Desde Brasilia

Gol con la mano de Jair Bolsonaro. Al aceptar que Brasil sea sede de la Copa América el excapitán presidente optó por profundizar la política, o para expresarlo mejor, la falta de políticas para contener el avance del coronavirus que ya ha costado la vida de más de 462 mil personas e infectado a 16,5 millones.

Para el partido del líder opositor y expresidente, Luiz Inácio Lula da Silva, a quien varias encuestas dan como favorito para las elecciones del año que viene, es necesario que la Justicia impida la disputa de la "Copa de la Muerte en Brasil".

Lula, de Corinthians, es el político al que más le teme Bolsonaro, hincha del Palmeiras. En las elecciones de 2018 el palmeirense venció con malas artes, gracias a a proscripción del corinthiano, que está resuelto a ir por la revancha el año próximo.

Si la Copa América se confirma será una mancha más en el prontuario de un Jefe de Estado que ha jugado sucio contra la salud de 212 millones de brasileños desde el inicio de la pandemia, en febrero de 2020. Atrasó cuanto pudo la compra de las vacunas y procuró engañar al público recomendando el consumo de hidroxicloroquina, sabiendo que esa droga es inútil contra la covid-19.

Un mandatario neofascista contra el cual hay una decena de pedidos de impeachment por "genocidio" y denuncias ante el Tribunal Penal Internacional por el mismo cargo. "Genocida" fue la palabra que el sábado pasado vocearon decenas de miles de opositores movilizados en cerca de dos centenas de ciudades de todos los estados. Fue la primera vez en casi dos años que la resistencia democrática le arrebató la calle a las falanges defensoras del golpe de Estado y la supresión de todo aislamiento social.

Los relatos que circulan en el Congreso y el Palacio del Planalto, sede del gobierno en Brasilia, sobre cómo se decidió que Brasil sea sede de la Copa dejan lagunas que no permiten descartar que fue el propio Bolsonaro, golpeado por las protestas del sábado, quien haya sido el mentor de la idea.

De todos modos esa especulación no fue confirmada por datos sólidos, y sigue en pie la historia oficial según la cual la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) optó por Brasil luego de desistir de las subsedes en Argentina y Colombia. Esta supuesta desistencia de Argentina tampoco goza de harta credibilidad.

De acuerdo con ese relato el jefe de la Conmebol, Alejandro Domínguez, se comunicó con su par de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), Rogerio Caboclo y éste con Bolsonaro, quien "apoyó la iniciativa de inmediato".

Lo cierto es que horas después del revuelo causado por la noticia de la nueva sede de la Copa, conocida a media mañana de este lunes, la realización de la competencia aún aguarda su confirmación oficial.

El general Luiz Eduardo Ramos, ministro jefe de Gabinete, declaró al final de la tarde en el Palacio del Planalto que, "no hay documentos firmados" y todo lo que existe son "tratativas" en curso para la disputa de un evento que debería iniciarse dentro de menos de dos semanas, el 13 de junio. Ramos formuló declaraciones después de mantener una videoconferencia con Rogerio Caboclo, jefe de la CBF.

Otro general, el vicepresidente Hamilton Mourao, minimizó los riesgos de contagios del torneo y dio a entender, de forma vaga, que Brasil presentaría una situación epidemiológica mejor que la de Argentina. Las internas dentro del Partido Militar están a la orden del día y atraviesan la actual crisis del gobierno del mismo modo que permean la Copa América. Para unos esta apuesta futbolística puede ser suicida porque podría agudizar el malhumor popular contra la frivolidad de Bolsonaro ante la pandemia.

Otros estiman que la Copa puede ser un convite a la evasión de masas como ocurrió durante la dictadura. "Bolsonaro quiere reeditar el pan, circo y fútbol de 1970, durante el mandato del dictador Emilio Garrastazú Médici, que se benefició de la conquista de la Copa del Mundo de Pelé en México", dijo a Página/12 el exdiputado Adriano Digo, del PT, que presidió la Comisión de la Verdad en el estado de San Pablo.

Bolsonaro siempre recuerda con "saudades" al Garrastazú Médici que iba a la cancha con su radio de pila pegada a la oreja. Una imagen amigable de un tirano bajo cuyo mandato fueron asesinados y desaparecidos un alto número de disidentes, agrega Diogo.

Tercera onda

La realización de un torneo de semejante porte dará lugar a aglomeraciones que probablemente tornarán más grave el cuadro epidemiológico.

El campeonato continental es "la gota de agua" para que el país desemboque en la tercera onda de la pandemia, afirmó Miguel Nicolelis, uno de los científicos más consultados sobre la crisis sanitaria.

(EFE)

La Copa América "es un puntapié en la boca de los brasileños que perdieron familiares en la pandemia y de todos los que estamos hace 14 meses en cuarentena", lanza este profesor titular de la Universidad de Duke, en Estados Unidos.

Este experto y otros estiman que Brasil llegará a los 500 mil muertos entre junio y julio, quizá antes de que concluya la Copa América.

Aunque la CBF aúno no anunció las subsedes, la gobernación de Pernambuco rechazó serlo y la de San Pablo, el estado más importante, admite que haya partidos siempre que se respeten los protocolos de aislamiento fijados por sus autoridades.

Es probable que uno de estadios escogidos sea el Maracaná, donde se jugaron las finales de los Mundiales de 1950 y 2014, en Río de Janeiro. En ese estado hay quince pacientes monitoreados por sospechas de haberse contaminado con la cepa india de la covid-19, una variante considerada altamente peligrosa cuya diseminación será favorecida por el gentío en torno de la competencia.

La Comisión Parlamentaria de Investigaciones (CPI) sobre la pandemia no suspenderá las audiencias para asistir a los partidos, y su vicepresidente, Randolfe Rodrigues, anticipó que puede ser creado un capítulo sobre el evento. "Estoy protocolando un pedido para convocar al presidente de la CBF (Caboclo) para saber qué medidas fueron planeadas para garantizar la seguridad sanitaria de los brasileños", anunció Rodrigues. Caboclo y los barones de la CBF construyeron una complicidad con Bolsonaro desde que éste llegó al gobierno en 2019.

Infantino, presidente de la FIFA; Bolsonaro y Caboclo, en la previa de la Copa 2019. (NA)

El excapitán se mueve con astucia en el bajomundo de la política (son conocidas su relaciones con las milicias parapoliciales) y las mafias vinculadas al fútbol. En ese contexto firmó una alianza tácita con la Bancada de la Pelota, formada por senadores y diputados adscriptos a la CBF, los clubes más poderosos y las federaciones provinciales.

Ese bloque parlamentario nació hace décadas para obstruir las investigaciones de corrupción en el fútbol local y sus redes en el exterior. Gracias a ese bloque legislativo naufragaron varias indagaciones sobre lavado de dinero, coimas y otros delitos millonarios imputados a expresidentes de la CBF como Ricardo Teixeira, el otrora apadrinado del no menos controvertido patrón de la FIFA, Joao Havelange.

Rogerio Caboclo llegó a la conducción de la CBF respaldado por esos mismos grupos de poder desgastados, pero no derrotados. El representa la continuidad. Caboclo, responsable de organizar la Copa América, llegó a la oficina principal suntuosa sede de la CBF, en el barrio Barra da Tijuca de Rio de Janeiro, tras los escándalos que acabaron con las reinados de Ricardo Teixeira, José Maria Marin -purgó cinco años de prisión en EEUU por el Fifagate- y Marco Polo del Nero.