La Pato Bullrich está tendida en la reposera del solarium, fumando, mirando al cielo encristalado. La observo desde hace rato: sus ojos delineados, su figura ancestral cual diosa griega, su perfil de doncella virginal hace más dichosa mi estancia en la casona. Sirvo para ella desde hace veinte abriles y cada vez la percibo más bonita. La belleza de sus actos la tornan más hermosa y los devaneos de su arte político lejos de ajarla la han vuelto más sensual y promisoria. 

No guardo más que mi amor secreto hacia ella, esperando que un día se digne mirarme con esos ojos esmaltados de alcurnia, desasosiego y a la vez inquietud patriótica por el mundo horroroso que la rodea. Universo de patrioteros, peronistas, zurdos, buscavidas, planeros, atorrantes de toda laya y antojadizamente groseros. 

Ahora se levanta, se envuelve en una ruana por el frío que empieza a subir en la tarde y va hacia la cocina donde la espera ya un jugo de arándanos y naranjas frescas sobre la mesada. Su pelo de espuma, se mueve con la brisa, sus caderas torneadas se adivinan bajo la parca, sus tobillos perfectos marcan el camino hacia una zona iluminada, siempre iluminada. Aprieta el control de la tele y se deja caer sobre un sillón blanco. 

En la pantalla aparecen juntos, abrazados y por lo que espío en un sauna de vapor, Lombardi y el Baby Echecopar. Son muy parecidos, con esas recias figuras de carnales noblezas romanas, esos entrecejos cruzados de tormentas libertarias, esos abdómenes cincelados a alimentos rojos de sangre cazada y vino de las huertas. 

-Son unos hijos de puta -advierte el Baby con su eufemismo tan cargado de metáforas.

Lombardi retruca plácido y certero: -Una cagada lo que te hicieron Pato. 

Se refiere, claro está, al juicio del Presidente por sus dichos acerca de coimas por las vacunas. 

Ella suspira y larga una risita. "Cosa de negros", dando por terminada la charla sobre el tema. Pero ambos varones siguen protestando con saña, tal vez para caerle más en gracia a la Diosa que domina el reinado de la oposición, siempre con flores en su pelo y centellas justicieras en su lengua.

-Hay que amasijarlos, hay que atormentarlos, hay que enfermarlos, hay que echarlos del país, hay que encerrarlos, hay que fusilarlos, hay que... 

Y el Baby al quedarse sin verbos da un golpe a la mesa donde ambos galanes maduros beben. 

Lombardi se sobresalta y culmina. 

-Tranquila Pato querida, estaremos con vos en todo momento porque te adoramos.

Entonces ella, a lo Sharon Stone repite aquella icónica escena y se entreabre la bata. Hay estupor en los machos que se quedan tiesos en la pantalla mirando el vergel que se les regala. Tiran besos como en cámara lenta para luego, ellos también besarse entre sí. 

Yo declino de mirar: demasiado he visto ya en estos territorios para soportar tamaño cuadro. 

Apaga la pantalla y cerrándose la prenda gira hacia mí y me extiende la copa vacía a la vez que musita: -Vino, querido mío, vino del mejor. 

Voy a la despensa y abro una botella, escanciada por más de diez años al menos. 

Se la alcanzo, mira la etiqueta: -Diez años de añejada, la Década Perdida, y se la empina de un gesto hasta saciarse. 

Luego se produce el milagro: me mira por vez primera en años y me llama desde su lecho de espuma. 

-Vení, Negro, conducime al altar, susurra. 

La llevo a babuchas por la galería hacia una habitación donde danzan unas velas humeantes y arde un ramillete de cirios. Allí en ese ámbito de sacro recogimiento se distinguen los íconos, la estatuaria que la Diosa ha ido manteniendo a lo largo de su periplo dorado en las aguas de la política. Australes enmarcados, un cuadro pintado por Mauri -dos patitos enclenques en un lago marrón-, un collar que en vez de perlas tiene dientes de jubilados a los que hizo partir antes de tiempo, armas largas en sus soportes, souvenirs bizarros de sus viajes y en el centro la foto única de Juan Domingo Perón.

Pienso en la frase de Willian Cooke, "los pobres que votan a la derecha son como los perros: cuidan la mansión pero terminan durmiendo afuera". 

No es mi caso; tengo una habitación bien caldeada y cómoda. 

La Diosa entonces reza entre labios. 

"Hoy , Juan Domingo, 1 de julio, homenajeo el aniversario de tu deceso", oigo que larga y luego me desliza: -Vas a tener que donarme el sueldo de aquí en más, querido sirviente, para ayudarme a pagar el juicio. 

Yo bajo la cabeza pero antes creo ver que el General desde la foto desenvaina su espada y avanza por el aire a horcajadas de su caballo pinto.

Cierro los ojos: algo húmedo me salpica la cara.

[email protected]