El actor, director, dramaturgo y formador Julio Ordano murió este lunes a los 77 años a causa de una neumonía doble. Formado en la década de los ’60, se desempeñó como actor en piezas teatrales como Los yugoslavos, El chico de la última fila, Reikiavik y Cartas de amor a Stalin (del español Juan Mayorga); Los siete locos (de Roberto Arlt); Lovely Revolution y Argumento para una novela corta (de Enrique Papatino); Contemplo la nieve que cae blandamente (de Alberto Drago); Tenesy (de Jorge Leyes); Ejercicios de estilo (de Jacques Prévert, Raymond Queneau y Jean Tardieu); El tiempo y la habitación (de Botho Strauss); La bámbola (de Maria Rosa Pfeiffer y Patricia Suárez); Procedimientos para inhibir la voluntad de los individuos (de Francisco Enrique) y El dragón de fuego (de Roma Mahieu), entre otras. También trabajó en cine, de la mano de directores como Sergio Renán (Crecer de golpe, 1977) o Alex Tossenberger (Desbordar, 2010).

Su ductilidad le permitió desenvolverse en el circuito independiente, oficial y comercial. Dirigió numerosas producciones entre las que figuran varios clásicos de la escena nacional e internacional: La mesa de los galanes, El pan de la locura, Queridas mías, Sexo, droga y rock and roll, Coronación, Los ojos del día, Mate amargo, Vanidades, Bent, OW, Camellos, El bar y la novia, Juegos a la hora de la siesta, Los mirasoles o Un tranvía llamado deseo. Su cuerpo de obra como dramaturgo quedó compilado en El petiso orejudo y otras obras de teatro, libro editado por Proyecto Larsen.

El texto que da título a ese ejemplar fue seleccionado en uno de los certámenes del Centro Cultural San Martín. A propósito de aquel estreno en 2002 en la Sala Enrique Muiño, Ordano declaró a Página/12: “Tengo una actitud y una mirada piadosa respecto de los descastados (…) Me atraen los personajes condicionados por la sociedad y por ellos mismos, tan vituperados por un lado y tan míticos por otro, algunos reales como el Orejudo y otros de ficción como la Susana de Juegos a la hora de la siesta”.

Pero Ordano no sólo se desempeñó como actor, director y dramaturgo; también apostó a la formación de nuevas generaciones de artistas y ocupó diversos cargos en prestigiosos espacios del campo teatral. En el ámbito educativo, fue rector de la Escuela Nacional de Arte Dramático e impartió clases en instituciones como la Universidad del Salvador (profesor emérito), la Universidad Católica Argentina y la Universidad de Belgrano. También fue director del Taller Teatral Hedy Crilla, miembro fundador del Grupo de Repertorio, jurado de los Premios Trinidad Guevara y miembro del directorio de Proteatro.

A lo largo de su trayectoria obtuvo importantes galardones, entre los que se destacan el Premio María Guerrero y el Premio Argentores. Con un gran compromiso social y político, integró la comisión directiva del ciclo Teatro Abierto y fue asesor de los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo en el Juicio a las Juntas Militares en 1984. “En la época de Teatro Abierto, teníamos en claro qué era un gobierno dictatorial, y no podíamos dejar de comprometernos”, dijo a este diario en 2013. En aquella entrevista donde se anticipaba el estreno de su puesta de Luces de Bohemia (de Ramón del Valle Inclán) en el Actor’s Studio, se le preguntó por el compromiso de los intelectuales y respondió: “Defender las propias convicciones. Eso es importante. Pero saber también que si no se logra lo que se ha buscado es porque el otro o los otros son más fuertes, más poderosos. Lo fundamental es que uno no haya sido modificado ni sojuzgado por el poder”.