Federico Honorado Bazán murió en 1942. Ejercía la medicina desde 1934 en los diversos pueblos que se extienden entre Belén y Tinogasta. Los pacientes que no tenían otros recursos le pagaban o donaban en agradecimiento con vasijas pertenecientes a las diferentes culturas ancestrales de esos lugares.

Su hijo, Federico Víctor Bazán tiene hoy 80 años, vive en Buenos Aires, y decidió restituir el patrimonio arqueológico para que sea expuesto en el museo de Belén. Son 15 vasijas excelentemente conservadas y 10 fragmentos, que pertenecen a los procesos culturales Ciénaga y Cóndor Huasi (período temprano), Aguada (medio), y Belén (tardío).

Las ollitas, como las llama Federico, le permitieron sostener su identidad en un largo itinerario, que concretada la vuelta a casa, él llama su regreso a Ítaca, porque como Ulises, Federico tuvo su propia Odisea.

A los 17 años se fue a estudiar a Córdoba, “fue una especie de estigma, ser hijo único de madre viuda. De alguna manera me crié solo, con mi abuela que era tejedora de vicuña”, dijo Federico a Catamarca/12.

Fue a estudiar ingeniería, pero terminó como profesor de cinematografía y director de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba entre 1973 y 1975. Aquí los caminos se bifurcan, en los fragmentos de su memoria que es su libro autobiográfico Ollitas, anota al lado de la imagen de una de las vasijas:

“El momento más grave de mi vida fue en

La Perla,

frente a un simulado batallón de fusilamiento.

Saber luego, que fue una simulación,

no obstó para que haya sentido la proximidad

de la muerte, como campo de trigo

luminoso meciéndose al sol.

En ese campo de concentración.

En 1975 fue detenido junto a su compañera de toda la vida, la pintora y psicoanlista Elsa Narváez. No fueron liberados hasta 1980. “Nos dan una pena de inhabilitación perpetua, no podíamos tener trabajo, no teníamos documentos”.

Federico y Elsa gestionaron la visa a Francia con pasaportes franceses que canjearon por refugio político. Ese mismo año muere la madre, Aida Vally Niederle, quien para entonces había sido designada directora del Colegio Nacional de Salta.

Lejos de los tiempos en que su madre y abuela usaban las vasijas ancestrales para darles agua a las gallinas. A la muerte de su madre, la única herencia que recibió fueron esas vasijas, que él se encargó de recuperar y llevárselas a Francia.

“Mi padre no dejó herencia porque era un médico lírico, no tenía dinero. Cuando muere lo único que quedó era la biblioteca de medicina de libros que pierden vigencia y las ollitas. Mi madre las tenía allí y no le daba mucha importancia, la usaban para darle agua a las gallinas. Las conservé en Francia a pesar de que en un momento no tenía muchos recursos económicos, podría haber vendido una porque en ese momento costaban 300 mil pesos”.

Pero las ollitas eran el suelo que lo sostenían a Federico, hechas con barro de Belén de hasta 1300 años de antigüedad, mantuvieron intacta la identidad, las horas de aquel médico andando por los pueblos del norte de Catamarca y el devenir de una cultura que le daba sentido en su exilio en París.

En la capital francesa Federico y Elsa desplegaron sus actividades artísticas. Federico fue profesor en la Universidad de París VIII (Saint Denis Sorbona), hasta que en 1997 decidieron regresar a la Argentina.

Con Elsa compartieron el amor por el psicoanálisis, por el arte, por el cine. En 2020 Elsa muere luego de padecer varios años alzhéimer. Federico entonces escribió un inquietante libro con el nombre de Ollitas. Allí, junto a imágenes de las vasijas que llegaron este viernes a la provincia, va fragmentando pasajes de su vida, textos de escritores locales y universales y va reconstruyendo su itinerario sin orden, caótico como se le antojó la vida ser con él. Eso sí, lo único que tiene un orden y una fijeza, son esas vasijas ancestrales.

Restitución

Desde 2017, Federico intentaba restituir la colección a la provincia. Sin embargo, no fue hasta este año que la provincia hizo la gestión para concretar el traslado. El director de Antropología, Ezequiel Fonseca, explicó a Catamarca/12 que como la colección estaba inscripta en Buenos Aires, fue necesario hacer el traslado legal de la tenencia a Catamarca.

Según la ley de Protección del Patrimonio, los Bienes Arqueológicos y Paleontológicos son del dominio público del Estado Nacional, Provincial o Municipal, según el ámbito territorial en que se encuentren. Las colecciones u objetos arqueológicos y restos paleontológicos inscriptos en el Registro Oficial, sólo podrán ser transferidos a título gratuito por herencia o bien por donación a instituciones científicas o museos públicos.

Sin embargo, se necesitaba poder cubrir el costo del envío y encontrar un transporte que cumpliera con las condiciones de embalaje y seguridad para que las vasijas llegaran intactas. Finalmente, a través de gestiones de la escritora Celia Sarquís y del ministro de Inversión y Desarrollo, Aldo Sarquís, se pudo coordinar el traslado con una agencia de transporte.

Las piezas llegaron el viernes en perfectas condiciones. El destino podría ser Fray Mamerto Esquiú, zona donde pasó su infancia Federico, o Belén, donde el padre fue recolectando las vasijas.

Se cumple así un singular itinerario de historia de vida.