“Sabiendo que el 71 por ciento de las emisiones de gases contaminantes de efecto invernadero en el mundo las producen tan solo 100 empresas, entendemos que los culpables de nuestra alarmante realidad son aquellxs tomadorxs de decisiones que conscientemente se llenan los bolsillos de dinero contaminado y ensangrentado a costa de las clases populares”, advierten en Jóvenes por el Clima Argentina (JOCA), el movimiento social y político encabezado por un grupo de jóvenes que funciona como expresión local del movimiento Fridays For Future -la organización de Jóvenes por el Clima a nivel internacional- y que desde 2019 se embarcó en una lucha contrarreloj para revertir los gravísimos efectos de la crisis climática en el mundo.

Tanto en Argentina como en otros países en donde se dan las organizaciones internacionales de JOCA, hay una gran cantidad de feminidades que lideran el movimiento: “Eso es porque, a nivel mundial, nuestra generación es una generación que está totalmente atravesada por el feminismo”, aseguran Monse Tolaba, Nicole Becker y Mercedes Pombo, tres jóvenes que con tan solo 19, 20 y 21 años integran la agrupación de Argentina y están dispuestas a traerle un aire fresco y renovador a la lucha socioambiental como respuesta a las cada vez más violentas y destructivas prácticas del sistema capitalista sobre los recursos naturales y el medio ambiente.

¿Cómo surge Jóvenes por el Clima en Argentina?

Nicole: --Surgimos como expresión local del movimiento Fridays For Future, la organización de Jóvenes por el Clima a nivel internacional que empieza a tomar fuerza a partir de febrero de 2019, cuando la figura de Greta Thunberg se vuelve cada vez más notoria. Pero el foco estaba siempre en Europa y en Argentina no se escuchaba hablar del tema; y eso, a nosotrxs que venimos de diferentes espacios de luchas sociales, nos empezó a indignar un poco. Entonces nos pusimos a investigar y dos compañerxs tomaron la iniciativa de organizar la primera movilización para el mismo día que también estaba prevista la primera movilización internacional de la juventud por la crisis climática. A partir de esa fecha se fundó JOCA.

En esa marcha hubo más de cinco mil personas, ¿qué les generó eso?

N: --Fue muy emocionante, porque ninguno de nosotros tenía idea de cómo se organizaba algo así. Hicimos todo en 10 días, y cuando vimos esa cantidad de gente ahí entendimos que no era que a nadie le importaba el tema, sino que no había ninguna organización que empiece a hacer algo para convocar a todas esas personas.

Mercedes: --También nos llamó la atención el hecho de que la mayoría de las personas eran de clase media y clase media-alta. Entonces ahí identificamos que había algo histórico dentro de la expresión del ambientalismo que se enfocaba en las acciones individuales y que estaba restringido a un grupo muy reducido de gente, por eso nos propusimos hacer algo mucho más masivo que, más allá de estar inspirado en los movimientos europeos, tenga el componente de la juventud como sujeto político y un anclaje local para poder hacerlo propio.

¿Por qué les parece importante construir un ambientalismo latinoamericano y popular?

M.P: --La idea de que lo ambiental es un lujo postmaterialista y que por eso le corresponde más a los países europeos que a una realidad como la nuestra, que tiene necesidades que parecieran presentarse como más urgentes, es algo que todavía se sigue sosteniendo mucho. Pero lo que nosotros entendemos es que hay un montón de desigualdades sociales que tienen su origen en problemáticas ambientales y que, a la vez, las problemáticas ambientales profundizan esas desigualdades sociales, como sucede por ejemplo con la desigualdad de género. La lucha ambiental es igual de importante que las demás luchas y además es absolutamente transversal a todas ellas. Por eso nos interesa reivindicar las expresiones locales, y también porque permanentemente nos nutrimos de un montón de expresiones de lucha que ya existían antes y que tanto dentro como fuera del ambientalismo siguen siendo completamente invisibilizadas, como por ejemplo la lucha de los pueblos originarios, la Federación Argentina de Cartonerxs, Carrerxs y Recicladores, lxs familiares agricultores o las asambleas que están a lo largo del país luchando contra el extractivismo.

