Así como la Flotus es la Flotus y desde Jackie Kennedy su estilo importa, el Potus es el Potus y sus palabras siempre deben ser estudiadas. 

Flotus es la sigla que usa la jerga oficial para designar a la First Lady of the United States, la primera dama de los Estados Unidos. Potus es por President of the United States. 

Ante el rojo de Juliana Awada, Flotus Melania Trump vistió un conjunto color verde seco con chaqueta estilo militar.

Potus no necesita símbolos. Es el comandante en jefe del país más poderoso del mundo. Pero además antes de empezar su reunión con Mauricio Macri en el Salón Oval dejó una frase para analizar. 

Los periodistas le preguntaron si dejará entrar los limones argentinos al mercado norteamericano. 

Dijo Trump: “Estoy al tanto de los limones. Y lo crean o no, el negocio de los limones es un gran, gran negocio”.

Un periodista le pidió entre risas generales: “¡Solo diga que sí!”. 

Transcripción textual de Trump según la versión de la Casa Blanca: “Pero vamos a tomar esto en consideración, muy seriamente. Una de las razones por las que él está aquí son los limones (risas) y yo le hablaré acerca de Corea del Norte y él me hablará de los limones. Y creo que vamos a estar muy bien dispuestos. Vamos a estar hablando”.

Potus dijo también que “Venezuela es un lío”, que “está en una situación muy triste” y que él mismo se siente así. “Estoy muy triste por Venezuela”, afirmó.

Una interpretación de tono crítico hacia Macri podría decir que Potus lo ninguneó al hablar con tanta ligereza de los limones frente a una crisis nuclear como la de Corea del Norte. Un meme no se le niega a nadie. Pero hablando en serio sería una interpretación liviana por estos cinco motivos:

Parece prematuro afirmar que, en la lógica trumpeana de “síganme los buenos”, Macri se comprometió a una Argentina metida de lleno como socia de los Estados Unidos en crisis globales que le quedan grandes. La Argentina no tiene interés directo ni capacidad para ser parte en el conflicto de Corea. Tampoco en el del Mar Meridional de la China. O en la escalada entre Washington y Teherán, la guerra en Siria y los vericuetos que se esconden por debajo de ISIS.

Sin embargo, ningún diplomático avispado dejaría de registrar que en público y delante de Macri Trump habló de Corea. O sea, de un tema estratégico-militar. Es un estilo: ordenó bombardear Siria mientras comía torta de chocolate con el presidente chino Xi Jingping. 

El verde militar de Flotus impregnó dos párrafos de la declaración conjunta. Uno reza: “Reconociendo los beneficios y riesgos de nuestra creciente dependencia de información incorporada a las redes informáticas, ambos líderes identificaron la creciente importancia de la cooperación en política cibernética”. El otro párrafo informa sobre el lanzamiento de un grupo de trabajo bilateral “sobre cuestiones cibernéticas, el cual protegerá los intereses de seguridad y económicos de nuestros respectivos países, empresas y usuarios de internet”.

Las ciberguerras son uno de los temas preferidos del influyente consejero de Seguridad Nacional, el general de tres estrellas Herbert McMaster, que hasta ahora pesa más en la política internacional que el propio secretario de Estado, el ex Exxon Rex Tilerson. Trump tiene en el gabinete un terceto de generales. Los otros dos son el secretario de Defensa, Jim Mattis, y el de seguridad Interior, John Kelly. Los Estados Unidos no solo quieren protegerse de los ciberataques y combatir filtraciones como la de Julian Assange, que confirmó para el mundo entero el profundo nivel de involucramiento norteamericano en todos los países. The New York Times informó sobre intentos de montar ciberataques contra los programas nucleares de Corea del Norte e Irán. Se trata de un área discreta de la política internacional. James Lewis, un experto del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, donde disertó Macri ayer, suele sostener que ni siquiera cuando vencen los agresores triunfantes quieren hacerlo público. La clave es no generar mecanismos de prevención en otros blancos posibles.

La Argentina desarrolló mecanismos de cooperación con Brasil en defensa contra ataques cibernéticos. En 2013 visitó Buenos Aires el entonces ministro de Defensa de Dilma Rousseff, el ex canciller de Lula Celso Amorim, para firmar acuerdos con su colega Agustín Rossi. El diplomático brasileño explicó a PáginaI12 que un ataque cibernético que comprometiera el sistema eléctrico o el control de aeropuertos “podría generar el efecto de un arma de destrucción masiva”. Antes del golpe de 2016 Rousseff sufrió hackeo de sus correos por parte de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos. Por eso llegó a suspender una visita de Estado concertada con Barack Obama. 

La complementación entre Brasil y la Argentina se produjo en el marco del Consejo de Defensa Sudamericano, una iniciativa binacional que desembarcó en Unasur y está en el freezer con Temer y Macri. 

Proteger la infraestructura propia virtual y física también es el objetivo de Rob Joyce, el coordinador de ciberseguridad de la Casa Blanca designado por Potus.

Por si alguien tuviera dudas de que para Trump el poderío militar es básico, no bien despidió a Macri y Awada el presidente norteamericano ordenó revitalizar la industria del aluminio. Entre 2012 y 2015 las importaciones de aluminio semifabricado de China crecieron el 183 por ciento. En 2016 la producción estadounidense cayó un 47 por ciento.

“El aluminio es un material crítico para la defensa nacional, para los vehículos militares terrestres y para los buques de guerra”, informó la Casa Blanca sin el glamour de Flotus pero con su mismo color verde oliva. 

Para Macri fue un día especial. “Maravilloso”, describió. Para Potus, otro día dedicado a poner la máquina en forma.

martin.granovsky@gmail.com