Carlos Enrique Gallone fue protagonista en las postrimerías de la dictadura de una  fotografía emblemática con la que el régimen buscó mostrar una imagen de reconciliación entre un policía que apretujaba a una Madre de Plaza de Mayo contra su pecho. En democracia, se conoció que, en realidad, la mujer le reclamaba enfurecidamente para que les abrieran paso. Gallone buscó usar a su favor esa imagen cada vez que la justicia lo llamó. Jefe de las patotas de la Superintendencia de Seguridad Federal, Gallone murió a los 76 años mientras purgaba una condena a prisión perpetua y otra a 25 años por delitos de lesa humanidad.

Los tribunales orales federales 5 y 6 de la Ciudad de Buenos Aires recibieron el martes 18 la notificación del defensor de Gallone, que informaba que el represor había muerto en la madrugada. En prisión domiciliaria desde hace ya un tiempo, Gallone tenía incluso permiso para hacer caminatas fuera de su casa. Internado primero por una insuficiencia respiratoria, su defensa informó después a los jueces que se había comprobado que presentaba un cuadro de covid, que se agravó mientras estaba en la clínica Suizo-Argentina.

Condenado por primera vez en 2008 por la ejecución de 30 detenidos y detenidas de la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF) en lo que se conoció como la Masacre de Fátima, Gallone recibió su segunda condena once años después en el juicio que examinó el funcionamiento del centro clandestino que funcionaba en la calle Moreno al 1417 y que se conoció tanto como SSF como por su anterior denominación, Coordinación Federal. Allí también se le atribuyó responsabilidad por las sistemáticas agresiones sexuales a quienes allí estaban secuestradas.

Durante el juicio por la Masacre de Fátima, Gallone se presentó como parte de un linaje que llevaba más de 100 años en la Policía Federal Argentina (PFA): desde su abuelo hasta su hijo mayor. Él ingresó a la fuerza en 1962 y a los seis años lo destinaron por primera vez a la SSF. En 1971, fue por unos meses a la Comisaría 26 y volvió al edificio de la calle Moreno como oficial inspector. En ese año, completó una capacitación en “guerrilla urbana”. Al año siguiente pasó al Departamento de Informaciones Policiales Antidemocráticas (DIPA) de la SSF.

En junio de 1973, fue destinado al Ministerio del Interior y empezó a funcionar en la custodia de quienes ocuparon esa cartera. Fue hombre de confianza del ministro de Interior de la dictadura, Albano Harguindeguy, según declararon otros integrantes de la PFA. En su denuncia, el policía Rodolfo Peregrino Fernández lo señaló como uno de los más feroces asesinos de la Triple A. En mayo de 1976, volvió al Departamentos de Sumarios de la SSF, donde comandó una de las brigadas que salían a secuestrar y volvían a torturar en el infierno que funcionaba en la calle Moreno. Allí, ganó fama de duro. En enero de 1977, pasó a la delegación San Martín de la PFA. Hizo carrera. En 1993, le salió el retiro. Para entonces, era comisario inspector.

El 5 de octubre de 1982, cumplía funciones en la comisaría IV de la Capital Federal. Fue uno de los policías que fueron a impedir el ingreso de los organismos a la Plaza de Mayo en la Marcha por la Vida. La tensión crecía y una de las Madres, Susana de Leguía, lo increpó. Él la empujó contra su pecho. Al costado estaba Nora Cortiñas gritándole con furia. El reportero gráfico Marcelo Ranea, de la agencia DyN, retrató toda la secuencia, que le permitió, años después, contar ante la justicia cuál había sido la verdadera intención del represor de Coordinación Federal. Sin embargo, la toma del “abrazo” ocupó al día siguiente la tapa del diario Clarín bajo el título “Pacífica concentración en el centro”.

La imagen recorrió los medios del mundo. “La fotografía tuvo inmediata trascendencia mediática y se utilizó para sostener una supuesta política de reconciliación entre las organizaciones de derechos humanos y las fuerzas represivas que, en los hechos, jamás existió”, explicó en un trabajo la investigadora Cora Gamarnik.

El año pasado, el fotoreportero Jorge Eduardo Sánchez publicó en su red social Facebook la toma que acompaña a esta nota, donde se veía a Gallone impávido frente a los sollozos de la Madre. Allí relató que la fotografía había sido censurada por el coronel Rafael De Piano, a cargo de la agencia oficial Télam. A los tres días de la Marcha por la Vida, Sánchez sufrió él mismo un secuestro.

Gallone, a quien víctimas y policías como el “Duque” por su porte y sus zapatos con mucho lustre, nunca ahorró en gestos cínicos como en aquel octubre de 1982. En junio de 2004, en una ampliación de su indagatoria ante el juez Daniel Rafecas, Gallone apareció con un libro que tenía su foto “abrazando” a una Madre como un gesto de su supuesta grandeza. En 2008, ante el TOF 5, perfeccionó el guión y dijo que una “ancianita” le dio las gracias en la Plaza de Mayo y lamentó la foto como la “desgracia de su vida”. No guardaba ningún remordimiento por las muertes, los secuestros y las torturas que fueron las desgracias de las vidas de otros miles.