El torneo de Roma -que Rafael Nadal se adjudicó este domingo con un 7-5, 1-6 y 6-3 ante Novak Djokovic- configura una de las paradas del circuito con más mística para el tenis argentino. Parte sustancial de la gira europea de polvo de ladrillo, la etapa del año que culmina nada menos que en Roland Garros, el Foro Itálico se transformó, con el tiempo, en uno de los escenarios más propensos para las hazañas albicelestes. Del primer título, en manos de Guillermo Vilas, a la final de la temporada pasada que tuvo a Diego Schwartzman como protagonista, con enormes hitos en el medio: el triunfo de José Luis Clerc, el histórico golpe de Alberto Mancini ante Andre Agassi y las incontables conquistas de Gabriela Sabatini que bautizaron el recinto como Gabylandia, además de las irrupciones de Martín Jaite, Guillermo Pérez Roldán, David Nalbandian y Guillermo Coria, con aquella definición de infarto ante un jovencísimo Rafael Nadal.

Las mayores esperanzas de este año en la capital de Italia fueron, sin dudas, el propio Schwartzman y Nadia Podoroska, ambos líderes argentinos en sus respectivos rankings de singles. El número diez del mundo esperaba tener un impulso extra después de una primera mitad irregular en la gira, aunque no pudo ni siquiera encontrar ritmo: cayó sin atenuantes ante el canadiense Felix Auger Aliassime y sumó su cuarta derrota en seis partidos jugados en el ladrillo europeo.

"No puedo encontrar la solución en el momento de competir; más allá de que en Barcelona estuve un poco mejor no es una gira buena. Trato de encontrar cuál es la razón y no sería fiel a mi comportamiento buscar una excusa física. Me pasó en muchos momentos de mi carrera: la única solución es seguir trabajando", analizó el Peque, con profunda autocrítica, después de quedar muy lejos de aquella fabulosa actuación romana del año pasado, en la que superó al mismísimo Nadal camino a lo que fuera su primera final de Masters 1000.

De los cuatro torneos de la gira de canchas lentas Schwartzman apenas logró dos triunfos, ambos en Barcelona -quizá la parada en la que mejor se desenvolvió-, y sumó tres caídas en los tres Masters 1000 que suelen animar esta etapa del año: Montecarlo, Madrid y Roma. El Peque, sin embargo, tiene las cosas muy claras y sabe identificar cuál es el inconveniente a resolver: "Llegué a este lugar por ser analítico. Mucha gente pensaba que no iba a jugar al tenis. La inteligencia, el trabajo y el respeto por los demás me hicieron mejor jugador. Es cierto que con estas semanas me frusto, pero mi esencia es buscar las soluciones y siempre demostré que puedo sorprender a todo el mundo".

Podoroska, por otro lado, marcó una diferencia respecto de las expectativas que hubo sobre Schwartzman. Detonó una de sus bombas en su primera participación en el cuadro de Roma: en la segunda instancia derrotó nada menos que a la legendaria Serena Williams, cuatro veces campeona y ex número uno del mundo, y estiró su récord perfecto frente a jugadoras del top 10: superó a Elina Svitolina (5ª) en aquel maravilloso Roland Garros del año pasado; a la checa Petra Kvitova (9ª), en Melbourne, en la previa de Autralia; y la semana pasada a Serena (8ª), la máxima campeona activa del torneo de Roma (ganó los títulos 2002, 2013, 2014 y 2016).

"En estos partidos una da todo lo mejor que tiene. No puedo escatimar demasiado, no me guardo nada y juego bastante más suelta. Debería hacerlo en otros partidos pero me pone contenta competir así en este nivel", reflexionó la rosarina tras perder en el siguiente partido ante la croata Petra Martic (25ª), en una elocuente muestra de cómo suele molestarle la presión de ganar en el máximo circuito. El análisis positivo, no obstante, pasa por el crecimiento constante de su tenis desde su irrupción en el nivel WTA: desde esta semana ocupa el puesto 42 del ranking mundial, la mejor posición de su carrera.

La sorpresa de la semana, de todas maneras, la protagonizó Federico Delbonis, el hombre resurrección que, más maduro y tras un fuerte giro en su vida profesional, volvió a hacer ruido en el circuito grande con triunfos resonantes desde que inició la gira. El zurdo de 30 años comenzó la temporada como el 77° del mundo, con baja incluida en el Abierto de Australia por una molestia lumbar. Más allá de la semifinal que alcanzó en el torneo de Santiago, en el cierre de la etapa sudamericana del tour, no lograba hallar el equilibrio necesario para encaminar su tenis. Semanas después, al cabo, atraviesa una gran gira de canchas lentas en Europa y apunta a un Roland Garros lleno de alegrías.

Desde que arrancó en Marbella ganó 15 de los 20 partidos que disputó, con cimbronazos que no dejan de asombrar. Superó las clasificaciones de los tres Masters 1000 y de ahí edificó un inimaginado rendimiento: llegó a la segunda ronda en Montecarlo, con derrota ante Nadal; escaló hasta los octavos de final en Madrid; y se metió en cuartos de Roma, en la que fuera su primera aparición en una instancia tan avanzada en ese tipo de torneos.

Las cinco semanas de éxito tienen su premio: Delbonis aparece desde esta semana en el top 50 por primera vez en más de cuatro temporadas -la última vez había sido el 6 de marzo de 2017 (49°). La razón por la que deslumbra y por la que parece haber recobrado su mejor versión -en mayo de 2016 llegó a ser 33°- podría tener una explicación en el cambio de entrenador: a fines de marzo cortó un vínculo de toda la vida con Gustavo Tavernini, el coach que lo formó y lo guió durante su carrera, para contratar a Mariano Hood, ex 20° del mundo en dobles y ex subcapitán campeón de la Copa Davis en 2016.

El héroe de aquella conquista en Zagreb, donde ganó el recordado quinto punto ante el croata Ivo Karlovic, sostuvo la renovación de su tenis en una modificación emocional: "No cambié nada en relación al entrenamiento, sentía que mi juego fluía, pero hoy veo que el cambio de aire me dio otra perspectiva. El 'Niño' me aportó mucha energía, cosa que a cierta edad escasea un poco. No creo que haya alguna fórmula mágica: lo que paga es el trabajo día a día". El giro de las últimas semanas lo ayudó a despachar a jugadores del fuste de Dusan Lajovic (37°; e 23°), Pablo Carreño Busta (12°; ex 10°), Karen Khachanov (24°; ex 8°), David Goffin (13°; ex 7°) y Auger Aliassime.

Para Delbonis fue toda una determinación de vida, un cambio muy profundo que le costó encarar. Porque Tavernini, sin dudas, fue como un padre, fue quien lo acompañó durante sus mayores cosechas: el título en la Copa Davis, los dos trofeos ATP -San Pablo 2014 y Marrakech 2016-, y, por caso, las victorias ante el suizo Roger Federer (5°; Hamburgo 2013), el británico Andy Murray (2°; Indian Wells 2016) y el suizo Stanislas Wawrinka (9°; Ginebra 2015). "Gustavo fue, es y será el coach más influyente de mi carrera. Tomé una decisión y la recibió con mucha altura. Me abrió la puerta sin problema. Fue muy difícil para mí, tener esa charla me incomodaba, lo sentía pero era duro tomar la decisión. Yo quería probar otra cosa y se lo planteé", expresó el zurdo, que alimenta un nuevo resurgir.

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