“La gente ya tomó la decisión de venirse y están limpiando a pulso, con machete, hacha, porque es un monte tupido, duro, y no hay ayuda, no hay máquina, entonces tienen que venirse con hacha y machete para ir limpiando donde van a vivir definitivamente”. La descripción de Francisco Gómez, cacique de la comunidad Qom Monte Carmelo Nuevo, podría aplicarse a otras comunidades de la costa del río Pilcomayo que desde 2018 buscan huir de las aguas sin ayuda estatal.

La peregrinación de las casi 50 familias de esta comunidad, ubicada en el municipio de de Santa Victoria Este, en el departamento Rivadavia, comenzó en 2018, cuando la crecida del Pilcomayo provocó el éxodo de las poblaciones ribereñas en búsqueda de otros lugares para vivir.

Monte Carmelo originalmente estaba dentro de uno de los anillos de contención, pero esta protección fue alcanzada y puesta en riesgo su estructura por la fuerza del agua. Entonces, las familias se movieron a unos 10 kilómetros de distancia. “Estamos a 3 kilómetros de la ruta provincial 54 y como a 22 kilómetros de Santa Victoria Este”, detalló Gómez en los mensajes que fue envianado a Salta/12 según la disponibilidad de conectividad y de energía eléctrica para cargar su celular.

Tiempo después del primer éxodo de 2018 la mayoría de las familias volvieron al anillo. En cambio, Gómez, junto a otras 14 familias, decidieron quedarse en el lugar en el que se habían instalado escapando de la inundación.

Las promesas de acciones para que superen las necesidades básicas insatisfechas en ese nuevo asentamiento quedaron en eso, o en intentos sin mayores resultados.

Sin agua, ni luz, ni infraestructura

El cacique Gómez contó que en Monte Carmelo Nuevo se dejaron ocho paneles solares para que cuenten con energía eléctrica. Pero la batería de carga duró poco menos de dos años y desde entonces las reemplazaron con baterías de motocicletas. Pero su capacidad de almacenamiento es pequeña y alcanzan para poco, se utilizan apenas para cargar los celulares.


“Para juntarse a tomar mate están utilizando mecheros, es lo que se usa ahora desde marzo de 2018”, contó Gómez. Dijo que solicitaron que se hagan las conexiones a la red de energía eléctrica pero hasta ahora no fueron escuchados, “pese a que el tendido de alta tensión pasa a tres kilómetros”.

La falta de acceso a recursos de primera necesidad ubica a estas familias como si estuvieran en otra época. No cuentan con acceso a agua segura para el consumo humano, habitualmente se proveen de agua que acarrean de cañadas. También les llega cada tanto, y siempre insuficiente, agua en camiones cisterna. “Aguantamos un poco cuando mandan el agua y la depositamos en tinacos”, en palabras del cacique, quien dijo que la escasez de este recurso les impide habilitar “una huerta para sembrar verdura, aunque sea para el consumo propio”.

Gómez consideró prioritario contar con un pozo propio de agua potable, más aún cuando ya se decidió que la totalidad de las familias se mudarán desde Monte Carmelo Viejo a este nuevo asentamiento. 

Este traslado también dificultoso, porque buscan llevar las maderas de las construcciones que abandonan para levantar sus nuevas viviendas. “Pero es imposible”, se desesperanzó el cacique. Es que no cuentan con vehículos de carga y si bien la municipalidad victoreña había comprometido enviar vehículos, “siempre dicen que la semana que viene o que no hay combustible”.

Monte Carmelo Nuevo se empezó a poblar en 2018. En estos siete años, el anillo que contiene a Monte Carmelo Viejo quedó más vulnerable y “ya no hay barrancas” que puedan frenar las aguas del Pilcomayo que, como en todo verano, podría volver a crecer. Las familias lamentan el traslado obligado porque “La comodidad está dentro del anillo”, dijo Gómez en referencia a que ahí tenían toda la infraestructura. Tras la mudanza, las infancias en edad escolar van a la escuela de La Curvita, que está a tres kilómetros.

Entramado de varillas para los techos


En 2018, durante la gestión de Juan Manuel Urtubey, se repartieron 500 ladrillones por familia para la construcción de sus viviendas. “Hacemos la pared pegando (los ladrillos) con barro” en lugar de cemento, contó el cacique. Para el techo, se juntan varillas de madera que se unen en los extremos, formando un entramado sobre el que se pone un plástico y otra vez barro que se mezcla con hojas para evitar que se lave rápido. 

De esta forma se busca impermeabilizar el techo y lograr que no filtre tanto el calor, que en esta zona suele ser habitualmente de 40° en la época estival. 

El cacique dijo que por ahí también “anduvieron buscando votos”, pero nadie les habló de alguna solución.

Emergencia sin tratamiento

Desde mayo la Cámara de Diputados de la Nación tiene en sus manos el proyecto de Ley de Emergencia para Rivadavia, que ya tuvo la media sanción del Senado. La iniciativa, presentada por el senador salteño Sergio Leavy, declara la emergencia por 180 días y establece fondos específicos para la realización de obras que protejan a las comunidades de los ríos Pilcomayo y Bermejo.

Hace una semana, el intendente de Santa Victoria Este, Rogelio Nerón, expuso la extrema situación que atraviesan los habitantes de ese departamento ante la vicepresidenta y presidenta del Senado de la Nación, Victoria Villarruel. Fue acompañado por Leavy y sus dos pares salteños, Nora Giménez y Juan Carlos Romero.

“De 12 meses del año, dos al menos son con desbordes del Pilcomayo. Mucha de la gente vive bajo árboles y plásticos como techo porque no sabe cómo se va a encaminar si el río vuelve a crecer”, contó el intendente. Añadió que “los veranos son de 55 grados”, y preocupa particularmente que ante la falta de agua apta para consumo humano, ya que las familias reciben bidones de 20 o 25 litros, se agraven casos de deshidratación. Esta es una de las principales causas en las muertes evitables de niños y niñas de la zona.