En la tradición magisterial de la Iglesia Católica el derecho a la propiedad privada ha estado subordinado a la función social de los bienes desde fines del siglo XIX cuando así lo señaló el papa León XIII a través de su encíclica novarum.html">Rerum novarum  dedicada a analizar la situación de los obreros a partir de las nuevas condiciones derivadas de la industrialización. Más contemporáneamente, desde Paulo VI hasta el más conservador Juan Pablo II, los pontífices continuaron insistiendo en el mismo concepto. Para Francisco el tema ha sido central y permanente en sus mensajes. Doctrinariamente lo dejó establecido en la encíclica Fratelli tutti y en diversas ocasiones en las que se refirió a la cuestión social. 

No obstante ello cuando Jorge Bergoglio volvió referirse al tema hace algo más de una semana al hablar ante el congreso de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ocasión en la que reiteró que la propiedad privada es un “derecho secundario” , la mención fue suficiente para que en nuestro país se levantaran voces --incluso las de sedicentes católicos-- en contra de Francisco e indignados por lo que ellos consideran, entre otras cosas, una intromisión indebida del pontífice en temas que no le corresponden y que, por añadidura, cuestionan derechos de propiedad que estiman absolutos.

El coro de quejas en contra de Francisco estuvo acompañado de manera también crítica por titulares y notas en los medios de comunicación que suelen acompasar la opinión de los grupos económicos más poderosos del país. Con la intención de restarle importancia a las aseveraciones de Bergolgio se argumentó además que lo dicho por el Papa no representa ninguna novedad en el magisterio católico y que, por añadidura, en esa ocasión Francisco no se estaba refiriendo en particular a la Argentina sino hablando en general, urbe et orbi, para todo el mundo. Aunque ambas consideraciones son ciertas no le restan aplicabilidad al caso argentino.

Ahora Bergoglio le habló directamente a los empresarios y en particular a los integrantes de la Asociación Católica de Dirigentes de Empresa (ACDE) . Y aunque no se refirió expresamente a la cuestión de la propiedad privada sí se expresó sobre un tema estrechamente vinculado como lo es la economía social y el bien común. A los empresarios católicos el Papa les reclamó “invertir en el bien común, no esconder la plata en los paraísos fiscales”.

Francisco es el Papa de toda la Iglesia Católica y cuando habla lo hace para el mundo. Dentro de ese universo está incluida la Argentina y en consecuencia su doctrina tiene valor también para quienes habitan este suelo. Pero al mismo tiempo resulta poco consistente afirmar que Bergoglio ya no mira o no conoce lo que pasa en su país natal. Una vez más quedó demostrado que el Papa conoce la realidad de la Argentina, sigue los acontecimientos del país y está al tanto de sus problemas. También del proceder de los factores de poder. Lo puso en evidencia al hablarle a los propios, a los empresarios que acostumbran a golpearse el pecho frente a los crucifijos. No se los mandó a decir, se lo dijo de frente: empresarios –católicos o no- no escondan sus fortunas en paraísos fiscales. Como para que no se hagan los distraídos. O bíblicamente dicho para que “El que tenga oídos, que escuche” (Mateo, 13, 9).

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