Entre lo que podrían denominarse canciones-emblema de resonancia universal, desde “La Internacional” y “La Marsellesa”, pasando por buena parte de otros himnos nacionales, se encuentra la llamada canción de protesta, dentro del vasto universo musical de marchas –militares y políticas–, cantos y cantitos –en canchas de fútbol, en recitales– y expresiones similares. Con sus variantes y vertientes, con sus particularidades, en lugares como Norteamérica, España y Latinoamérica, la canción de protesta floreció; una de las más conocidas y recordadas es “El pueblo unido jamás será vencido”. Y medio siglo después de su nacimiento, es una de las músicas que suenan actualmente en Colombia, país en el que se ha producido un estallido social, junto a jornadas de paros nacionales y de movilización masiva, en donde se destaca la juventud, en contra de un proceso de pauperización y de planes económicos gubernamentales antipopulares (una “reforma tributaria” que aumentaría el IVA). En varios aspectos, similar al proceso chileno comenzado en octubre de 2019, la represión fue feroz, y ya hay denuncias por apremios ilegales, torturas y abusos, centenares de personas presas, tantas otras denunciadas como “desaparecidas”, muertas, asesinadas, y ya comenzó el conteo, por decenas, de manifestantes que han perdido sus ojos.

Pese a todo –y como si el peligro de la pandemia quedara “superado” por otros, o pasara obligadamente a un segundo plano–, resistiendo golpes y ataques, encierros y mutilaciones, esos cuerpos en acción continúan, pareciera que inagotables, manteniéndose en la protesta y el antagonismo. No casualmente se ha escuchado y cantado una y otra vez “El Aguante”, tema del disco –vaya paradoja “anticipatoria”– Multiviral (2014), de Calle 13, que comienza diciendo: “Nacimos para aguantar lo que el cuerpo sostiene / Aguantamos lo que vino y aguantamos lo que viene / Aguantamos aunque tengamos los segundos contados / Nuestro cuerpo aguanta hasta quince minutos ahorcado / Aguantamos latigazos, que nos corten los dos brazos / Fractura en cualquier hueso, tres semanas con un yeso”. Y más adelante: “Aguantamos el frío del Ártico, el calor del trópico / Aguantamos con anticuerpos los virus microscópicos/ Aguantamos las tormentas, huracanes, el mal clima / Aguantamos Nagashaki, aguantamos Hiroshima / Aunque no queramos, aguantamos nuevas leyes /Aguantamos hoy por hoy que todavía existan reyes”.

Y también, quienes luchan crean más: recuperan, recrean otros aspectos de la cultura, al calor de la experiencia colectiva y las “tradiciones”.

Curiosa “circularidad” de la canción: inspirada justamente en la frase de un político nacionalista colombiano de la década de 1940, Jorge Eliécer Gaitán, “El pueblo unido jamás será vencido” tomó forma por Sergio Ortega Alvarado con la banda Quilapayún, quien la hizo pública a comienzos de la década de 1970, cuando Salvador Allende era presidente de Chile por la Unidad Popular y la frase se propagaba entre sus seguidores. Lo que se originó con algo de Colombia y pasó, elaborado artística y popularmente, por Chile, regresó ahora al país de origen, por medio de un “cacerolazo sinfónico” dado en Medellín, en el Parque de los Deseos, con la batuta de la directora Susana Boreal (Susana Gómez Castaño), cuyo registro audiovisual se viralizó (con perdón de la expresión).

El 5 de mayo, Susana Boreal dirigió a más de doscientos intérpretes en la plaza. Parches, cuerdas y vientos. El repertorio lo constituyeron el himno nacional colombiano –“deconstruido”, con la inserción de un pasaje de la “Marcha imperial” de La guerra de las galaxias–, “Colombia tierra querida”, “Bella Ciao”, y “El pueblo unido jamás será vencido”. Miles de personas participaron con esta última canción, con energía y entusiasmo –como se puede apreciar en los videos que circulan por internet–, escuchando y cantando, y la joven directora, que cuenta con decenas de miles de seguidores en Twitter, se refirió en los medios a la crítica situación del sector de la música: “se ha visto muy afectado, incluso desde antes de la pandemia; hay un déficit muy grande a escala artística en el que muchos de los artistas que conozco, que además son muy tesos (tenaces), se han visto obligados a trabajar en call centers o a renunciar a sus carreras para dedicarse a ser domiciliarios (repartidores)”.

Al parecer, Boreal se ha transformado en una referente del sector cultural ante las movilizaciones, a quienes da su completo apoyo. Y no es la única: desde que comenzaron las manifestaciones y las represiones, numerosas personalidades y artistas se pronunciaron ante los hechos, e incluso se difundieron mediante hashtags como #ColombiaSOS y #ColombiaResiste. Desde un/a artista “equis”, a la megafamosa Shakira –al igual que celebridades de otros países– se repudió la represión y la violación a los derechos humanos.

Y por supuesto, otras expresiones, como las del arte callejero –pintadas, murales, esténciles–, la danza, los malabares y el canto, se han estado multiplicando, especialmente por medio de las generaciones más jóvenes, quienes despliegan múltiples fuerzas y creatividades –uniendo el grafiti con Instagram–, y realizan una tan intensa como riquísima experiencia social, política y cultural. Lamentable o inevitablemente, con sus jóvenes mártires.

“El pueblo unido jamás será vencido” se escuchó nuevamente en Chile, hace muy poco, a fines de 2019, cuando el grupo Inti Illimani lo interpretó ante miles en Santiago, en la Plaza Dignidad (la rebautizada Plaza Italia), apuntalando el día 57° de las –por entonces diarias– movilizaciones. El largo trayecto de las experiencias en la historia de “El pueblo unido...” incluye su versión en portugués durante la “revolución de los claveles” en Portugal (1974), la propia durante la revolución iraní (1979), y se la escuchó, en el presente siglo, en las luchas de Túnez, Egipto y Grecia. Vive, además, en el arte, como en la canción “Viva Zapata”, del grupo Mano Negra, del disco Casa Babylon (1994). Es un acompañamiento-fortalecimiento musical, el arte siendo parte de todo un pueblo que puede anhelar –como metaforiza su letra– “un rojo amanecer”, preanunciado en esta “canción de libertad”.