Raffaella Carrá, una de las más grandes showgirls italianas de todas las épocas, murió este lunes a los 78 años. “Fue a las 16.20 del lunes, tras una enfermedad que desde hacía algún tiempo había atacado su cuerpo diminuto, pero tan lleno de energía”, anunció a la agencia italiana de noticias Ansa Sergio Iapino, compañero de Carrá. “Hasta el último momento Raffaella mantuvo una voluntad de hierro para que nada de su profundo sufrimiento se filtre más allá de su intimidad. Fue un gesto más de amor hacia su público y hacia quienes compartían su afecto, para que su calvario personal no perturbara su brillante recuerdo”, dijo además Iapino, que entre otras cosas fue coreógrafo y director de gran parte de los espectáculos que pusieron a Raffaella entre los rostros referidos del público italiano y de numerosos países de Europa y América.

Cantante, bailarina, conductora, actriz, autora, Raffaella María Roberta Pelloni –ese era su nombre completo– había nacido el 18 de junio de 1943 en Bolonia. Su carrera en el mundo del espectáculo, larga e intensa como pocas, comenzó en 1952, cuando tenía nueve años. En 1961 debutó en televisión, en el programa Tempo di danza, junto a al showman musical Lelio Luttazzi, y poco después protagonizó la comedia musical Scaramouche. El primer gran éxito llegó en 1970, con Canzonissima, tradicional competencia de canciones en el horario central de la RAI. La coreografía de apertura, en la que cantaba “Ma che musica maestro”, la tuvo como protagonista e incluso avivó algún intento de censura por su ombligo al aire, que se tradujo en que el tema se convirtió en record de ventas para la industria discográfica.

En la segunda mitad de los años ’70 Raffaella llegó a la Argentina para enseguida colocarse entre las artistas más queridas y admiradas, por su simpatía, su calidez no exenta de picardía y la calidad y el despliegue escénico de sus shows en vivo. En 1980 protagonizó Bárbara, una película argentina dirigida por Gino Landi y coprotagonizada por Jorge Martínez, en la que hacía de ella misma. Afianzada como figura excluyente de la televisión italiana y estrella de la canción, Raffaella construyó otro gran éxito en 1984 con Pronto, Raffaella –que por estas pampas tuvo una celebérrima versión local con Susana Giménez– programa en el que alternaba el diálogo en directo con el público y sketches y, naturalmente, canciones y coreografías.

Bella como muchas, extrovertida como pocas, sensual como ella sola y atrevida para los parámetros familiares en el país del Papa, Raffaella fue además promotora de grandes éxitos de la industria discográfica. Como “A far l’amore comincia tu”, esa que en español dice “En el amor todo es empezar”; o esa que por acá se conoció como “Hay que venir al sur”, que en italiano se llama “Tanti auguri” y traslada su geografía amatoria para cantar “Come è bello far l’amore da Trieste in giù” –como es lindo hacer el amor de Trieste para abajo–; o “Caliente, caliente”, que empieza diciendo “Hace tiempo que mi cuerpo anda loco, anda suelto, y no lo puedo frenar”; para no hablar de “Fiesta, qué fantástica, fantástica esta fiesta...”. Con estas y otras canciones Raffaella hizo una especie de guía sexual para las clases medias de un país excitado con el advenimiento de la televisión en colores.

Carrá en la presentación de su disco Ogni volta che e Natale. (Imagen: EFE)

En 1986 Raffaella fue la figura de Fantastico, con Corrado, Gigi Sabani y Renato Zero, el show del sábado a la noche de la RAI. Con una media de 25 millones de espectadores por episodio, la apertura estaba a su cargo con “Ballo Ballo”, el tema que en varios pasajes “homenajea” a “Eleanor Rigby” de The Beatles. Por esa época nació la alianza profesional y sentimental con Gianni Boncompagni, viejo lobo del espectáculo y profundo conocedor de la relación entre testosterona y televisión. En 1987 Raffaella, convertida ya en un lenguaje propio dentro de los formatos corrientes de la televisión, trasladó su show al Canal 5 del entonces empresario de la construcción Silvio Berlusconi.

Tres temporadas después Raffaella regresó a la RAI para comenzar otro ciclo exitoso con Carramba, che sorpresa. Derivado del formato británico Surprise surprise e ideado junto a Sergio Japino, el programa involucraba a la conductora con invitados y público del estudio, que de pronto y sin saberlo tenían encuentros inesperados con seres queridos a los que hacía tiempo que no veían, entre otros momentos emotivos. Todo alternando con el entretenimiento y la presencia de grandes invitados, italianos e internacionales. Con ese formato, junto a Hola Raffaella, transitó la televisión española durante varias temporadas, convirtiéndose en una de las mujeres más queridas de la farándula ibérica. De regreso en Italia fue la conductora de Carramba, che fortuna, donde la sorpresa dejaba de ser sentimental para monetizarse, y Segreti e bugie –Secretos y mentiras–, un juego en torno a las grandes y pequeñas mentiras de la gente común.

Raffaella con Diego Maradona en La Noche del 10.

La única vez que Raffaella condujo el Festival de San Remo fue en 2001, flanqueada por Piero Chiambretti, Enrico Papi, Megan Gale y Massimo Ceccherini. En 2004 condujo Sogni –Sueños– un programa de variedades en el que el fondo era realizar los deseos de gente común, y en 2006 Amore, dedicado a las adopciones a distancia. En una de tantas visitas a la Argentina, además, se dio el gusto de tirar pasos con el mismísimo Diego Armando Maradona, como una de las invitadas especiales del ciclo La Noche del 10: el Diez había estado poco antes en Carramba, che sorpresa, como gran sorpresa para el pueblo napolitano. Las últimas cosas que hizo en televisión tenían que ver con el talent show: fue coach en The voice of Italy y conductora de Forte, forte, forte. En 2019 condujo A raccontare comincia tu, un ciclo de entrevistas a personajes del espectáculo y el deporte. 

En los últimos tiempos se hablaba de su regreso a la televisión italiana, ámbito en el que había sido reina incontrastable, pero la enfermedad no le dio la oportunidad. En tiempos de acceso libre vía Youtube, sin embargo, la magnética presencia de la rubia de corte carré permite un larguísimo loop en el que desfilan las estéticas de tiempos idos en el gran show televisivo, sus elaboradas coreografías con el cuerpo de bailarines -generalmente con un playback necesario dado el despliegue físico de la artista- y sobre todo las canciones, pegadas al inconsciente colectivo de miles de argentinos y argentinas que, aún hoy, llevan impreso en la memoria un número telefónico, ese "0303 456" que supo convertirse en estribillo para las masas.