Desde Barcelona

UNO ¿Será uno de los tantos efectos de la vacuna o alguna de las tantas secuelas del virus? Rodríguez no tuvo covid-19 y sí tiene Pfizer 1-2; y vaya a saber qué es lo que le hace mirar fijo a su lavadora con la misma fascinación que hace milenios se contemplaron las rectas del fuego y las curvas del agua y se pensaron por primera vez tantas cosas. La diferencia está en que Rodríguez mira ahí y no piensa en nada trascendente ni epifánico sino en, apenas, en el nuevo recibo de la electricidad. Otro nuevo recibo (y van...) pero igual de incomprensible (y, por lo tanto tan indiscutible como injustificable) que todos los que lo antecedieron. Una hoja de papel equivalente a cada vez más billetes (el recibo se ha disparado un 42% en lo que va del mes, por más que se insista años tras año en que se trata de "aumentos que acaban siendo ahorros" o algo así) cuyo sólo intento de decodificación reduciría a balbuceos hasta al elocuente Robert Langdon de Dan Brown. Y poco y nada (y mucho y todo) ayudan las diferentes informaciones/consejos en primeras planas y aperturas de diarios y de telediarios: "La nueva factura de la luz anticipa una metamorfosis eléctrica", previno alguien con temblores kafkianos; "Cómo ahorrar con la nueva factura sin volverse loco", delató un descorazonado estilo Poe. (Des)información que ahora golpea a un cerebro ya reblandecido pandémicamente luego de más de un año de clasificar cepas y vacunas y (des)medidas de (in)seguridad. Así, el efecto inmediato en Rodríguez son las ganas irrefrenables de salir al balcón no a aplaudir sino a... a...

DOS ...a mejor no pensar en ciertas cosas y a quedarse dentro y poner una lavadora. Y mirarla. Y sentirse tan transgresor por hacerlo a las 9 de la noche en día de semana: en pleno "período punta" (de 10:00 a 14:00 y de 18:00 a 22:00 hrs.). El equivalente energético de andar por ahí sin mascarilla y estornudando en el rostro de extraños con una botella de alcohol (del tipo líquido y bebible y euforizante y no de la variedad gel y frotable y desinfectante) y riéndose a carcajadas de las nuevas "recomendaciones de obligado cumplimiento" (pero no) mientras aquí viene la turística cepa india que es como el centrífugo Peter Sellers en The Party. El objetivo, dicen, es el de poner en práctica una nueva "consciencia ecológica" y de "cambiar hábitos" y promover la llegada de "energías renovables". Propósitos para el (des)propósito que --cada vez que se invocan como motivo-coartada-- hacen que Rodríguez se ponga más rojo que verde y aúlle un "How Dare You?!" à la Greta Thunberg. En verdad (la verdad no sea dicha), todo esto se (des)hace para así paliar los efectos de esa ya larga "deuda eléctrica" del Estado con las compañías energéticas (sacando a subasta kilovatios hasta dejar de remate) refinanciada vía reforma en 2013 y cuyo peso y euros se trasladarán al menos hasta 2028 a un usuario cada vez más usado. De ahí que, ahora, la cosa pase por esa falsa noción de que se elige cuando en verdad se impone. Lo ideal/irreal: cocinar y lavar la ropa los fines de semana (para toda la semana) o, si se lo prefiere, de lunes a viernes, en "período valle" que, vaya, va de la medianoche a las 7 de la mañana para delicia de vampiros o cocainómanos o insomnes. Para los más tibios queda eso del "período llano" (entre las entre las 08:00 y las 10:00 horas, las 14:00 y las 18.00 horas y entre las 22:00 y 00:00 horas y fines de semana y festivos), pero a Rodríguez le suena a poca cosa y, además, haciendo cuentas, el ahorro es mínimo. En cuanto a lo de poner la lavadora o el lavavajilla en la noche oscura del alma (a eso de las 3:00 de la mañana), los "diseñadores" de esta "nueva revolución energética" se olvidaron del pequeño detalle de que está prohibido el uso de ciertos electrodomésticos a partir de las 21:00 por ley contra los ruidos molestos que puede activar multas de entre 750 y 3.000 euros.

Así, toda esta ilusa ilusión en la que intenta convencerse al más electrocutado que electrizado y más consumido que consumidor de que es dueño de su destino tiene el mismo efecto práctico que tanta impráctica medida de gobierno y de oposición y de ese difícil de enchufar referéndum como electrodoméstico procesador del Procés y cuyos diferentes accesorios ya ofrecen las muy diferentes y contradictorias (in)utilidades en plan cada uno con su plan. Y Rodríguez los escucha y los padece y siente tantas ganas de mandarlos de punta al valle o al llano previo apagón de todos y cada uno de ellos por varios períodos. Y fantasea con una alt-reality tipo Matrix como en la que cree Elon Musk y donde no haya padres que asesinen a sus pequeñas hijas y Nadal gane siempre y Raphael nunca de ser aquel quien es por sesenta años más y desde la que vengan esos ovnis: electrodomésticos que, seguro, gastan muy poco porque son el producto de una inteligencia muy superior a la (in)humana. Después (una vez tendida la ropa para que a la mañana siguiente se seque con la ayuda de la por ahora gratis luz/calor del sol) Rodríguez, más allá de todo indulto, se pone a ver una/otra película acerca de las electrizantes batallas entre el alterno Tesla y el continuo Edison.

TRES Y teniendo que optar entre uno y otro, Rodríguez elige tercera vía: la de Richard Brautigan. Autor del micro-relato "I Was Trying to Describe You to Someone", incluido en su magistral Revenge of the Lawn. Allí, el narrador le comenta a una chica de la que está tan enamorado que intentaba describirla a alguien días atrás. Y que no encontraba las palabras exactas que hicieran justicia a la intensidad de lo que sentía por ella. Y que, finalmente, recordó un documental que vio cuando era un niño, sobre el New Deal de Roosevelt llevando la iluminación a campos y granjas donde nunca había llegado la electricidad y que de pronto, "como un joven dios griego", proyectaba la "dimensión heroica" de postes y cables alterando el horizonte y, en la oscuridad del cine, al narrador (que no tiene por qué ser Brautigan) "deseando que la electricidad cubriese al mundo entero" y así concluyendo, satisfecho, con un encendido "Así eres tú para mí".

 

De tanto en tanto Rodríguez vuelve a abrir ese gran libro y lee esa pequeña página. Y se emociona y trata de no pensar en que, en ocasiones, se siente como electrodomesticado más utilitario que útil de/para otro. Para mí, sin ir más lejos y tan cerca. Yo, quien lo prende y apaga (es mi trabajo) para que Rodríguez emita las señales/pulsos de un español medio que no soy yo. (¿De verdad hay que volver a explicar lo que separa a persona de personaje? ¿Será culpa de las radiaciones de redes sociales entendidas como Literatura del Yo-Yo y todo eso? ¿Cómo puede soportarse el vivir convencido de que todo lo demás y lo de los demás tiene que ver nada más con lo de uno?) Así, parece, Rodríguez funciona (bien) para el (mal) comentar gratuitamente de quienes creen en que esa internet en caída sale gratis. Pero no. Nada lo es. Compruébenlo --aunque no puedan comprenderlo-- con la entrada de próxima y sombría factura/fractura de (deshágase) la luz. Y sabiendo que --a la breve hora de la verdad que es, también, la larga hora de lo incierto en "período páramo"-- las baterías, uff y off, nunca estuvieron ni están ni estarán incluidas.