La indexación de gran parte de los contratos es un proceso que suele acompañar la convivencia en el tiempo con la inflación. De hecho, la economía local está transitando un proceso de consolidación de las cláusulas indexatorias, las cuales se van formalizando. Así, los contratos de depósitos y préstamos que mostraban una indexación de hecho en tasas de interés, cuyo nivel preveía una determinada tasa de inflación basada en expectativas formadas por la evolución de los precios previa, fue formalizando esos mecanismos indexatorios estableciendo depósitos y préstamos que se actualizan por la evolución mensual de los precios (UVA, bonos CER).

Un proceso similar se fue produciendo con las negociaciones paritarias. Los pedidos de aumentos de salarios por parte de los sindicatos han pasado de reclamos que tenían implícita una expectativa de inflación basada en la evolución de los precios del año anterior, a la generalización de cláusulas gatillos que establecen incrementos adicionales o renegociaciones de acuerdo según la marcha mensual o trimestral de los precios. 

Esta transición se observa, a su vez, en los contratos de alquileres donde se ha pasado de aumentos prepautados basados en la experiencia inflacionaria de los años anteriores, a clásulas de ajuste automático de acuerdo a la evolución de los precios y salarios (índice de locación).

Si la indexación de hecho es característica de economías que conviven un tiempo prolongado con inflación, su formalización en los contratos suele acompañar una mayor incertidumbre sobre cuál será la evolución de la tasa a la que aumentan los precios. 

En ese sentido, el tránsito de una indexación de hecho a otra formal refleja el aumento tanto en los niveles de inflación como la incertidumbre sobre su evolución. Es un proceso que se aceleró durante la megacorrida cambiaria de 2018-2019, que coronó el ciclo especulativo de la gestión Cambiemos.

La indexación de los contratos, sea formal o informal, genera inercia inflacionaria que proyecta la inflación del pasado hacia adelante. La inflación inercial genera que una suba de precios provocada por algún impulso pueda permanecer aún después de que los mecanismos propagadores agotaron su efecto. Esto es así porque los distintos precios adoptan cláusulas indexatorias y mantienen aumentos en sus valores nominales aún cuando permanezcan ya sin cambio sus precios relativos. En economías con inercia inflacionaria los mecanismos de impulso y propagación de la inflación estructural tienden a permanecer en el tiempo y son acumulativos.

Esa descripción corresponde a la evolución de los precios de la última década, cuando cada salto devaluatorio acelera las tasas de inflación que luego descienden pero hasta su piso inercial. A la vez, cuando el alza de la paridad cambiaria provoca aumentos de la tasa de inflación superiores a los pasados, como en 2018 y 2019, deriva en que se eleva el piso de inflación inercial, que hoy ya se ubica en torno al 40 por ciento anual.

@AndresAsiain