El astrónomo ingresó en 1983 al Museo del Louvre: ¡con su sola aparición se duplicó la cantidad de obras de Vermeer en colecciones francesas! Obras maestras de clima intimista, sabia composición y armonía en colores, son tan valiosas como escasas en el mercado. La pintura no sólo está fechada y firmada, hecho rarísimo en la obra del pintor, sino que tiene un hermano casi mellizo: El geógrafo, pintado al año siguiente y que desde 1885 es colección del Stadel Museum de Francfort en Alemania. Los historiadores del arte han debatido y glosado mucho acerca de esta fratría. ¿Los dos sabios son en realidad el correlato uno del otro? Ambas obras se vendieron juntas en varias oportunidades y pasaron de mano en mano de marchands y coleccionistas, al menos unas veinte veces. Una rareza compartida:  el personaje masculino, solo. 

El astrónomo atraviesa el siglo XIX en tierras británicas, entre Londres y Birmingham. En 1820 intentan subastarlo pero nadie quiere el cuadro. Vermeer es entonces un pintor olvidado, desconocido y sus escenas intimistas ya no son del gusto de la hora. Demasiado realistas, triviales y silenciosas. Pero en 1850, a partir del surgimiento de la fotografía, y el nuevo realismo en Francia, vuelve a ponerse de moda. En ese contexto El astrónomo viaja a París en 1880 y se queda en la casa del banquero Alphonse Rothschild. Hasta 1940. 

Entre la lista de ambiciones fantasmáticas de Adolf Hitler es hacer de Linz, Austria, la capital cultural de Europa. Se dibujan los planos de un vasto complejo cultural totalitario que incluiría el Führermuseum, que debía albergar lo mejor de las colecciones europeas de pintura y escultura. Hitler, artista mediocre, dos veces rechazado por la Escuela de Bellas Artes de Viena cultivaba el odio hacia los pintores de la joven guardia y era partidario de cierto clasicismo. Con la ocupación de Francia el Führer ordena poner en lugar seguro los objetos de arte pertenecientes al estado francés y particulares, especialmente los judíos. Así es que el Astrónomo es confiscado y llevado a la embajada alemana. Es trasladado con miles de obras más y sellado en la parte de atrás con las iniciales de A.H. Luego de una exposición que supervisa Hermann Goering, al ver la obra, recuerda la obsesión del Führer por Vermeer tal como comprueba un mensaje de una semana después dirigido por encargados de las obras al secretario personal de Hitler: “Adjunto el informe al Führer, que va a causar una gran alegría, cumplo en informar que el cuadro de Jan Vermeer al que había hecho alusión, está entre las obras de arte confiscadas.”  

Años más tarde, en mayo de 1945, en la mina de sal de Altaussee, hombres de Monumentos de los Aliados hacen un descubrimiento extraordinario: seis mil quinientos cuadros, un millar de obras en papel, ciento cuarenta esculturas; cerca de dos mil cajones de libros, tapicería, muebles, y centenares de objetos diversos. Todo almacenado en estanterías de madera construidas a varios cientos de metros bajo tierra y distribuidas en galerías que gracias a la sal que absorbe la humedad, brindan condiciones de conservación adecuadas. Tras varias jornadas de exploración claustrofóbica, la sala situada en lo más profundo revela sus más bellos tesoros, entre ellos dos cuadros de Vermeer: El taller del pintor y El astrónomo.