¿De qué forma creen que el movimiento feminista atraviesa la lucha ambiental y a Jóvenes por el Clima?

Monse: --Es imposible desligar al ambientalismo del feminismo interseccional que está haciendo un aporte importantísimo dentro de los ambientalismos sociales, donde todavía hay un montón de prejuicios que no están para nada saldados. La agenda política que venimos construyendo lxs jóvenes desde distintas organizaciones también fue totalmente interpelada por el movimiento feminista: nos llevó a revisar todas nuestras prácticas, a reconfigurar las consignas de nuestra agenda reivindicativa y a rever las lógicas internas, profundamente patriarcales, cisexistas y binarias, de nuestras organizaciones. El feminismo también está muy presente en la construcción de soluciones integrales hacia la crisis ecológica y en el modo en que analizamos las violencias sociales que se irán acrecentando a medida que esta crisis se vaya materializando cada vez más.

N: --El modo de ver el mundo que genera el feminismo también lo genera el ambientalismo: es algo que no ves hasta que un día te cae la ficha y lo empezás a ver en todos lados. Dentro de ambos movimientos no sólo hay un diagnóstico que se comparte, sino también un futuro que se quiere construir y que necesariamente tienen que ir de la mano. No todxs somos igual de responsables frente a la crisis climática ni nos perjudica de la misma manera, y lo que sucede con las feminidades es que suelen ser las menos responsables de los desastres y, a la vez, las más afectadas, ya sea por las sequías, las olas de calor, las tareas de cuidado, etc. Esa es una ironía muy cruel que forma parte de la lucha que estamos dando contra la crisis climática entendida desde la justicia social y la justicia ambiental. Algo que también nos llama la atención es que en todos los lugares en donde se dan los movimientos internacionales de Jóvenes por el Clima hay muchísimas feminidades liderando, y eso es porque, a nivel mundial, nuestra generación es una generación que está profundamente atravesada por el movimiento feminista.

Tampoco parece ser casual que quienes históricamente están a cargo de las tareas de cuidado sean también quienes más se ocupan de proteger al medio ambiente, ¿no?

M.P: --Totalmente. Nuestra región tuvo y tiene muchas expresiones de lucha encabezadas por feminidades: Las Mujeres de Famatina, las Madres de Ituzaingó, Berta Cáceres en Latinoamérica… sin duda la impronta de feminidades en la primera línea de batalla tiene que ver con el crecimiento del feminismo en este último tiempo, pero también con la responsabilidad histórica de las tareas de cuidado. La antropóloga Yayo Herrero lo explica en términos de “renaturalizar al hombre”: lo que se necesita es generalizar ese sentido de responsabilidad hacia nuestros bienes comunes naturales, hacia lo otro y lxs otrxs. La injusticia intrínseca de nuestro modelo productivo y de la sociedad actual genera que las feminidades sean las más perjudicadas por la crisis del planeta. Por eso pensar las problemáticas ambientales desde una perspectiva de justicia social y feminista es algo fundamental.

M.T: --También está relacionado con la característica profundamente patriarcal y colonial de las políticas extractivistas. La llegada de los españoles es bastante ilustrativa de eso: varones blancos y heterosexuales que tenían los elementos del poder y que vinieron a imponer no únicamente el extractivismo entendido en la extracción de recursos naturales, sino también una nueva lógica de destrucción de las cosmovisiones indígenas originarias para implementar lógicas patriarcales, cisexistas y binarias. Desde ahí viene esa falta de relación que tenemos con la naturaleza y que da lugar a que se establezcan lógicas de subordinación que después también vemos en nuestras relaciones sociales y en cómo se construyen sujetxs bajo un eje diferencial de poder en donde una persona tiene la capacidad de subordinar y la otra de ser subordinada.

La lógica de subordinación que el hombre ejerce sobre la naturaleza es la misma que ejerce sobre las feminidades...

