Mañana, lunes 17 de mayo, se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Biforia. Se conmemora en esa fecha la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Al respecto de la denominación de la conmemoración, Esther Díaz escribió un artículo acá en Página hace unos días que dice algo muy interesante: ¿Por qué para nombrar esta discriminación se usa el nombre de otra enfermedad, la fobia? «La fobia no agrede, el odio sí. Decimos entonces: transodio, lesboodio, homoodio».

Hace poco me contaron un mito de Aristófanes incluido en El banquete de Platón que se suele citar para demostrar que la homosexualidad es un tema del que se habla con naturalidad desde la Antigüedad. Aristófanes intenta ilustrar la naturaleza del amor a partir de un origen primitivo en que los humanos tenían otra forma y contaban con órganos y extremidades duplicados. En ese tiempo remoto, estos míticos antepasados nuestros estaban distribuidos en tres géneros: algunos poseían dos genitales masculinos; otros, femeninos y el tercer grupo, mixto, de los dos tipos. Como castigo, Zeus decidió partir a estas criaturas en dos y desde ese entonces, cada mitad deambula por el mundo buscando a su otra parte que la completaba. Las posibilidades de atracción entonces, se relacionan con el origen de cada individuo: algunos hombres buscan sexualmente a otros hombres, ciertas mujeres eligen sexualmente a mujeres, y también eso explica la exististencia del modo heterosexual: varones que desean mujeres y mujeres que desean varones.

Según la postura, están quienes utilizan este mismo relato para sostener que la homosexualidad no es algo que haya existido siempre, sino que es un «producto» de la sociedad moderna, idea que llevada al extremo puede derivar en el presupuesto de que no sería «natural», o peor aún, que sería una construcción o una deformidad.

Creo que dada la época en que vivimos y contemplando los avances en materia de sexo y género en el mundo, debemos cuestionarnos todo. ¿Por qué la homosexualidad sigue siendo mostrada por la iglesia católica y otras religiones como un pecado? ¿No existe un dios para los homosexuales? ¿Porque la homosexualidad sigue siendo castigada en gran parte del mundo hasta con la muerte? ¿Por qué una muestra de afecto homosexual en la vía pública hoy sigue siendo tomada como un acto de provocación a les cis? ¿Por qué aún no existen heroínas lesbianas, príncipes gay o queer en los cuentos infantiles taquilleros? ¿Por qué nos siguen persiguiendo desde el prejuicio?

Desde hace siglos somos perseguidxs, hoy la historia nos tiene que servir para nutrirnos de las cosas que no vamos a volver a tolerar. En 1895, Oscar Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados por ser homosexual, ya que para la sociedad victoriana de esa esa época, se consideraba una aberración y una indecencia grave para la ley. Wilde pasó dos años terribles en la cárcel y al salir, se exilió en París porque no pudo soportar el desprecio de la sociedad y el abandono de sus amigos. El daño para él fue más allá del trauma psicológico. Una infección en el oído que le habían tratado mal en la prisión probablemente derivó en la meningitis que acabó con su vida un 30 de noviembre de 1900.

Como Oscar Willde, muchas personas fueron perseguidas por su orientación sexual. Oscar, con la brillantez que lo caracterizaba, lo vio con absoluta claridad antes de morir: «No tengo duda de que ganaremos. Pero el camino será largo y lleno de monstruosos martirios». No pudo estar más acertado.

La religión, los medios de comunicación, la televisión, el cine, la ciencia han contribuido con esa imagen negativa y esta violencia que aún vivimos.

Es hora de seguir luchando y cambiar la historia para siempre.

¿Dónde está Tehuel?