Cuando Yanina Gruden leyó por primera vez New York mundo animal –unipersonal de Gilda Bona– estaba en la casa de sus padres. El escenario era ideal porque en un contexto similar es donde la protagonista de la pieza evoca su historia. La autora convocó a Gruden por recomendación de Adriana Tursi y en 2018 hicieron una primera versión del texto en el Sportivo Teatral como parte del ciclo “La valija que más pesa”, donde además de Bona y Tursi participaron Susana Torres Molina, Susana Gutiérrez Posse, Lucía Laragione y Víctor Winer. La nueva versión, estrenada en 2020 en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), fue interrumpida por la pandemia pero ahora regresa y podrá verse los sábados a las 21.15.

“Leí el texto por primera vez y llamé a mi mamá para que lo escuchara. Se empezó a matar de la risa y yo me cebaba cada vez más. Ahí me di cuenta de que había algo e inmediatamente dije que sí”, cuenta Gruden, que asegura haber sentido una gran identificación con su personaje en esa primera lectura. “Mi familia también está compuesta por mamá, papá y una hermana, y todos tenemos una personalidad bastante intensa como la de estos personajes. No viví ninguna situación similar pero tranquilamente podría haber sucedido. Gilda lo cuenta todo con mucho humor y, a la vez, cierta tristeza. Siento que ese gen tragicómico también está en mi familia”.

New York mundo animal ficcionaliza algunas vivencias que Bona experimentó en esa ciudad durante su juventud. La protagonista huye de la casa paterna con un hombre quince años mayor, pero cuando llega a la tierra del sueño americano descubre que la realidad no se corresponde para nada con sus expectativas: trabaja como camarera pero gana mucho menos que su pareja, así que decide sacar una licencia para manejar un taxi, con los costos que supone abrirse camino en un mundo masculino sumamente hostil. “Gilda me dijo que esto era parte de su biografía recién al segundo mes de ensayo y me quedé boquiabierta, no podía creerlo. Por supuesto está llevado a un extremo para la ficción; ella es una de las mejores autoras que conozco”, destaca la actriz.

La formación de Gruden es muy ecléctica: estudió arte dramático en la universidad, pasó por varios profesores particulares, trabajó con creadores de la talla de Lorena Vega, Cristian Drut o Maruja Bustamante, y llegó al Sportivo buscando romper con las estructuras clásicas adquiridas en los espacios de formación más tradicionales. “En el Sportivo no sólo sos actor sino también creador; adquirís una mirada integral sobre todos los rubros y muchas herramientas para opinar sobre lo que estás haciendo. Poder jugar con eso y trabajar con referencias estimula mi imaginación mucho más que hacer un trabajo introspectivo. Siento que como actor a veces tenés que ser un poco chorro, porque si copiás algo nunca será exactamente igual a lo que hizo el otro”, explica Gruden, y cuenta que a la hora de elegir proyectos prefiere priorizar aquellos que como espectadora le darían ganas de ver.

Durante la primera parte de New York, la protagonista interactúa activamente con los miembros de su familia y Gruden logra algo difícil para cualquier intérprete: que la platea vea a los personajes ausentes de la escena. “Fue un laburo conjunto con Gilda. Desde el inicio me advirtió que iba a tener que hacerme cargo de eso. Recuerdo que me dijo: ‘Vos estás sola pero yo necesito ver a toda la familia’. Como actriz y directora, nos encontramos en uno de esos romances repentinos que te da la vida. Fue un proceso de intercambio y me emociona mucho que el equipo tenga tanto compromiso con esta obra”, señala.

Hacer este unipersonal fue un desafío en varios sentidos, porque tuvo que asomarse a mundos completamente desconocidos: Gruden no es fumadora, nunca subió tantos kilos, tampoco visitó Nueva York ni trabajó como taxista, entonces las referencias se volvieron claves a la hora de recrear ese mundo. “Me puse a ver películas de Scorsese para poder acercarme a esa jungla que era Nueva York en los ‘80. Vi Taxi Driver, The King of Comedy y After Hours, y también leí La trilogía de Nueva York, de Paul Auster. Fue una obra de aprendizaje para mí como persona, más allá de la actuación”.

-¿Cómo pensás a la heroína de la obra?

-Me gusta que no sea una heroína obvia. La veo como un ave fénix; la cagan a trompadas todo el tiempo y vuelve a ponerse de pie. Tiene tantas ganas de ser libre que nunca se da por vencida: se anima a huir de la casa para buscar algo que no encuentra en su pueblo, se escapa con un hombre mayor, vive en Nueva York, maneja un taxi. Sin embargo, no tiene las cosas claras desde el principio sino que va aprendiendo a medida que avanza la obra. Eso me parece muy lindo porque la hace humana. Para mí, New York es una obra existencialista; cualquier persona puede sentirse identificada con la protagonista. La búsqueda de libertad es algo universal, nos atraviesa a todos como seres humanos, y creo que la Muchacha somos la mayoría de las mujeres de esta época. En ese sentido, Gilda fue muy avanzada.

-En la actuación explotás lo tragicómico. ¿Te sentís cómoda en ese registro?

-Sí, me encanta y es algo que me identifica como actriz. Siempre que la obra me lo permita, trato de ir por ese lado. Por supuesto, hay veces que no se puede, entonces toco algunas teclas del piano más que otras. En este caso estaba servido porque el texto está escrito de esa forma. Durante los ensayos, Gilda decía que mi mejor amigo en la escena tenía que ser el texto.

-En la obra aparece una imagen muy poderosa que es “la Criatura”. Sin condicionar el sentido, ¿qué significa para vos esa figura?

-Me parece que es algo corporal. Para mí es bastante difícil explicarlo porque es aquello que ocurre físicamente. En algún punto, creo que es su verdadero ser: eso que de repente le nace a uno como instinto animal, algo que viene desde las piernas y te atraviesa el pecho; una fiera agazapada en la oscuridad. Y el animal herido son esas cosas que te apichonan y te vuelven chiquito, todo lo que entristece a la protagonista.

*New York mundo animal podrá verse los sábados a las 21.15 en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636) a partir del 24 de julio.