Cuando salió la sentencia, Luis Chocobar, el policía que le puso nombre al engendro creado por Patricia Bullrich, agradeció a la sociedad en general por haberlo apoyado.

No fue como pretendía, que lo absolvieran y así salir airoso, con un reconocimiento a su “cumplimiento del deber”, como había dicho unas horas antes frente el mismo Tribunal, cuando tuvo la opción de hablar antes de la sentencia. Salió conforme porque no irá preso. Nada menos. Nada más.

Esta es la confusión que plantea el fallo. Un fallo liviano para la sociedad en general que no solo no apoyó al policía sino que sufrió las consecuencias, en carne propia y en las de sus familiares y amigos, de lo que representa el cumplimiento del “deber” de reprimir y disparar que suelen recibir los chocobares en su adiestramiento.

Un fallo que le perdona la cárcel si se considera que mató por la espalda. No fue un enfrentamiento --que la palabra lo dice, frente a frente--, con armas equiparables. Fue mientras el joven se escapaba que le tiró por la espalda. No en vano el engendro protocolar de la exministra Bullrich habilitaba al uso del arma hasta "finalizar la fuga", o sea, hasta que se detenga o hasta que caiga muerto. Ese deber aseguraba haber cumplido Chocobar.

Para la sociedad en general, le tiró escapando y lo mató por la espalda. No importa que en el juicio, la estrategia haya sido la de inventar a un sorprendente fugitivo dispuesto a frenar su carrera, darse vuelta amenazante hacia un policía armado que ya disparó tres veces antes y que, según se guarda en los genes de esta parte del mundo, ese policía es un peligro porque va a disparar de nuevo. Así lo entendieron los tres vecinos que, desarmados, lograron retener a Pablo Kukoc y quitarle la cámara robada: cuando vieron a Chocobar llegar gritando y tirando al aire, no se quedaron a esperar a la ley para explicar lo que estaba pasando. Los tres escaparon a esconderse para no recibir un tiro. No está escrito en la jurisprudencia. Son los genes.

No importa que hayan inventado tan sorprendente fugitivo que cuando Chocobar le disparó a menos de diez metros, se dio vuelta rápidamente, tanto que las balas le dieron por la espalda. O que es posible correr 35 metros con el fémur destrozado pese a que los médicos demuestran que no se puede dar ni un paso. La estrategia no importa. Lo que importa es que los jueces lo hayan creído.

Es cierto que desde el Tribunal llega un mensaje claro: lo que hizo Chocobar no es como argumenta el ahora expolicía, no lo hizo en cumplimiento del deber, aunque engendros políticos le hayan colocado provisoriamente laureles en la cabeza.

Lo que cometió Chocobar es un crimen. Y el mensaje es claro: no puede ser policía y portar armas alguien capaz de cometer ese crimen.

Pero el mensaje no es claro como pretendiera serlo. Es confuso y contradictorio. Porque siendo policía, persiguió, usó el arma, de milagro no produjo otras muertes, tiró, al caer el pibe no tenía el cuchillo en la mano sino en el bolsillo, tiró y mató. No ir preso en esas condiciones para un policía es una resolución favorable.

La sociedad en general sabe que Luis Chocobar, siendo policía, tiró y mató por la espalda en una fuga.