La recuperación de Estados Unidos y los nuevos picos de precios de las acciones generan contradicciones. A mismo tiempo que la economía rebota y revitaliza el festival de ganancias en las empresas de Wall Street se refuerzan las advertencias acerca que ese país y buena parte de las potencias occidentales se acercan a una crisis sin precedentes.

Las alarmas llegan de economistas de todas las lecturas y posiciones. Desde analistas conservadores muy escuchados por el establishment financiero estadounidense hasta académicos progresistas y heterodoxos que plantean la inviabilidad del capitalismo.

En las últimas semanas una de las opiniones con más repercusión sobre el futuro de Estados Unidos fue la de Nouriel Roubini. Las declaraciones del consultor fueron despiadadas augurando un período en el que explotarán tres bombas al mismo tiempo: la inflación, la recesión y la deuda. Las consecuencias resultarían impredecibles.

Los argumentos del economista para justificar esta predicción se concentraron en que la flexibilidad de las políticas del mundo desarrollado alimentaron una burbuja de activos y de crédito que terminaría en un "momento Minsky": pérdida repentina de confianza que se acompañará de un colapso recesivo de la economía real.

La conclusión fue que la próxima crisis combinaría lo peor de la estanflación de los años '70 con lo peor del estallido de 2008. Para Roubini las señales pueden observarse en las elevadas relaciones de precio ganancia de las acciones, el valor inflado de los activos tecnológicos y la exuberancia irracional del sector de las criptomonedas, entre otros.

Los economistas parados en el extremo ideológico de este consultor coinciden con las advertencias de crisis sistémica para las potencias de Occidente. El exministro de Economía de Grecia Yanis Varoufakis fue uno de los que en los últimos días se mostró implacable al punto de asegurar que el capitalismo perdió su capacidad de reinventarse.

Para este referente de la heterodoxia el precio de los activos financieros se encuentra en un punto de burbuja y es la señal de una ruptura sin retorno del modelo económico que protagonizó la expansión estadounidense en las últimas décadas.

El principal planteo de Varoufakis es que los precios de las acciones de Wall Street dejaron de estar vinculadas con las expectativas de ganancias potenciales de las empresas y se sostienen únicamente por la inyección extraordinaria de liquidez que genera Estados Unidos y la Zona Euro. La desconexión de las finanzas con la economía real no tendría margen para sostenerse en forma ilimitada por lo que antes o después generaría un estallido del sistema.

El punto que analiza es que los gobiernos inyectan liquidez que los sectores de las finanzas prestan a las grandes corporaciones para poder recomprar acciones y mantener precios desconectados de la rentabilidad futura de los negocios. Pero el supuesto del investigador de la Universidad de Atenas es que en algún momento estos programas de estímulo terminarán siendo muy pequeños para frenar un aluvión de quiebras corporativas.

El problema para Estados Unidos es profundo porque la desconexión de las ganancias futuras de sus empresas con los valores actuales de sus acciones no parece circunstancial. Para que las grandes compañías puedan generar rentabilidad hacia adelante deben producir en la frontera de la tecnología mundial y las firmas de Wall Street comienzan a perder esa posición.

La semana pasada por ejemplo se conoció que Google e IBM dejaron de tener las computadoras cuánticas más avanzadas del planeta. Fueron superadas por la tecnología desarrollada en un centro de investigación de China. No es la primera vez que la economía planificada del gigante asiático pone en jaque los desarrollos de vanguardia de Occidente, pero la tendencia a ganar en la carrera tecnológica se hace cada vez más marcada.

En los últimos meses había ocurrido algo similar cuando China anunció nuevos desarrollos en algoritmos de inteligencia artificial que superaron a los de las grandes firmas estadounidenses y en los últimos años también se observó este mismo fenómeno cuando los ingenieros chinos fueron vanguardia por ejemplo en implementar la tecnología de telecomunicaciones 5G.