M.P: --Claro, y eso también se refleja en cuestiones muy materiales como por ejemplo esta pandemia, que está estrictamente relacionada con las problemáticas actuales, porque la mayoría de las teorías apuntan al origen zoonótico del virus. Y justamente también, a raíz de esta pandemia pudimos ver que las feminidades fueron quienes tuvieron que cargar en el interior de los hogares con las tareas de cuidado, como así también que las problemáticas económicas afectaron de manera desigual, porque impactaron más sobre las mujeres, y en los espacios comunitarios también fueron ellas las primeras en levantar las ollas y ponerse al hombro la contención social.

La semana pasada se filtró un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU que anunciaba un pronóstico muy dramático sobre la crisis climática, ¿cómo analizan ese mensaje?

N: --Desde la etapa preindustrial, que es cuando empiezan todos estos procesos industriales que afectan al mundo, la temperatura global del planeta aumentó 1,1 grados. Por eso lxs científicxs más prestigiosxs del cambio climático vienen sosteniendo la importancia de no superar los 1,5 grados. Para poder realmente entender la gravedad de esto hay que pensarlo como si fuera una fiebre: tener 38 o 39 grados no es lo mismo, porque el cuerpo afectado empieza a generar diferentes respuestas como mecanismo. Las proyecciones del IPCC dicen que si seguimos produciendo y consumiendo de esta forma vamos a llegar a los cuatro grados antes de fin de siglo, lo que se traduce en catástrofes naturales muy fuertes como olas de calor, sequías, incendios, subidas del nivel del mar, etc. Por eso resulta tan importante que no se superen los 1,5 grados o los 2 grados de temperatura global.

¿Y qué se puede hacer para impedirlo?

N: --El grado de urgencia es muy grande, pero todavía se puede llegar a evitarlo. Más del 70 por ciento de las emisiones de gases contaminantes de efecto invernadero, que son los que producen la crisis climática, vienen del sector energético. Entonces, en principio lo más importante es hacer una transición energética justa que pase de la quema de combustible fósil, que es lo que tenemos hoy en día, hacia otro tipos de energías alternativas más limpias y diversificadas.

El vínculo entre el extractivismo y el cambio climático es muy estrecho entonces...

M.P: --Y sí, porque además quienes más contribuyeron históricamente a esta crisis son quienes más herramientas tienen a la hora de hacerles frente. Ahora Estados Unidos por ejemplo está organizando una transición energética planificada que necesita como insumo el litio, que en su gran mayoría está en Latinoamérica. Siempre hay muchísima relación entre la presión sobre los recursos naturales y la transición, que ahora se plantea en términos de recuperación económica. Por eso es tan importante la movilización social. No tenemos que pensar solamente en términos de mitigación al cambio climático, sino también en términos de adaptación: hacer que nuestras poblaciones sean más resilientes a los efectos del cambio que ya están previstos. Y también es importante la diferencia entre los distintos países, porque por ejemplo la capacidad de Argentina para incidir en este tipo de cuestiones es muy distinta a la de China o Estados Unidos. No es que acá no haya que hacer algo para disminuir las emisiones, pero en esos países son mucho más grandes. Por eso nuestra organización se imprime en un movimiento internacional que busca poner presión sobre las dirigencias de estos tipos de países.

¿Cuáles son las acciones que se pueden hacer desde Argentina?

M.P: --El principal desafío que tenemos hoy es pensar la forma en la que nos insertamos como país en este escenario geopolítico signado por la crisis climática. En este último informe de la ONU se menciona algo importante que antes no se había dicho: las proyecciones sobre la agudización de la crisis no son para el año 2100, sino para el 2050 o el 2030, es decir que estamos hablando de una planificación a mediano plazo. Entonces, una de las principales exigencias, no solamente desde nuestra agrupación como organización juvenil socioambiental sino también desde las agendas de las juventudes y de la población en general, tiene que ser la de planificar un futuro posible que tenga en cuenta la gravedad de la situación y el contexto particular de cada región.