La cantidad de vacunas aplicadas a nivel global superó las 3 mil millones de dosis. La cifra parece alta pero no es el dato más impactante. El ritmo de vacunación se aceleró en forma exponencial. Las primeras 500 millones de dosis demoraron casi 110 días en aplicarse mientras que las últimas 500 millones se aplicaron en menos de 15 días. Los datos surgen del relevamiento de la plataforma Our World in Data de la universidad inglesa de Oxford.

La información puede leerse en un formato doble. Para algunos puede despertar optimismo y para otros reforzar el escepticismo. El detalle de los datos muestra de una manera descarnada los problemas de equidad y las fallas de distribución global.

La prueba de esto puede observarse a través de las cifras de los países africanos. En esa región habitan más de 1300 millones de personas pero la cantidad de vacunas aplicadas no llega a superar las 55 millones de dosis. En países europeos como Francia se aplicaron más vacunas que en todo el territorio africano.

La situación difícilmente no provoque escozor y refuerce la sensación de injusticia. Muchos pueden considerar que haber pensado en un escenario distinto era ingenuo porque los países ricos se imponen al resto. Pero el nivel de desigualdad es obsceno.

Las potencias occidentales tienen ahora más de la mitad de su población vacunada y con ello la crisis sanitaria parece estar llegando a su fin. Estas economías confían en que las nuevas cepas no alterarán el control de la pandemia y empiezan a concentrar su preocupación en coordinar la nueva normalidad. En este punto, el filósofo y economista escocés David Hume diría que resulta igual de lógico suponer que ya no habrá imprevistos sanitarios como creer que si los habrá.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es uno de los más interesados en mostrar que las dificultades del coronavirus llegaron a su fin y que la economía recupera su brillo en la etapa pospandemia.

La semana pasada citó a Ronald Reagan para enfatizar los datos de la recuperación. Dijo que la última vez que la economía estadounidense creció al ritmo actual fue en 1984 y aseguró que igual que en ese momento en Estados Unidos "sale el sol".

Sin embargo, en los próximos años más allá de la retórica de Biden no parece que el panorama sea tan sencillo para esa economía. En primer lugar tendrá un desafío extraordinario en el frente externo si pretende sostener su lugar de primera potencia. Cada vez más economistas consideran que esa posición se encuentra reservada para China en las próximas décadas.

Al mismo tiempo tendrá importantes desafíos internos con problemas que parecen replicarse en otros países desarrollados. Uno de los analistas más críticos respecto del futuro de la economía estadounidense es Nouriel Roubini, quién planteó que a Estados Unidos le espera un combo de crisis de deuda con estancamiento e inflación.

Aseguró que el interrogante acerca de ese evento no es si ocurrirá, sino cuando será esa nueva crisis en la que se combinarán las dificultades financieras de 2008 con los problemas propios de una economía en estanflación parecida a la de los '70.

En las preocupaciones de la pospandemia no sólo aparecen elementos de la macroeconomía, sino que se observan cambios de comportamiento de la sociedad que, por el momento, generan más interrogantes que certezas.

El semanario The Economist dedicó en su última edición a comprar entre distintos países cuán parecida es la vida actual respecto de cómo era la vida prepandemia. Lo hizo a través de un conjunto de índices. La conclusión fue que el indicador de normalidad en economías como las de Estados Unidos -con elevado porcentaje de vacunación- se encuentra debajo de los registros previos a la pandemia. Pero esto no ocurre por motivos sanitarios, sino porque la nueva normalidad empieza a mostrar que será profundamente diferente respecto de la que existía antes de la covid-19.