

Rose Garcia pedalea bajo el sol de la tarde y las imágenes en cámara lenta, acompañadas de una canción country moderna, levantan el telón de La rosa amarilla. La secuencia, algo clipera, presenta a la protagonista del primer largometraje de ficción de la filipino-estadounidense Diane Paragas. Rose tiene diecisiete años, estudia las materias del último año del secundario y vive junto a su madre Priscilla en un cuarto de hotel. El mismo establecimiento en el cual se trabaja a destajo, limpiando las habitaciones una vez que los clientes se han ido. Las dos son indocumentadas de origen filipino, aunque a Rose toda una década de vida en Texas la ha transformado en una auténtica estadounidense. Eso sí: sin papeles de ciudadanía que lo avalen legalmente. Desde muy pequeña, a Rose –la rosa amarilla del título, sobrenombre algo ofensivo que se explica al pasar– le encanta la música country, y en sus ratos libres compone y canta acompañada por la guitarra legada por su padre.

La película de Paragas –basada en parte en experiencias reales, ampliación a su vez de un cortometraje homónimo de 2017– surfea las aguas del cine indie encaramándose sobre las olas del relato de crecimiento. Y sus intenciones, más allá de las particularidades culturales de los inmigrantes filipinos, son absolutamente universales. Interpretada por la actriz Eva Noblezada –cuyo despegue en Broadway no es menor y que, a pesar de sus veintipico de años, resulta absolutamente creíble como una adolescente–, Rose no es una joven en estado de rebeldía permanente, sino una muchacha en busca de un destino, tironeada entre la lealtad a su madre y el deseo de encontrar un camino personal. La rosa amarilla realmente avanza cuando una redada de “la Migra” se lleva detenida a Priscilla, con riesgo real de deportación. Es gracias a la ayuda de otro adolescente que Rose conocerá el bar y salón de baile country que la pondrá en contacto con el cantautor Dale Watson, interpretado por sí mismo, mentor musical y un poco padre putativo.

Retrato sobre la dureza de la vida de los indocumentados, historia de (posible) ascenso en el terreno de la música profesional, drama familiar agridulce y coming-of-age en circunstancias personales complejas, Yellow Rose no ofrece demasiadas novedades para aquellos espectadores asiduos al así llamado cine independiente estadounidense. Pero si la previsibilidad es una de sus marcas de origen, también lo es la frescura de la casi debutante en el cine Eva Noblezada, quien lejos de mohines y saturaciones dramáticas construye una criatura compleja, al mismo tiempo frágil y resiliente. Es realmente ella quien eleva el material de base, dándole la fuerza y fiereza necesarias. Además, canta muy bien, como lo demuestra la media docena de canciones de la banda de sonido. ¿Puede una adolescente filipina triunfar en un universo históricamente cerrado en términos étnicos como el de la country music? En la ficción, al menos, todo parecería indicar que sí.