El fútbol sudamericano escribió anoche una de sus páginas importantes, en la historia de un deporte que despierta hermosas pasiones populares y que es también -quizá por eso mismo- espacio de lucha social. Por primera vez en la historia de la Copa Libertadores masculina, cuatro árbitras conformaron el cuerpo de juezas a cargo del partido que concluyó en el empate 1-1 entre Defensa y Justicia e Independiente del Valle y fue dirigido por un equipo arbitral íntegramente compuesto por profesionales mujeres.

La seriedad de la brasileña Edina Alves Batista, siempre cerca de la acción en el estadio Norberto Tomaghello, disimuló el fuego que seguramente corría adentro del cuerpo de la árbitra principal del juego por la última fecha del Grupo A. Y su buena actuación, su pasar desapercibido en el encuentro, seguramente aligeró la tensión de quien sabe que está poniéndole el cuerpo a un quiebre, a un hito, a un esperado, luchado y conquistado tiempo de cambios, con mujeres avanzando sobre espacios y territorios todavía vedados para ellas en el fútbol.

Que un equipo de mujeres comandara las acciones del fútbol sudamericano de más alto nivel fue un acto de justicia, de la buena, en todos los sentidos. Y fue, además, una encantadora metáfora de esa marea que se abraza para soñar más y más horizontes posibles. Porque en la noche de Florencio Varela, la conquista -como la lucha, como su celebración- fue colectiva. Y es que la brasileña integró la cuaterna junto a su compatriota Neuza Back, como asistente 1, y las chilenas Cindy Nahuelcoy y María Belén Carvajal, como asistente 2 y cuarta árbitra, respectivamente. A ellas se les sumaron, además, la argentina Sabrina Lois y la brasileña Ana Paula de Oliveira, como asesoras de árbitros y de videos.

A Alves Batista, en noventa minutos que fueron históricos, no le tembló el pulso cuando tuvo que guiar una jugada difícil, a un minuto del final en el área de Independiente del Valle, que la brasileña definió a puro criterio como una falta en ataque para disipar cualquier atisbo de polémica. Sí cobró un penal, a los 78 minutos, cuando Matías Rodríguez derribó a Jhon Jairo Sánchez para darles a los ecuatorianos la posibilidad de adelantarse en el marcador, que desaprovecharon.

La noche de reparación histórica para las árbitras sudamericanas -y para aquellas niñas que, al verlas, sueñen con imitarlas- se cerró futbolísticamente con un empate, que tuvo la firma de Joffre Escobar para los ecuatorianos -que clasificaron terceros y entraron en la Copa Sudamericana- y de Braian Romero para los argentinos, que siguen rumbo a octavos de final. Un empate, paradójicamente, en una noche en la que el fútbol ganó otro partido en esta lucha viva por la igualdad.